Leoncio Afonso, el ¨²ltimo sabio oficial de Canarias
Fund¨® los estudios de Geograf¨ªa en la Universidad de La Laguna
A los 100 a?os Leoncio Afonso ¡ªque falleci¨® este lunes con esa edad en Tenerife¡ª era todav¨ªa un lector iracundo de peri¨®dicos que pon¨ªa a parir a los l¨ªderes de la nueva hornada por su escasa cualificaci¨®n. ¡°No he visto tantos tontos juntos en pol¨ªtica¡±, dijo por las fechas en que cumpli¨® el siglo el viejo profesor de Geograf¨ªa, que hab¨ªa llegado a La Laguna, procedente de una familia rural de Bre?a Alta (La Palma), el octavo de diez hermanos y el ¨²nico que no se dedic¨® al campo, porque no serv¨ªa para las labores agr¨ªcolas y por eso lo pusieron a estudiar. Conquist¨® distinciones y honores, menos uno, que es reflejo de un olvido institucional imperdonable: el Premio Canarias.
Hab¨ªa tenido una vida dilatada y polifac¨¦tica de profesor universitario, emprendedor de iniciativas y elocuente profeta de estudios canarios, cuando el franquismo filtraba todo asomo de divulgaci¨®n de conocimientos prehisp¨¢nicos que pudieran alimentar ideas regionalistas, ya que no a¨²n nacionalistas, como no tard¨® en suceder. El nacionalismo canario, dec¨ªa Telesforo Bravo, era inevitable al calor de aquella informaci¨®n que cobraba cuerpo en las aulas y los liceos locales.
Quienes daban conocimiento de la tierra ¡ªtanto ¨¦l, como Telesforo Bravo, Alejandro Cioranescu o Mar¨ªa Rosa Alonso¡ª no eran nacionalistas, pero ellos lo incubaron sin darse cuenta. ¡°La historia es la m¨¢s importante arma pol¨ªtica¡±, dijo entonces, bajo la vela que val¨ªa por 100, en septiembre pasado, antes de soplar y que ahora la llama se apagara para siempre.
Un pibe de 100 a?os, como dicen en Canarias, no es una frase coloquial ante casos como el suyo, que ten¨ªa una receta para haber transitado por el siglo sin otra muesca en el rev¨®lver que su propia disnea de fumador empedernido de puros palmeros, a causa de la que se aplicaba a menudo las sondas nasales conectadas a su inseparable malet¨ªn de aire. ¡°Cualquier tiempo pasado fue peor¡±, refutaba el refr¨¢n este doctor honoris causa de la Universidad de La Laguna, donde fund¨® los estudios de Geograf¨ªa en los a?os cuarenta. Era el sabio oficial de la disciplina, de la que fue catedr¨¢tico ¡ª¡°mi mayor proeza¡±¡ª, el ¨²ltimo superviviente de una generaci¨®n de sabios inolvidables de esa universidad bicentenaria.
Aquella rebeld¨ªa simp¨¢tica que desplegaba sobre los pol¨ªticos le situaba en las ant¨ªpodas de Pedro S¨¢nchez; admiraba a Felipe Gonz¨¢lez, pero su independencia de criterio le hac¨ªa, sin embargo, af¨ªn a Pablo Iglesias: ¡°Ese chico llegar¨¢ a presidente¡±. Y se alegraba de que, pese a la torpeza general del hemiciclo, ¡°no va a haber m¨¢s guerras en Espa?a¡±, como aquella a la que fue en compa?¨ªa de amigos historiadores como Marcos Guimer¨¢ Peraza. Volvieron todos ilesos, ¡°ni un herido¡±, pero el recuerdo estigmatiz¨® a su generaci¨®n.
Hablaba bien, en todo caso, de sus maestros, y en particular de Juan ?lvarez Delgado, que lo trajo de una isla a otra, de La Palma a Tenerife, a dar clases cuando cre¨® la Facultad de Filolog¨ªa Cl¨¢sica, ante la escasez de titulados en Historia.
¡°El mundo es la gente que te rodea; si es grata, lo pasas fenomenal¡±, dec¨ªa. Ten¨ªa la risa f¨¢cil, propia de un car¨¢cter bienhumorado, que le traicion¨® cuando visit¨® por primera vez a Franco en El Pardo y no pudo contenerla al escuchar advertir al ujier que evitara tropezar con la alfombra para no irse de narices delante del dictador. Esa era su receta para ser feliz y longevo, la alegr¨ªa, pero no bastaba, seg¨²n ¨¦l, para salvar 100 a?os sin morir en el intento, escribiendo tomos sobre geograf¨ªa o toponimia, creando centros como la Escuela Oficial de Turismo, siendo concejal de La Laguna y consejero del Cabildo y viajando tanto a tantos sitios, entre Europa y Am¨¦rica. Su secreto era una combinaci¨®n de humor y de ¡°quitarle importancia a las cosas¡±. Nada m¨¢s y nada menos. Y, en lo posible, haber nacido enclenque como ¨¦l, porque as¨ª desarroll¨® las defensas.
Babelia
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