Bajo los adoquines, el museo
Hace 60 a?os, el situacionismo proclam¨® la rendici¨®n de la vanguardia. Una muestra en Barcelona lo certifica
De la misma manera que los ingleses inventaron el retrato como una representaci¨®n ret¨®rica del individuo, donde la posici¨®n de la cabeza, las manos, el torso y las piernas anuncian la gloria o un drama que est¨¢ por venir, los franceses hicieron de ¨¦l un arte social, queriendo sugerir que la pintura no trata de un asunto personal sino que pertenece a la historia, que los seres humanos, victoriosos o derrotados, aprenden, recuerdan y actuar¨¢n. El historiador Georges Didi-Huberman (Saint-?tienne, 1953), ide¨®logo de la muestra Insurrecciones, ahora en el Museu Nacional d¡¯Art de Catalunya, dibuja el rostro de la insumisi¨®n a lo largo de dos siglos como si fuera el retrato de Dorian Gray, con m¨¢s p¨²stulas y estr¨ªas que las que tiene la lucha social hoy. Era el riesgo de llevarla a un museo: que cada gesto, cada desorden, cada testimonio de agitaci¨®n pol¨ªtica representado por el artista terminara petrificado en un friso cl¨¢sico de seres humanos en lucha que, como el caballo del Guernica, estiran sus cervicales para conquistar los cielos. As¨ª exhibe el Museu Nacional d¡¯Art de Catalunya (MNAC) la ret¨®rica del combate y la lucha sostenida: multitudes, banderas, barricadas, represi¨®n, vandalismo, gritos, l¨¢grimas. Tambi¨¦n poes¨ªa. Parafraseando a Huberman, im¨¢genes pese a todo, conmovedoras, intensas, pero cuando se las ve en su conjunto tienen un cierto aire de tedio.
Todo es imagen e historia. La insurrecci¨®n se produce como un gesto: los brazos se levantan, los corazones laten m¨¢s r¨¢pido, los cuerpos se despliegan y se multiplican, las bocas escupen la mordaza. Las coreograf¨ªas se hacen visibles en el espacio p¨²blico. Hay im¨¢genes desde la primera modernidad: los Desastres de Goya (?no hay remedio?), la niebla matinal del puerto de Odessa en El acorazado Potemkin, los bronces de Julio Gonz¨¢lez, los dibujos de Isidre Nonell o las m¨¢s recientes de los desplazados en Europa. Es la lucha embalsamada, barnizada tres y cuatro veces bajo una extra?a pero eficaz mayonesa de instant¨¢neas. Hasta los psic¨®grafos situacionistas se asoman p¨¢lida y t¨ªmidamente, como si hubieran estado escondidos en dep¨®sito durante m¨¢s de medio siglo. Guy Debord, padre del movimiento art¨ªstico m¨¢s comprometido pol¨ªticamente de la posguerra (1957-1972), bailaba sobre la tumba del arte con este guillotinazo: ¡°La vanguardia debe rendirse sin m¨¢s, su negaci¨®n del arte, tomado ahora como arte, debe invalidarse de una vez. El dibujo de un bigote en la Mona Lisa no es m¨¢s interesante que la versi¨®n original de la pintura¡±.
Hay que reconocerle a Huberman haber sabido elevar a otro nivel de prestigio la imposibilidad de la vanguardia: la Real Academia Insurrecta en el museo. Tal es as¨ª, que el recorrido, dividido en seis secciones, adopta la forma de uno de los conceptos que mejor definen la virtud c¨ªvica del pensamiento franc¨¦s: la deriva. Parece divertido aunque en ocasiones apunta inexorablemente hacia la insipidez y arrogancia de una peque?a pero importante parte de la creaci¨®n reciente.
Hace 60 a?os, el situacionismo de Debord fue capaz de concebir una pol¨ªtica cultural que evidenci¨® el capitalismo de mercadotecnia por los medios m¨¢s ins¨®litos, como participar en los consejos de trabajadores o la publicaci¨®n de textos decisivos para el levantamiento estudiantil del Mayo del 68. ¡°La cultura refleja, pero tambi¨¦n prefigura, las posibilidades de organizaci¨®n de la vida en una sociedad dada¡±, escribi¨® el creador del Jeu de la Guerre (1965), un tablero con fichas inspirado en el texto de Clausewitz que fue adaptado a videojuego en 2008. Y aunque el movimiento se disolvi¨® en 1972, no cabe duda de que tuvo su vida despu¨¦s de la muerte a trav¨¦s de sus publicaciones, algunas fundamentales, como La sociedad del espect¨¢culo que ahora cumple medio siglo de vida, con el capital acumulado que supone ser uno de los libros m¨¢s genuinamente hegelianos del pensamiento franc¨¦s. El estratega Debord tambi¨¦n anot¨®: ¡°Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representaci¨®n¡±. Lo hizo en un momento en que la cultura pop empezaba a entrar y salir en los circuitos art¨ªsticos como un chupachup en la boca de un ni?o.
A Debord le gustaba citar al poeta favorito de los surrealistas, el Conde de Lautr¨¦amont: ¡°El plagio es necesario; est¨¢ impl¨ªcito en el progreso¡±. Solo desde esa obstinaci¨®n absurda y distante, la que llev¨® a Asger Jorn a apropiarse del retrato de una ni?ita con una comba enrollada en sus manos y pintarle un bigote y perilla ¡ªel lienzo L¡¯avangarde se rende pas (la vanguardia no se rinde, 1962)¡ª, se puede sacar partido a la muestra. Dicho de otra forma: ser fl?neurs de tiempo libre: la otra cara del trabajo alienado.
La muestra es un collage que intercala lo subjetivo y lo social, lo art¨ªstico y lo pol¨ªtico, con un a?adido de v¨ªdeos y fotograf¨ªas realizados en los ¨²ltimos 10 a?os que se exhiben desplegados como en una escena de pastores: reba?os que antes estuvieron extraviados se mueven ahora atendidos por el braco de Saint-?tienne. El discurso corre en deriva, en un deambular m¨¢s surrealista que realista que el visitante debe recodificar, desviar hacia nuevas visiones, a poder ser subversivas. Tarea dif¨ªcil, pues muchas de las im¨¢genes de conflictos se muestran absurdamente estetizadas. ?Querr¨ªa Huberman revaluarlas dial¨¦cticamente? ¡°No hay un v¨ªdeo, una fotograf¨ªa situacionista, sino solo un uso situacionista de estos medios¡±. De nuevo Debord.
La exposici¨®n se present¨® el pasado invierno en el Jeu de Paume de Par¨ªs y en Barcelona est¨¢ ampliada con casi un centenar de obras procedentes de las colecciones del MNAC, del Arxiu Fotogr¨¤fic de Barcelona y del Nacional de Catalunya, destacando una selecci¨®n de carteles y fotograf¨ªas del periodo de la guerra civil espa?ola. De todo lo visto, queda el cat¨¢logo, que, esta vez s¨ª, moviliza y saca las obras de las oscuras salas del museo, arrastradas por los textos de Judith Butler, Antonio Negri, Marie-Jos¨¦ Mondzain, Jacques Ranci¨¨re y el propio Huberman. Funcionan, al menos, como contraataque.
¡®Insurrecciones¡¯. MNAC. Barcelona. Hasta el 21 de mayo.
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