Lemaitre y Banville, c¨®mo leer el mundo
Dos escritores de ¨¦xito reflexionan sobre el papel de los libros en el convulso presente en una conversaci¨®n digital, poco antes de su encuentro en el festival Kosmopolis de Barcelona
El irland¨¦s John Banville y el franc¨¦s Pierre Lemaitre tienen algo en com¨²n. Los dos publican narrativa sin g¨¦nero y, a la vez, novela negra. Y los dos triunfan en uno y otro campo. Invitados por Babelia, ambos dialogan por correo electr¨®nico antes de verse en Barcelona dentro del festival literario Kosmopolis.
LOS LIBROS Y EL MUNDO
PIERRE LEMAITRE. Si nos preguntamos si los libros pueden cambiar el mundo, tenemos que decir que s¨ª: algunos libros (El capital, la Biblia, etc¨¦tera) han cambiado en algo las estructuras del mundo (salvo si consideramos que El capital y la Biblia son relatos ficticios, pero ese es otro problema). Sin embargo, si preguntamos si las novelas han cambiado el mundo, la respuesta es no, no lo han cambiado. Ni Don Quijote ni En busca del tiempo perdido, de Proust, han cambiado literalmente el mundo. La tercera pregunta es si la ¡°ficci¨®n¡± ha cambiado el mundo. En este caso, creo que debemos responder ¡°s¨ª¡±. La cantidad de historias que nos contamos a nosotros mismos desde que adquirimos el lenguaje contribuyen enormemente a forjar y desarrollar nuestra visi¨®n del mundo. La literatura, que es una forma m¨¢s o menos precisa de transmitir la ficci¨®n, sigue influyendo en nuestra manera de ver el mundo. Y, como consecuencia, afecta a la realidad.
JOHN BANVILLE. Podemos decir que, en un plano fundamental, los libros cambian el mundo, porque cada libro nuevo que se publica contribuye a aumentar la reserva de objetos culturales. Esta no es una observaci¨®n tan trivial como puede parecer. Los libros, incluso los que no son muy buenos, son declaraciones morales, no porque sus autores los hayan escrito con un fin moral ¡ªeso ser¨ªa desastroso¡ª, sino porque son objetos completamente aut¨¦nticos, dado que son la mejor obra que el escritor ha sido capaz de crear, dentro de los l¨ªmites, y a veces m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites, de su talento. Es evidente que ese no es el tipo de respuesta que busca esta pregunta. Tiene raz¨®n usted cuando establece una distinci¨®n entre los distintos tipos de libros de los que hablamos. La Rep¨²blica, de Plat¨®n; El pr¨ªncipe, de Maquiavelo; La interpretaci¨®n de los sue?os, de Freud, por escoger tres grandes obras al azar, modificaron sin duda el significado que damos a ser humano, ser pol¨ªtico y ser un ente consciente en posesi¨®n de ¡ªo pose¨ªdo por¡ª un subconsciente. Pocas obras de ficci¨®n son tan poderosas como para provocar un cambio significativo en el mundo ¡ªquiz¨¢ una de ellas es 1984¡ª, pero toda novela cambia la sensibilidad de su lector, aunque sea de manera infinitesimal. Estoy pensando en el ¨²ltimo verso del poema de ?Rilke ¡®Torso arcaico de Apolo¡¯: ¡°Debes cambiar tu vida¡±.
