Leyenda viva y desangelada
El escoc¨¦s malbarata su legado en el Teatro Lara con una ejecuci¨®n torpe y sin banda de acompa?amiento que amortig¨¹e sus carencias
De un hombre como Donovan no podemos esperar solo canciones, sino tambi¨¦n historias. Ascendente. Pedagog¨ªa. El relato de unos a?os y acontecimientos tan m¨¢gicos y asombrosos que nunca nos cansaremos de revisar, incluso aunque los conozcamos con creces y hasta sospechemos que los adorna el barniz de la mitificaci¨®n. Donovan Leitch ofreci¨® este jueves enf¨¢ticos parlamentos sobre aquella ¡°invasi¨®n bohemia de la m¨²sica popular¡±, adopt¨® pose juglaresca para hablar sobre la importancia de la meditaci¨®n y revis¨® sus andanzas junto a The Beatles en aquella visita india al Maharishi, que ¨¦l aprovech¨® para escribir la alucin¨®gena The hurdy-gurdy man. Incluso brome¨® acerca de la genealog¨ªa de John y Paul, ¡°casi irlandeses aunque nacieran en Liverpool¡±. Pero se olvid¨®, por el contrario, de la parte musical.
El repaso a su encantador repertorio de aquellos discos inici¨¢ticos en los sesenta fue desastrado, tembloroso, impreciso, carente incluso de afinaci¨®n. El Teatro Lara se hab¨ªa llenado para contemplar al Dylan escoc¨¦s, al mito de la psicodelia, al amigo que paseaba con McCartney por Edgeware Road. Se encontr¨® con un hombre de sonrisa afable, pero incapaz de resolver por s¨ª solo una comparecencia solvente de hora y media sobre el escenario.
La velada bordeaba la publicidad enga?osa hasta en su planteamiento. Asomaba en teor¨ªa el escoc¨¦s para celebrar el medio siglo de Sunshine Superman (1966), poderoso artefacto de poes¨ªa y lisergia, pero nadie avis¨® de que el escoc¨¦s acudir¨ªa sin banda de acompa?amiento. Y aquel disco no era, evidentemente, el ejercicio trovadoresco de un hombre con su guitarra al hombro, sino un compendio de sonoridades, ambientes y matices que no pudimos revivir en modo alguno. Es m¨¢s, Leitch centr¨® su dubitativo ejercicio de autoafirmaci¨®n en Catch the wind y Fairytale, los dos ¨¢lbumes iniciales en los que, en efecto, la filiaci¨®n era a¨²n m¨¢s ac¨²stica. Y lo hizo sin importarle que su guitarra estuviera afinada en modo solo aproximado. Y sin poder evitar no pocos gazapos en las sucesiones de acordes, en el tempo, en la acentuaci¨®n.
El resultado pod¨ªa tener valor hist¨®rico, humano o documental, pero incumpl¨ªa los controles de calidad m¨¢s elementales. Era entra?able ver a Donovan acuclillado sobre una alfombra y una especie de puf blanco, sugiriendo cambios en el color de la iluminaci¨®n o reclamando m¨¢s efectos para la voz y el instrumento desde la mesa de sonido. Pero poco pod¨ªa ara?arse a partir de una formulaci¨®n tan precaria y una ejecuci¨®n tan trastabillada. Solo quedaba disfrutar de las historias sobre su guitarra, Kelly, nacida en 1996 y rematada con un nada discreto contrachapado en verde esmeralda por aquello de seguir honrando a Irlanda y la cultura ga¨¦lica. ¡°Esta es una de mis nueve guitarras. Jimmy Page tiene 300. ?Para que necesitar¨¢ tantas?¡±, brome¨®.
Y ah¨ª qued¨® la cosa: en la charla amena de un hombre de 70 a?os que atesora un legado precioso, pero lo gestiona de mala manera. Incluso quienes sospechaban que apenas recordar¨ªan dos o tres canciones de ¨¦l se quedaron asombrados con la inmensidad del cat¨¢logo: Colours, Little tin soldier, Josie, Jennifer Juniper (en lectura especialmente desaseada), Mellow yellow¡ La fabulosa Wear your love like heaven qued¨® en casi nada por un problema de tesitura, incapaz el de Glasgow de entonar cada ¡°Wear¡± en su sitio. Solo al final resurgi¨® la leyenda viva con Seasons of the witch, recuperado por un momento el genio, la pimienta y el diente afilado. Exiguo bagaje para un mito poco fino. M¨¢s desangelado, en realidad, que afinado.
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