Juan Jos¨¦ Padilla: la sorprendente y perfecta gesti¨®n de una desgracia
Ser figura (Jos¨¦ M. Manzanares) es un don que debe ser respetado aun en plaza de tercera
El caso del torero Juan Jos¨¦ Padilla (Jerez de la Frontera, 1973) es sumamente sorprendente. Sobrepasa los l¨ªmites del toreo y entra en los terrenos de la fortaleza especial de algunos elegidos que la combinan con una innata capacidad para la comunicaci¨®n y erigirse en un referente social.
El caso de Padilla es la perfecta y sorprendente gesti¨®n de una desgracia; de aquella que, fat¨ªdicamente, le sorprendi¨® en octubre de 2011, con motivo de la feria del Pilar, cuando un toro de Ana Romero le arranc¨® el ojo izquierdo.
Fue una de esas cogidas que retiran a un torero, y no solo por la p¨¦rdida del ojo, sino por las numerosas intervenciones a las que ha debido someterse por los muchos destrozos que sufri¨® en la cara.
Pero, milagrosamente, en contra de toda l¨®gica, Padilla ¡®resucit¨®¡¯ de sus propias cenizas, luch¨® tit¨¢nicamente contra la adversidad, soport¨® con admirable estoicismo las inclemencias de una dolorosa rehabilitaci¨®n, y reapareci¨® en marzo del a?o siguiente en Olivenza como si nada.
El caso de Padilla sobrepasa los l¨ªmites del toreo y entra en los terrenos de la fortaleza especial de algunos elegidos
Y eso no fue todo.
Cuando un toro le cambi¨® la vida en Zaragoza, Padilla era ya un diestro veterano (tom¨® la alternativa el 18 de junio de 1994), valiente, bullidor, de toscas y aceleradas maneras, fijo en las corridas duras, respetado como profesional, pero no admirado como figura, un diestro de p¨²blico ferial, y no de aficionados. Un torero m¨¢s, con una desgracia a cuestas, que hab¨ªa iniciado su declive hacia una futura y pr¨®xima retirada. Y el pit¨®n del toro, m¨¢s que un cornad¨®n parec¨ªa la puntilla definitiva a una decorosa carrera.
Pues, no. Padilla rompi¨® los esquemas establecidos para cualquier humano, y se present¨® ante el mundo como un superm¨¢n, con una entereza fuera de lo com¨²n, con una f¨¦rrea voluntad de superaci¨®n, con una fuerza y coraje muy por encima de los l¨ªmites habituales.
Pero tambi¨¦n es verdad que esa actitud es propia de los toreros, seres hechos de otra pasta, se dice y con raz¨®n. Todos ellos, con muy raras excepciones, se sobreponen con milagrosa rapidez y ¨¢nimo a las adversidades de la profesi¨®n. Y Padilla no fue una excepci¨®n.
El torero se hizo un hueco en los carteles de post¨ªn y compa?ero de las figuras
Y hubo m¨¢s. Padilla triunf¨® en su reaparici¨®n -no ya en la corrida de Olivenza, sino toda la temporada-, se abri¨® un hueco propio en las corridas de post¨ªn, se hizo compa?ero habitual de las figuras, dijo adi¨®s a las ganader¨ªas duras y prob¨® la miel de las comerciales; y lo m¨¢s extraordinario: se le reconoci¨® como uno de los grandes.
?Qu¨¦ hab¨ªa ocurrido? ?D¨®nde estaba el misterio de esa transformaci¨®n inesperada y tan sorprendente como imposible para la mayor¨ªa de los mortales?
A Padilla lo adorna una cualidad de la que solo goza una minor¨ªa cualificada: comunica muy bien, posee un mensaje coherente y cercano, que llega al p¨²blico con facilidad; demuestra, asimismo, que cuenta con una fecunda vida interior, no tiene problema alguno en confesarse creyente y mostrar su confianza en Dios, y expresa con sencillez y contundencia serias y profundas reflexiones sobre el ser humano.
Padilla no solo es un h¨¦roe, que ya es importante; lo m¨¢s grande es que ha conseguido que la sociedad en general lo reconozca como tal.
Padilla no solo es un h¨¦roe; ha conseguido que la sociedad lo reconozca como tal
M¨¢s all¨¢ de sus condiciones toreras, Padilla es un referente del esfuerzo, el sacrificio, la vocaci¨®n, la fortaleza¡
Sigue siendo el mismo torero tosco y bullidor de siempre, pero se le escudri?a con la sana envidia de quien aspira a unos valores que parecen inalcanzables.
¡°Me miro al espejo con orgullo¡±, ¡°El sufrimiento es parte de la gloria¡±, ¡°Lo bonito del triunfo es la ilusi¨®n por alcanzarlo¡± son frases suyas que nada tienen que ver, necesariamente, con su profesi¨®n de torero.
Su caso es un ejemplo de una perfecta gesti¨®n de la desgracia. La grav¨ªsima cornada de Zaragoza no solo no lo ha retirado, sino que lo ha aupado a los primeros puestos del escalaf¨®n y a la cima del reconocimiento social. Decididamente, Padilla est¨¢ hecho de otra pasta, como todos sus compa?eros, y goza, adem¨¢s, de unas cualidades impropias de la mayor¨ªa de los seres humanos. Esa es tambi¨¦n su gran fortaleza.
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, en Illescas
Ser figura del toreo es un don, que va mucho m¨¢s all¨¢ de ser un torero admirado, ganar dinero, recoger premios y hacerse selfies en las inmediaciones de la plaza. Ser figura del toreo es un compromiso con la profesi¨®n y con la tauromaquia, y obliga a una buena dosis de seriedad, rigor y exigencia. Una figura es un referente social, un ejemplo en el ruedo y en la calle. Una figura se debe comportar siempre con exquisito respeto a su profesi¨®n.
La fiesta de los toros necesita de gente seria aun en plaza de tercera
El pasado s¨¢bado, en la localidad toledana de Illescas, Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares se empe?¨® en que se indultara al sexto de la tarde, un toro nobil¨ªsimo, de almibarada condici¨®n, que hizo una nula pelea en varas, y no merec¨ªa en modo alguno el perd¨®n presidencial.
As¨ª lo entendi¨® el us¨ªa; incluso, hizo un gesto al torero para que montara la espada. Pero Manzanares, en un acto de maleducada rebeld¨ªa, solt¨® los trastos, se sent¨® en el estribo de la barrera y se dispuso a esperar que sonaran los tres avisos. L¨®gicamente, indispuso al p¨²blico contra el palco, que se vio obligado a mostrar el pa?uelo naranja.
Esa no es una actitud de figura de toreo. As¨ª no se respeta ni se hace respetar la tauromaquia. Presionar y ridiculizar al presidente no es propio de un torero de verdad. La fiesta de los toros necesita de gente m¨¢s seria, m¨¢s ecu¨¢nime, m¨¢s torera¡ aun en plaza de tercera.
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