J. B: ¡°Pocas ficciones son tan poderosas como para cambiar el mundo pero todas cambian la sensibilidad del lector¡±
TRABAJAR EN DOS G?NEROS
P. L. Para simplificar, una novela es¡ una novela. La noci¨®n de ¡°g¨¦nero¡± no engloba la diferencia esencial entre los distintos tipos de novelas (hist¨®rica, psicol¨®gica, thriller, social, sentimental, etc¨¦tera), pero s¨ª las diferencias pr¨¢cticas. Cada g¨¦nero tiene sus propias normas y sus propias restricciones: si uno quiere escribir una novela sentimental y sus personajes principales no se enamoran en ning¨²n momento, no solo el lector le maldecir¨¢, sino que la novela pertenecer¨¢ a otra categor¨ªa distinta. Lo mismo ocurre si escribe un thriller sin un crimen (asesinato, secuestro, tortura¡, por suerte, la lista es larga). O si escribe una novela hist¨®rica que ocurre en el presente. En otras palabras, un novelista que aborda diferentes g¨¦neros no es m¨¢s que un novelista capaz de pasar de un tipo de restricciones a otro. Pocos autores pueden hacerlo. Todos encontramos enseguida nuestros l¨ªmites. Por eso muchos escogen un g¨¦nero y no lo cambian jam¨¢s. Yo, por ejemplo, no puedo escribir una novela sentimental. Tengo algo m¨¢s de pericia con los cr¨ªmenes¡ O al menos eso tiendo a creer.
J. B. Vivimos como si fu¨¦ramos criaturas ¨²nicas, con un alma ¨²nica, una especie de piloto que luce constantemente en nuestro pecho, como la l¨¢mpara del sagrario en una iglesia. Pero esa idea del ¡°yo¡± es lo que Coleridge, en otro contexto, llamaba ¡°religi¨®n derramada¡±. Nuestro supuesto ¡°yo¡± es la supuesta ¡°alma¡± inventada por la religi¨®n. De hecho, en realidad, somos una colecci¨®n de actitudes, opiniones, reflejos, emociones, y cambiamos a cada instante. ?El hombre que deja el lecho de su amante y se encuentra en la calle con su peor enemigo es el mismo hombre? Por supuesto que no, respondo yo. Como dec¨ªa Whitman, cada uno de nosotros contiene multitudes en su interior. ?Hasta qu¨¦ punto es dif¨ªcil, pues, escribir dos tipos distintos de libros? Yo trabaj¨¦ como corrector de textos en un peri¨®dico durante 35 a?os, y otros 10 a?os m¨¢s como responsable de libros en The Irish Times. De d¨ªa escrib¨ªa mis libros y por la noche iba a la redacci¨®n y me convert¨ªa en otra persona. Y mi experiencia no es solo m¨ªa, sino la de todos. Como dijo T. S. Eliot, ¡°preparamos un rostro para afrontar los rostros que nos encontramos¡±. En cualquier caso, el concepto de ¡°g¨¦nero¡± no me gusta. La buena escritura es buena escritura, y la buena escritura se puede encontrar en cualquier forma. Cuando mi esposa y yo, hace muchos a?os, compramos nuestro primer lavavajillas, el manual de instrucciones ten¨ªa un estilo claro y conciso que hac¨ªa que fuera un placer leerlo. La nieve estaba sucia, de Simenon, es, para m¨ª, una obra de arte de tanta calidad como Por el camino de Swann. De modo que ?vivan las palabras!
EL ?XITO DE LA NOVELA POLICIACA EN OCCIDENTE
J. B. El objetivo supremo de la civilizaci¨®n occidental, al menos en la era moderna, es una vida pac¨ªfica para todos los ciudadanos. Por supuesto, es un objetivo que solo alcanzan unos pocos: digamos que las clases medias, los principales consumidores de novelas y pel¨ªculas y series de televisi¨®n cultas. Sin embargo, la paz, como sabemos, no es un estado natural para el hombre, porque somos la especie m¨¢s salvaje que ha vivido o vivir¨¢ jam¨¢s en la Tierra, de modo que nos encontramos en una situaci¨®n parad¨®jica, tranquilos y a gusto en nuestras vidas, pero, en el fondo, con sed de violencia, crueldad y caos. En esta falta de autenticidad, de mala fe sartriana, recurrimos a la ficci¨®n policiaca, tanto en los libros como en la pantalla grande o peque?a, para tener la impresi¨®n de que experimentamos esa violencia que falta en nuestras vidas. Ese es el verdadero significado del t¨¦rmino ¡°escapismo¡±: no intentamos escapar de la realidad, sino hacia ella. Y, a medida que la violencia en el mundo se vuelve cada vez m¨¢s monstruosa, y las informaciones sobre ella cada vez m¨¢s expl¨ªcitas, queremos que nuestro crimen ficticio sea igual de terrible o m¨¢s, al tiempo que seguimos haciendo declaraciones huecas sobre la moral burguesa. De ah¨ª la inmensa popularidad, por ejemplo, de las novelas de Stieg Larsson o de los libros y pel¨ªculas de Hannibal Lecter, en los que se cometen unas crueldades dif¨ªcilmente imaginables contra unas mujeres j¨®venes y son j¨®venes hero¨ªnas quienes hacen justicia.
