Del jazz al universo y m¨¢s all¨¢
Un libro de Stephon Alexander, f¨ªsico y saxo tenor, revela la relaci¨®n profunda de la m¨²sica con el cosmos, y el inmenso poder creativo de la met¨¢fora


Para un enamorado de la f¨ªsica y el jazz un libro titulado El jazz de la f¨ªsica?ejerce la atracci¨®n gravitatoria de un agujero negro y hace volar la mente por los confines del cosmos. Los que solo aman una de esas dos materias, o ninguna, pueden leer esta obra y dejarse arrastrar por el influjo de las relaciones ocultas entre disciplinas dispares, por el inmenso poder creativo de la met¨¢fora.
Imagina dos peces que hablan entre s¨ª en un r¨ªo, cerca del precipicio de una cascada. Sus mensajes viajan a la velocidad del sonido en el agua, lo que no est¨¢ mal para el espeso discurso que podemos esperar de esa especie acu¨¢tica. El pez m¨¢s afortunado se queda varado entre las ra¨ªces de un nen¨²far, mientras el otro deriva de manera fatal hacia la cascada. Pese a ello pueden seguir hablando sin problemas; la voz del pez varado viaja ayudada por la corriente, y la del pez condenado viaja contra corriente y tarda m¨¢s en llegar a su interlocutor, pero la charla sigue.
De pronto, en el mismo momento en que el segundo pez cruza el borde del precipicio, la situaci¨®n cambia radicalmente. El pez que cae por la cascada sigue recibiendo el sonido del otro, pero sus gritos de auxilio ya no llegan a su interlocutor. La velocidad con que el agua cae por la cascada es mayor que la del sonido, y el pobre pez ha desaparecido de su mundo a todos los efectos.
La ley de Hawking
El f¨ªsico Stephen Hawking, una de las inspiraciones de Stephon Alexander, formul¨® hace a?os lo que algunos han denominado ley de Hawking sobre la divulgaci¨®n cient¨ªfica: cada ecuaci¨®n que pones en un libro reduce las ventas a la mitad. No pretend¨ªa ser m¨¢s que un sarcasmo, pero tiene un ¨¢tomo de verdad. La mala educaci¨®n matem¨¢tica en los colegios de todo el mundo ha causado que la mera visi¨®n de una f¨®rmula induzca rechazo, temblores y sudores fr¨ªos en la poblaci¨®n lectora. Y eso es un verdadero problema, porque la f¨ªsica no se puede entender a fondo sin las matem¨¢ticas que la fundamentan y la hacen avanzar. Las ecuaciones, como dice Alexander, son el sexto sentido del f¨ªsico, un sentido que le permite ver conceptos que ni hubiera imaginado sin ellas.
Cambiando el sonido por la luz, esta peque?a historia es la met¨¢fora perfecta de un agujero negro, el objeto m¨¢s ex¨®tico y enigm¨¢tico que ha descubierto la ciencia. El borde de la cascada representa el ¡°horizonte de sucesos¡± del agujero negro, la frontera a partir de la que cualquier cosa, pez o astronauta, materia o energ¨ªa, cae con tal velocidad hacia la atracci¨®n gravitatoria fatal del agujero negro que no puede escapar de ¨¦l. Ni siquiera la luz puede escapar, de ah¨ª que se llame negro.
Es solo una de las mil met¨¢foras que plantea Stephon Alexander, f¨ªsico y saxo tenor, en su libro El jazz de la f¨ªsica, reci¨¦n publicado en la colecci¨®n Metatemas de Tusquets. El ejemplo de los peces no tiene relaci¨®n con el jazz ¡ªsolo la tiene con el sonido¡ª, pero hay un motivo s¨®lido para mencionarla: que la raz¨®n ¨²ltima del libro es mostrar el poder de la analog¨ªa y la met¨¢fora para el pensamiento, tambi¨¦n el pensamiento cient¨ªfico. Y porque explica con transparencia el horizonte de sucesos de un agujero negro, uno de los conceptos m¨¢s radicales y complejos de la ciencia.
Pero El jazz de la f¨ªsica?no es solo un t¨ªtulo con gancho. El libro responde a las expectativas. Alexander es un buen f¨ªsico te¨®rico, formado con los mejores cient¨ªficos y profesor en la Universidad de Brown, y tambi¨¦n un solvente saxofonista de jazz. Su pasi¨®n, y sus estudios de media vida, se reparten a partes iguales entre John Coltrane y Albert Einstein. Y, cuando una mente creativa se sumerge a fondo en dos campos distintos, no es infrecuente que emerja una met¨¢fora, un nexo rec¨®ndito y penetrante entre dos conocimientos previamente percibidos como incompatibles. As¨ª trabajaban Coltrane, Einstein y los dem¨¢s genios de la historia. Ese es el truco para innovar, para descubrir, para crear pensamiento. Cocerse en el dominio de una sola disciplina es la trampa para creadores por antonomasia, el pasaporte hacia la esterilidad.
En ese sentido, la vida de Stephon Alexander, que es la fuente de su pensamiento abarcador, tiene mucho inter¨¦s, y no es sorprendente que su libro tenga una fuerte componente autobiogr¨¢fica (como tal vez la tenga toda novela). Stephon, afroamericano hijo de emigrantes de Trinidad, creci¨® en el Bronx neoyorquino, donde un chaval negro ten¨ªa mucho m¨¢s f¨¢cil dedicarse a vender coca que estudiar f¨ªsica. Mientras se sumerg¨ªa en los arcanos del saxo y del lenguaje musical del jazz, sin embargo, el adolescente encontr¨® tiempo para leer a Stephen Hawking (Historia del tiempo) y a Richard Feynman (?Est¨¢ usted de broma, mister Feyman?), y esos libros abrieron un nuevo continente a su mente inquieta.
¡°Leer todo lo que ca¨ªa en mis manos sobre f¨ªsica¡±, confiesa, ¡°me proporcionaba una evasi¨®n perfecta mientras crec¨ªa en una parte del Bronx donde la realidad, para muchos, era deprimente; buena parte de mis a?os de estudiante los pas¨¦ sinti¨¦ndome un negado fuera de lugar, un rastafari de Trinidad criado en el Bronx¡±. Es bien curioso que, en el centro puntual de ese ambiente marginal, el joven Stephon dedicara buena parte del tiempo que no ten¨ªa a plantearse la madre de todas las preguntas: ?por qu¨¦ hay algo en vez de nada?
Una pregunta que, como cada vez m¨¢s cosas, era parte de la filosof¨ªa y ahora ha emigrado a la f¨ªsica, la madre de todas las ciencias.
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