El problema no es Bob Dylan, el problema es nuestro
El m¨²sico, un ser radicalmente libre, es coherente con su forma de actuar en su vida al recibir el Nobel
El problema es vuestro. Ese es el ¨²nico mensaje que Bob Dylan ha defendido a capa y espada ante el mundo desde que a principios de los sesenta ya le llamaban ¡°mes¨ªas¡± cuando, simplemente ¨Cpero qu¨¦ fortuna-, era un veintea?ero con un talento asombroso para crear canciones. El problema es vuestro. Es lo ¨²nico que no se ha cansado de repetir en multitud de entrevistas mientras el mundo entero buscaba significados profundos a sus letras y prestaba una atenci¨®n inusitada a cada uno de sus gestos, a cada uno de sus movimientos, a cada uno de sus silencios. El problema es que desde siempre Dylan no est¨¢ all¨ª donde est¨¢ su mito, pero nadie se entera, incluida la Academia Sueca del Nobel de Literatura.
Bueno, la Academia Sueca ya se ha enterado, y se podr¨ªa decir que casi todo el planeta, despu¨¦s del culebr¨®n que ha suscitado su hist¨®rico premio, el primero a un m¨²sico en toda la historia del galard¨®n m¨¢s importante de las letras universales. Tras su ausencia el pasado 10 de diciembre en la ceremonia oficial, Dylan recibe ahora el diploma y la medalla del Nobel de Literatura, pero lo hace a su manera: fuera de los focos y aprovechando que toca en Estocolmo. Y, con todo, el galardonado respeta las normas: no estaba obligado a ir a la ceremonia y ten¨ªa hasta el 10 de junio para recibirlo y cobrar los 870.000 euros tras una conferencia de recepci¨®n, que, en su particular caso, se dice, puede consistir en la interpretaci¨®n de una canci¨®n ante el comit¨¦ sueco.
?Otro capricho de la estrella consentida? Puede, pero hay otro mensaje que muy pocos se han parado a pensar. Todo eso que a casi toda humanidad le parece de suma importancia, todo eso que es pol¨ªticamente correcto, todo eso que no se entiende de otra forma, todo eso que es el mundo oficial, no tiene nada que ver con Dylan, que caus¨® una brecha generacional con su m¨²sica, lider¨® la contracultura y lleva desde 1988 inmiscuido en su gira interminable, entregado vitalmente a la carretera y al universo fantasmag¨®rico que guardan sus canciones de blues, folk, country, jazz y g¨®spel. Ah¨ª est¨¢ Dylan, y sus c¨®digos de relaciones afectivas, contacto humano y admiraci¨®n pasan por esos trazos, tan marginales en nuestra sociedad actual, tan irrelevantes a estas alturas de siglo XXI dominado por el espect¨¢culo medi¨¢tico. Seg¨²n lo que se extrae de su rico cancionero, sus cada vez m¨¢s escasas entrevistas e incluso su fabuloso y extinto programa de radio, su mundo est¨¢ ah¨ª, y no en lo que un comit¨¦ de sabios con chaqu¨¦ decida. No en lo que decida nadie. ?Es normal esto? No, no lo es. Y ha quedado demostrado incluso de una manera absurda por su seguimiento, pero al premiado eso no le importa. Esto importa a lo que les importa esto. Simplemente.
Dylan lleva toda su vida luchando por no cargar con las expectativas de nadie, incluidas las del mundo entero
El problema es nuestro. Es as¨ª. Ha sido la Academia Sueca la que lo ha decidido, somos nosotros los que lo decidimos, pero no Dylan. A ¨¦l solo le preocupa preservarse a s¨ª mismo. De forma radical, de forma inconcebible. Como siempre. Ya lo dijo al final del discurso, escrito por ¨¦l mismo, que ley¨® la embajadora estadounidense en Suecia en la ceremonia oficial. Y, con su habitual iron¨ªa, lo hizo compar¨¢ndose con Shakespeare, ya que todos le calificaban como el Shakespeare de la m¨²sica. ¡°Cuando escrib¨ªa Hamlet, estoy seguro de que estaba pensando en muchas cosas diferentes: ¡®?Qui¨¦nes son los actores adecuados para estos papeles? ?C¨®mo deber¨ªa hacerse esto? ?Realmente quiero establecer esto en Dinamarca?¡¯. Su visi¨®n y sus ambiciones creativas estaban sin duda en la vanguardia, pero tambi¨¦n hab¨ªa asuntos m¨¢s mundanos que consideraba y trataba. '?C¨®mo ser¨¢ la financiaci¨®n? ?Hay suficientes asientos para el p¨²blico? ?D¨®nde voy a conseguir un cr¨¢neo humano?¡¯. Apuesto a que lo m¨¢s lejano de la mente de Shakespeare era la pregunta: ¡®?Es esto literatura?¡±, apunt¨®. Y a?adi¨®: ¡°Como Shakespeare, yo tambi¨¦n estoy a menudo ocupado con la b¨²squeda de mis esfuerzos creativos y tratando todos aspectos de los asuntos mundanos de la vida. ?Qui¨¦nes son los mejores m¨²sicos para estas canciones? ?Estoy grabando en el estudio correcto? ?Esta canci¨®n est¨¢ en la clave correcta? Algunas cosas nunca cambian, incluso en 400 a?os¡±.
