Gin¨¦s Mar¨ªn corta dos orejas y sale a hombros en otra tarde sin historia
Cayetano obtuvo una, y Ponce se estrell¨® ante una corrida muy floja y sin argumentos
En dos horas y tres cuartos de corrida, saltaron a la arena hasta ocho toros. Los dos primeros, del hierro titular, devueltos por inv¨¢lidos. Y alg¨²n otro que se salv¨® de la quema, igual hubiera merecido igual final. De los seis toros que, en fin, saltaron a la arena solo uno aguant¨® m¨¢s o menos bien la lidia. Fue el tercero, primero de Gin¨¦s Mar¨ªn. Toro, por otra parte, de escasa presencia, que tom¨® la muleta con cierta alegr¨ªa y suficiente recorrido. El resto fue una pena de corrida en todos los tercios.
Gin¨¦s Mar¨ªn, otro torero ahora mismo del gusto valenciano, tore¨® con gusto con la capa al tercero de la tarde. Para abrir la faena, el ya recurrido cambiado por la espalda. En este caso, al menos, el cite fue m¨¢s original: muleta plegada y en el encuentro despliegue de la franela para sacarse al toro con uno de pecho. Desde ese primer momento, Mar¨ªn ocup¨® con desparpajo y personalidad el escenario. Una faena muy variada, crom¨¢tica, de mucho colorido, en la que el toreo fundamental existi¨® pero no fue el principal argumento, ni tampoco la profundidad. Cambiados por la espalda sobre la marcha, cambios de mano, series cortas pero llegadoras a la gente, que el torillo admiti¨® sin rechistar. Los doblones finales, enmarcaron una labor que tuvo sus efectos en el tendido. Y, en todo caso, la frescura de torero joven con cabeza despejada.
El sexto, con el hierro de Parlad¨¦ y con 607 kilos de peso (de sobrepeso), ya no fue lo mismo. Cortito de embestida, al paso cansino, permiti¨® a Mar¨ªn, no obstante, campar a sus anchas. Cuatro estatuarios, un natural y el de pecho, levantaron el tel¨®n a una faena de medios muletazos. No hab¨ªa m¨¢s tela que cortar. Ni m¨¢s toro por donde rascar. Superioridad en el torero, muy resuelto en todo momento y alg¨²n desplante que, en este caso y ante toro tan apagado, no sumaba. Las bernardinas finales, tambi¨¦n muy celebradas por la gente, y la estocada decidida, igual que en el otro, pusieron un final de premio con puerta grande incluida.
DOMECQ, VEGAHERMOSA, PARLAD? / PONCE, CAYETANO, MAR?N
Toros de Juan Pedro Domecq (1? bis, 3?, 4? y 5?), de Vegahermosa (2? bis) y Parlad¨¦ (6?), desiguales de presentaci¨®n, con escasas fuerzas, parados y muy nobles, excepto el segundo que se defendi¨® mucho.
Enrique Ponce: M¨¢s de media y descabello (saludos); m¨¢s de media (silencio).
Cayetano: estocada y dos descabellos (silencio); estocada (oreja).
Gin¨¦s Mar¨ªn: estocada _aviso_ (oreja); estocada (oreja).
Plaza de Valencia. 18 de marzo. Octava de Fallas. Lleno.
Cayetano tambi¨¦n se llev¨® el premio de la t¨®mbola en el quinto. Toro tambaleante, que aguant¨® de milagro en el ruedo. De rodillas comenz¨® la faena y el toro, para no ser menos, tambi¨¦n perdi¨® los cuartos delanteros en el trance. Mantenido con alfileres, el toro tom¨® la muleta sin que Cayetano lo molestara o le exigiera mayor compromiso en cada encuentro. Al aire del toro transcurri¨® una faena en la que los muletazos completos tampoco cab¨ªan. Una serie al final de naturales a pies juntos, tuvo intenci¨®n pero no resoluci¨®n porque a esas alturas el toro ya no ten¨ªa resuello para m¨¢s. Alg¨²n alarde final, un circular invertido, un desplante dando la espaldas al toro, fueron los definitivos fuegos artificiales que colorearon la cosa. Cayetano mat¨® bien a ese toro y recibi¨® recompensa.
El segundo de la tarde, sobrero de Vegahermosa, no tuvo presencia alguna. M¨¢s novillo que toro. Pero tuvo temperamento, o mala baba, porque pas¨® a la muleta dando cabezazos a diestro y siniestro, sin disimulo alguno. A tan feo estilo del torillo respondi¨® Cayetano con brevedad. Macheteo, escasos recursos lidiadores y a otra cosa, mariposa.
Una mole de 646 salt¨® de sobrero para sustituir al tullido primero. Tantos kilos en el toro que se acab¨® muy pronto. Enrique Ponce tir¨® de ¨¦l con suavidad, para no malgastar lo poco que pod¨ªa ofrecer aquel bulto de carne. De principio la suavidad tuvo causa y efecto. Pero no dur¨® nada la medicina. Cada vez m¨¢s pesado el toro, no daba de s¨ª. Ponce opt¨® por una faena justa de pases, lidiadora. No cab¨ªa otra cosa. El cuarto, otro toro regord¨ªo, lleg¨® al ¨²ltimo tercio sin casi poder respirar. Encogido de cuello, ahogado en su propio cuerpo, sin fuerza alguna, apenas dej¨® a Ponce mantener relaciones consentidas. Nada que hacer. Ponce se justific¨® como pudo y fue breve con la espada.
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