P. L.: ¡°La novela negra logra objetivar la violencia que no ha dejado de aumentar: precariedad, pobreza, paro¡±
P. L. Tiene raz¨®n; la novela negra posee varias virtudes pr¨¢cticas. Adem¨¢s de las que enumera usted, creo que la novela negra es un buen ejemplo de la funci¨®n del relato como explicaci¨®n del mundo en una ¨¦poca en la que se derrumban los mitos fundacionales, las historias sagradas y los metarrelatos. (Es posible tambi¨¦n que, como sugiere Auden, el ¨¦xito de la literatura policiaca en los pa¨ªses protestantes se justifique en la ausencia del rito de la confesi¨®n). Ahora bien, creo que la novela negra cumple tambi¨¦n una funci¨®n social de ¡°purga¡±: en las sociedades en las que la violencia f¨ªsica ha retrocedido sin cesar desde el siglo XIX (es m¨¢s visible, pero cuantitativamente es menos frecuente), la novela negra permite objetivar otra violencia que, por el contrario, no ha dejado de aumentar: la violencia simb¨®lica (precariedad, pobreza, paro, violencias sociales, etc¨¦tera). Creo asimismo que es un g¨¦nero valorado por los lectores porque sit¨²a la culpa sobre los hombros de un ¨²nico responsable, y eso es muy tranquilizador. Y nos permite ver a otra persona condenada y castigada por cometer unos actos de los que, en el fondo, nosotros tambi¨¦n nos sentimos capaces.
John Banville, agente doble
- Nacido en Wexford (Irlanda) en 1945, el autor y periodista supo con 12 a?os que quer¨ªa ser escritor. Public¨® su primer libro, Long Lankin (recopilaci¨®n de relatos no traducida al espa?ol), en 1970 y su producci¨®n roza ya la treintena de t¨ªtulos. Unos los ha escrito como John Banville; otros, como Benjamin Black, su alter ego en novela negra.
- Premio Booker 2005 por El mar, Banville ha visto tambi¨¦n reconocido su trabajo con el Guardian (Kepler), el Nonino a toda su obra, el Kafka y el Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras, aunque ¨¦l no los ve claros. "No me gusta ninguno de mis libros", confes¨® en 2016 a este peri¨®dico. "De hecho, me siento avergonzado de todos".
- Autor de obras como Cop¨¦rnico o La carta de Newton, ha aportado a la novela negra t¨ªtulos tan conocidos como El secreto de Christine y Muerte en verano.
LA LITERATURA Y LA REALIDAD
P. L. Stendhal dec¨ªa que una novela ¡°es un espejo que uno lleva mientras recorre el camino¡±. La definici¨®n sigue valiendo: la literatura es una gran m¨¢quina para descifrar el mundo. Cada novela propone al lector una visi¨®n del mundo determinada, es decir, una forma de verlo, abordarlo y comprenderlo. En este sentido, no existe nada m¨¢s ¡°real¡± que la ficci¨®n. Preguntar ¡°de qu¨¦ forma¡± implica un punto de vista m¨¢s ¡°t¨¦cnico¡±. Cada disciplina que pretende explicar el mundo tiene su herramienta preferida para hacerlo: la historia tiene los hechos, la sociolog¨ªa, las estad¨ªsticas, la psicolog¨ªa, la experimentaci¨®n, etc¨¦tera. La herramienta de la literatura es la emoci¨®n. La emoci¨®n (positiva, negativa: empat¨ªa, horror, deseo, duda, odio, etc¨¦tera) que siente el lector mientras lee una ficci¨®n le permite ver el mundo desde el ¨¢ngulo que sugiere el novelista. Gracias a esa emoci¨®n, entra y evoluciona en una realidad diferente a la suya y, por consiguiente, se abre a nuevos horizontes.
