Yves Klein crea un oasis azul en Buenos Aires
Argentina acoge la primera retrospectiva de este artista franc¨¦s que cambi¨® el yudo por una pintura hipn¨®tica

Yves Klein invent¨® un azul fulgurante, m¨¢s intenso que la fusi¨®n del cielo y el mar. Con ese color hipn¨®tico, que lleg¨® a registrar, Klein cre¨® cuadros monocrom¨¢ticos, lo us¨® sobre modelos desnudas a las que estrell¨® contra lienzos y logr¨® imprimir sobre ¨¦l el efecto del viento y de la lluvia. Ese azul que le fascin¨® y lo convirti¨® en uno de los grandes artistas europeos de posguerra tambi¨¦n lo envenenaba lentamente, por la elevada toxicidad de los adherentes de poli¨¦ster con los que mezclaba el pigmento original. Su temprana muerte -de un tercer infarto a los 34 a?os- interrumpi¨® una muy breve pero prol¨ªfica producci¨®n art¨ªstica, de m¨¢s de 1.200 obras. La cuidada selecci¨®n de 70 de ellas y un centenar de documentos personales de los Archivos Klein forman parte de la retrospectiva de Yves Klein (Niza, 1928-Par¨ªs,1962) que se inaugura este s¨¢bado en Fundaci¨®n Proa, en Buenos Aires.

Hijo ¨²nico de dos artistas muy distintos, la reconocida pintora abstracta Marie Raymond (1908-1989) y Fred Klein (1898-1990), pintor figurativo, amante de los paisajes y los caballos, Klein rechaz¨® en su adolescencia el arte y se decant¨® por el yudo. Pas¨® un a?o y medio en Jap¨®n, donde obtuvo el t¨ªtulo de cintur¨®n negro y 4? Dan, el m¨¢ximo concedido entonces a los europeos. A su regreso a Francia no se lo reconocieron, as¨ª que se mud¨® a Madrid, donde se convirti¨® en entrenador del equipo nacional de yudo. La pr¨¢ctica de ese arte marcial, sumada a su espiritualidad, le gui¨® m¨¢s tarde en su b¨²squeda de la energ¨ªa de lo que no se ve y de su exploraci¨®n de un camino hacia lo absoluto.
No siempre pint¨® en azul. En la muestra est¨¢ su primer cuadro para una exposici¨®n, Expresi¨®n del universo de color naranja plomo, que fue rechazado en 1955 por el Salon de R¨¦alit¨¦s Nouvelles de Par¨ªs porque "un ¨²nico color no era suficiente para construir una pintura". No dio su brazo a torcer, se?ala el comisario de la exposici¨®n y responsable de los Archivos Klein, Daniel Moquay: en su siguiente presentaci¨®n p¨²blica mostr¨® cuadros monocromo amarillos, rosas, rojos, verdes y azules. Pero ya en 1957 Klein se hab¨ªa enamorado de ese color ultramar saturado. Liber¨® 1.001 globos azules llenos de helio para celebrar la inauguraci¨®n de su muestra Proposici¨®n Monocromo. ?poca Azul en la galer¨ªa Iris Clert de Par¨ªs.
En la retrospectiva en Buenos Aires, entre sus obras azules destaca la piscina de la planta baja, que invita a la contemplaci¨®n pausada. "En Jap¨®n no hay que explicar nada, la obra de Klein se asemeja a un jard¨ªn zen", dice Moquay frente a un tr¨ªptico formado por tres obras monocromas. Klein explicit¨® su deseo de provocar un efecto narcotizante en el espectador cuando imagina en Dimanche, diario de un d¨ªa la distribuci¨®n de p¨ªldoras "que causan una agradable torpeza din¨¢mica, en la que aparece un espacio inmenso, tanto interior como exterior, de color azul, azul monocromo uniforme [...] Es la beatitud de los para¨ªsos artificiales en azul. Todo el mundo se relaja".
Pinceles de carne y fuego
El "pibe (ni?o) azul" -como lo define Moquay en un gui?o al p¨²blico porte?o- empap¨® de ese color esponjas, rodillos, esculturas y el cuerpo de sus modelos, entre las que estaba la joven artista alemana Rotraut Uecker, que despu¨¦s se convirti¨® en su esposa. Esos "pinceles vivos" dejaron en algunas obras huellas est¨¢ticas; en otras, rastros de su movimiento. Tambi¨¦n pint¨® con fuego. El control de ese elemento -mediante un lanzallamas de gran potencia que pesaba 60 kilos- le permiti¨® inmortalizar formas femeninas sobre cartones y tablas.

Su corta carrera se caracteriz¨® por la abundancia de gestos radicales y teatrales, que lo sit¨²an como precursor de la performance. Salto al vac¨ªo, su fotograf¨ªa en blanco y negro de 1960, muestra a un Klein mago, capaz de desafiar las leyes de la gravedad y quedar suspendido en el aire tras haber saltado por la ventana. Ese mismo a?o, en la inauguraci¨®n de la muestra Antropometr¨ªas de la ?poca Azul en Par¨ªs, Klein pint¨® ante el p¨²blico presentes varios cuadros con tres modelos desnudas cubiertas por pintura azul. Mientras, nueve m¨²sicos tocaban su Sinfon¨ªa mon¨®tona-silencio, que consist¨ªa en una sola nota interpretada durante 20 minutos, seguida por otros 20 minutos de silencio. Moquay se entusiasma al recordar c¨®mo la pieza musical de Klein fue interpretada unos meses atr¨¢s en la catedral de San Francisco y busca un lugar id¨®neo para repetir la experiencia en Buenos Aires.
La b¨²squeda del artista por lo inmaterial culmin¨® con la ceremonia realizada a orillas del Sena en 1959 y que bautiz¨® como Zona de sensibilidad pict¨®rica inmaterial (1959). Klein vendi¨® un "espacio vac¨ªo" a un coleccionista de arte a cambio de lingotes de oro. El artista le entreg¨® un recibo por la transacci¨®n, pero el comprador deb¨ªa quemarlo y arrojar sus cenizas al r¨ªo. Las fotos de esa acci¨®n, que Moquay considera "la obra m¨¢s importante de Klein" pueden verse en la retrospectiva. "Mientras Warhol se centr¨® en s¨ªmbolos que encarnan la l¨®gica de la sociedad de consumo estadounidense, Klein desat¨® su arte inmaterial y espiritual", dice el comisario. El estado zen al que convoca la muestra convierte a Proa en un oasis azul en medio de la ruidosa y acelerada Buenos Aires.
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