Epidermis
Gustavo Dudamel encarna como pocos el ideal democratizador y salv¨ªfico de la m¨²sica
Beethoven: Sinfon¨ªa n¨²m. 9. Orquesta Sinf¨®nica Sim¨®n Bol¨ªvar. Cor de Cambra del Palau de la M¨²sica y Orfeo Catal¨¢. Dir.: Gustavo Dudamel. Auditorio Nacional, 16 de marzo.
¡°Se ha rodeado la sinfon¨ªa con coros de una niebla de palabras y de ep¨ªtetos considerables. Es [¡] la obra maestra que ha o¨ªdo el mayor n¨²mero de estupideces. Resulta sorprendente que no haya quedado sepultada bajo el mont¨®n de prosa que ha suscitado; [¡] al final hemos convertido a esta obra tan fuerte y tan clara en un espantajo para el p¨²blico¡±. As¨ª expresaba Claude Debussy en 1901 la opini¨®n que le merec¨ªa el derroche de palabrer¨ªa suscitado por la Novena Sinfon¨ªa de Beethoven, quiz¨¢ la obra m¨¢s difundida y m¨¢s apaleada de toda la historia de la m¨²sica occidental.
Poco despu¨¦s, en 1912, apareci¨® en Viena un estudio de nada menos que 332 p¨¢ginas dedicado ¨ªntegramente a desmigajar hasta el ¨²ltimo aspecto de la partitura y de su tradici¨®n interpretativa. Su autor, Heinrich Schenker, se hab¨ªa propuesto, entre otras cosas, defender su condici¨®n de ¡°m¨²sica absoluta¡±, refutando con ello las tesis de quienes, como Wagner, hab¨ªan abierto la puerta sin ambages a lecturas o asociaciones extramusicales. Y la mirada wagneriana fue a su vez el acicate directo de la imaginaci¨®n visual de Gustav Klimt cuando pint¨® los 34 metros de su famoso Friso de Beethoven que a¨²n puede admirarse en el edificio vien¨¦s de la Secession: en ¨¦l, la Novena se presenta como una compleja alegor¨ªa, rica en s¨ªmbolos y figuras arcaizantes, de la ardua b¨²squeda de la felicidad por parte de la humanidad.
Gustavo Dudamel, como buque insignia del Sistema venezolano, encarna como pocos el ideal democratizador y salv¨ªfico de la m¨²sica: los j¨®venes que tocan y se forman en sus cientos de orquestas encuentran en ellas un feliz espacio de convivencia lejos del rigor y las reyertas de las calles. Por eso la fraternidad y la dicha que pregona la Novena la convierten en una obra pensada casi para ellos. La escuchada en Madrid, sin embargo, ha estado muy, muy lejos de ser una gran versi¨®n. Una orquesta desmesurada, con una secci¨®n de cuerda abultad¨ªsima (?16 primeros violines!) y maderas, trompas y trompetas dobladas, rara vez produjo un sonido compacto, concentrado y d¨²ctil. La m¨²sica iba infl¨¢ndose y desinfl¨¢ndose acorde con lo prescrito en la partitura, casi nunca porque as¨ª lo demandara su curso natural o su l¨®gica implacable. En todo momento se impuso la f¨ªsica a la metaf¨ªsica y privar de esta ¨²ltima a las obras del Beethoven postrero equivale a despojarlas de su principal raz¨®n de ser.
La orquesta viene de tocar en Barcelona el ciclo sinf¨®nico completo del compositor alem¨¢n, pero, a tenor de esta Novena madrile?a, no cabe sacar conclusiones muy positivas sobre las afinidades o credenciales beethovenianas de Dudamel. En los cuatro movimientos falt¨® el trazo largo, el dibujo de la gran forma que abstrajo Schenker: sonaron desestructurados, insulsos, tocados unas veces con br¨ªo, otras con lirismo, pero siempre sin sustancia interna. La versi¨®n del venezolano fue una sucesi¨®n de oleadas de sonido, m¨¢s suaves o, en ocasiones, m¨¢s vociferantes y efectistas, pero tristemente epid¨¦rmicas, sin ahondar en la dermis, en la carne, en las arterias. S¨®lo el comienzo del segundo movimiento pareci¨® m¨¢s prometedor, pero enseguida acab¨® torci¨¦ndose, desliz¨¢ndose hacia la banalidad con ataques violentos y desequilibrios ostensibles entre cuerda y viento. Correcta la prestaci¨®n coral y rozando el aprobado pelado los cuatro solistas. No hab¨ªa una butaca libre y la expectaci¨®n inusitada del comienzo se tradujo en bravos y aplausos entusiastas al final.
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