J. B. En el arte ¡ªy creo que la novela es, al menos en potencia, una forma art¨ªstica¡ª, lo que importan no son los hechos, sino la verdad, y las dos cosas no son necesariamente sin¨®nimas. Las verdades del arte no son los hechos reales. Una novela parece extraordinariamente similar a la vida ¡ªv¨ªvida, life-like, decimos en ingl¨¦s¡ª, pero, como muestra cualquier momento de reflexi¨®n, en realidad no se parece en absoluto. Aquiles, Emma Bovary y Leopold Bloom pueden parecernos m¨¢s reales que la persona que se sienta a desayunar frente a nosotros cada ma?ana a pesar de que son personajes de novelas y, por tanto, est¨¢n hechos de palabras y no tienen una sustancia real en el mundo. Una novela, incluso Finnegans Wake, tiene un principio, un desarrollo y un final; la vida, no. No recordamos cuando nacimos, y, como observ¨® Wittgenstein, la muerte no es una experiencia de vida, de modo que nuestras vidas no son m¨¢s que un desarrollo incoherente. Por el contrario, la novela es, como todas las dem¨¢s obras de arte, un objeto acabado, redondeado y pulido, una cosa completa. Entonces, ?c¨®mo puede ¡°mostrar la realidad¡± una novela? La respuesta, creo, es que el arte no se queda en los meros ¡°hechos¡±, sino que se dirige a una verdad que est¨¢ m¨¢s all¨¢, la realidad real, por as¨ª decir, de la que tenemos atisbos ocasionales mediante lo que usted llama, si he comprendido bien, emoci¨®n. Henry James dijo: ¡°El arte hace la vida¡±, y creo que quer¨ªa decir que el arte nos hace saber con mucha m¨¢s certeza que estamos vivos, que estamos conscientes, que somos humanos.
Pierre Lemaitre, novelista tard¨ªo
- Autor que debe esencialmente su reputaci¨®n al g¨¦nero policiaco, Lemaitre (Par¨ªs, 1951) gan¨® el Premio Goncourt 2013 por Au revoir l¨¤-haut ¡ªNos vemos all¨¢ arriba¡ª, curiosamente una novela sobre la Primera Guerra Mundial, alejada del terreno que mejor domina.
- Es guionista adem¨¢s de escritor tard¨ªo. Estudi¨® Psicolog¨ªa, cre¨® una empresa de formaci¨®n pedag¨®gica, ha ejercido de profesor de literatura y no se estren¨® como novelista hasta pasada la cincuentena. Debut¨® con Travail soign¨¦ (2006), publicada en espa?ol como Irene, protagonizada por el ya consagrado inspector Camille Verhoeven.
- Multipremiado y muy traducido, ha publicado Alex, Rosy & John, Camille y Vestido de novia, entre otras obras.
P. L. Estoy completamente de acuerdo con su punto de vista. Me gustar¨ªa a?adir que la definici¨®n propuesta por Aragon me sigue pareciendo pertinente: ¡°La novela es una m¨¢quina inventada por el hombre para entender la realidad en toda su complejidad¡±. La literatura es una m¨¢quina para descifrar el mundo. Como todo el mundo, he sentido envidia. Pero cuando mejor comprend¨ª mi envidia (y, por tanto, cuando mejor la super¨¦) fue al leer la historia de la envidia de Charles Swann en Proust. Cuando mejor comprend¨ª que mi actitud respecto a mi hija pod¨ªa llegar a ser perjudicial fue al descubrir la relaci¨®n entre Nicol¨¢s Andreievitch y la princesa Mar¨ªa. Llegamos, en este sentido, a una paradoja muy fecunda: es la ficci¨®n la que permite comprender la realidad.
Posdata: Concluir¨¦ en este punto, y con la alegr¨ªa de saber que pronto me mostrar¨¢ usted d¨®nde se encuentra en Finnegans Wake el desarrollo (el principio y el final me parecen un poco menos dif¨ªciles¡).
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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