De los hermanos Marx, Monedero eligi¨® a Carlos
Monedero y Jos¨¦ Mota se parecen, y no solo porque se imiten
Jos¨¦ Mota llev¨® a Juan Carlos Monedero a El Acabose de Televisi¨®n Espa?ola. Los dos se parecen, y no solo porque se imiten. Una vendedora de chocolates (dijo Monedero) confundi¨® al profesor con Mota, y Mota con gafas (de Monedero) es Monedero tal cual. El parecido no sigue demasiado all¨¢, porque Monedero viaja por el mundo como Monedero, y no hay otro como ¨¦l, mientras que Mota es Jos¨¦ Mota y cien m¨¢s. Y todos hacen re¨ªr.
Hay algo que no se ve y es aquello en lo que se parecen los dos. Monedero lleva por dentro un sentimental que no se ha soltado a re¨ªr, mientras que Mota dej¨® en la casa al melanc¨®lico de Montiel y cuando est¨¢ en p¨²blico se r¨ªe sobre todo de la sombra de Mota. Mota es la Blasa por otros medios.
Monedero es Monedero aunque se tire en el asiento a re¨ªr a mand¨ªbula batiente. ?A mand¨ªbula batiente? No se le ve; Monedero se r¨ªe tap¨¢ndose la boca. Pues dentro lleva a un t¨ªmido. Toc¨® la guitarra sin usar los dedos, aguant¨® en clase al Pablo Iglesias estudiante (que era Mota disfrazado), defini¨® a Errej¨®n por su igual literario (Harry Potter, el aire de la magia) y a Pablo Iglesias lo elev¨® a la categor¨ªa de Sandok¨¢n, la fuerza. De s¨ª mismo dijo lo que dijo que dice Sabina: ¡°Tiene la maravillosa sensibilidad de una peluquera de provincias¡±.
Si en los shows del futuro humoristas e imitadores como Mota quieren seguir contando con Monedero este tendr¨ªa que ver menos a Woody Allen (al que cit¨®) y m¨¢s a los hermanos Marx; de los hermanos Marx Monedero eligi¨® a Carlos, y de ah¨ª no sale. En Alemania, cuna del Marx que invent¨® el marxismo, Monedero sobrevivi¨®, dijo, gracias a Sabina. De aquellas ense?anzas vinieron ¨¦l y Podemos. Y, actualmente, el Papa. Pero de otras ense?anzas m¨¢s laicas vinieron otras muletillas: ¡°No te pongas nervioso¡±, ¡°No me interrumpas¡±, que ahora son reliquias del diccionario de Pablo Iglesias, pero que en un tiempo fueron t¨¢ctica y estrategia del lugar en el que naci¨® todo: la televisi¨®n.
Viendo a Monedero medirse con Mota resulta evidente que quien ten¨ªa que triunfar en la caja iluminada era Pablo Iglesias, que en El Acabose fue retratado sin estar. Monedero se qued¨® en casa, mir¨¢ndose; no se solt¨® porque no lleva el pelo de Pablo, aunque Mota hizo todo lo posible por sacarlo de sus casillas. Lo puso, por cierto, en la casilla de la poes¨ªa. Y Monedero se lo tom¨® tan en serio que puso los ojos as¨ª, como transidos. Neruda vino en su auxilio: las verdades que perduran las dicen siempre los poetas. Y, claro, se gan¨® el aplauso. Pero me temo que, pese a los esfuerzos de Mota, no se gan¨® la risa.
La risa hay que traerla de casa, y Monedero lleva consigo m¨¢s la melancol¨ªa de un poeta que las ganas de juerga de un universitario criado por Sabina.
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