?Por qu¨¦ iba a cambiar Dylan ahora cuando nunca lo hizo? ?Por qu¨¦ iba a hacerlo cuando se han sucedido los ejemplos en el mundo de la m¨²sica de su forma imparable de zafarse de todos los s¨ªmbolos y emblemas que le han querido poner? Como dijo en una entrevista ya en los sesenta, todos aquellos que le llaman genio lo hacen porque ellos quieren que sea un genio, pero no les cree, no quiere saber nada de eso, ni de todos los acontecimientos, reconocimientos y premios que giran en torno a eso. Porque los mismos que le llamaban traidor, cuando decidi¨® dejar de ser el poeta y portavoz generacional del folk para electrificar su m¨²sica y liderar la revoluci¨®n del rock marcando el paso a los propios Beatles, pueden ser los mismos que le llamar¨ªan luego genio. Es vuestro problema, no el m¨ªo. No ha parado de decirlo.
Dylan, que siendo un chaval tuvo que huir de Nueva York porque los fans se colaban en su casa y le ped¨ªan explicaciones de sus actos y letras, lleva toda su vida luchando por no cargar con las expectativas de nadie, incluidas las del mundo entero. Salvaguardar su independencia art¨ªstica y vital ha sido la ¨²nica manera de continuar, de llegar hasta donde ha llegado, de mantenerse haciendo lo que mejor sabe hacer, de que el rock¡¯n¡¯roll, ese modo de vida con todas sus ra¨ªces emocionales y estil¨ªsticas, sea lo ¨²nico que no se pierda en su camino, y por consiguiente, en el nuestro. Hablamos de un tipo que al morir Elvis Presley ¨C¡°escucharle era como escapar de la c¨¢rcel¡±, dijo una vez- cay¨® en una depresi¨®n durante una semana sin salir de casa ni conectar con el mundo.
Y, al mismo tiempo, Dylan lleva toda su vida haciendo lo contrario que se espera de ¨¦l. Ah¨ª est¨¢ su concierto ante el Papa Juan Pablo II, que indign¨® a buena parte de su gran parroquia dylanita, o sus cambios estil¨ªsticos, la mayor¨ªa no comprendidos en su momento, como este ¨²ltimo en el que revisiona el cancionero tradicional norteamericano de jazz y swing con su voz de cobre. Cuando la Casa Blanca le otorg¨® la Medalla de la Libertad ¨Cel mayor reconocimiento cultural de EE UU-, acudi¨® con gafas de sol y decidi¨® no quedarse en la cena posterior, aunque el presidente Obama quer¨ªa charlar con ¨¦l. Tal y como cont¨® Obama en Rolling Stone, ni el presidente ruso le hubiese dejado plantado. Tal vez Obama ten¨ªa mucho que decirle a Dylan, pero nadie se pregunta nunca si Dylan ten¨ªa, o quer¨ªa, decirle algo a Obama.
Tampoco acudi¨® a recoger el Pulitzer ni el Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes. La ¨²ltima vez que acudi¨® a una ceremonia fue en la gala ben¨¦fica de MusicCares, en la que le reconocieron artista del a?o. Nadie le esperaba. En su largo y magn¨ªfico discurso, cargado de dardos envenenados a la prensa y los detractores y de homenajes a sus h¨¦roes musicales, acab¨® hablando de su admirado Billy Lee Riley, un cantante de rockabilly que solo tuvo un ¨¦xito en los cincuenta y luego malvivi¨® toda su vida como un m¨²sico de tercera. Ese amigo fue el motivo por el que acudi¨®. ¡°Pod¨ªa hacerte reventar la calavera y hacer que te sintieras feliz por ello. Pod¨ªa cambiar tu vida¡±, dijo. ¡°Pero no lo encontrar¨¦is en el Rock and Roll Hall of Fame. No est¨¢¡±. Dylan cont¨® que Lee Riley enferm¨®. ¡°Y como mi amigo John Mellencamp cantar¨ªa porque John ha cantado la verdad -¡°un d¨ªa enfermas y no mejoras¡±-. Eso es de una canci¨®n suya titulada ¡®Life is Short Even on Its Longest Days¡¯. Es una de las mejores canciones de los ¨²ltimos a?os, de verdad. No miento. Y no estoy mintiendo cuando digo que MusiCares pag¨® las facturas del m¨¦dico de mi amigo y le ayudo a conseguir dinero para sus gastos. Fueron capaces de hacer su vida confortable, soportable en sus momentos finales. Esa es una deuda impagable. Cualquier organizaci¨®n capaz de hacer eso ha de tener mi bendici¨®n¡±.
Si no rechaza el premio es porque tampoco es su problema que quieran d¨¢rselo y pagarle un buen dinero por ¨¦l
A decir verdad, en su cosmovisi¨®n particular, el Nobel no tiene la bendici¨®n de Dylan, este artista radicalmente libre, radicalmente suyo y de nadie m¨¢s, y es eso lo que nos descoloca a todos. Es ese nuestro problema. Pero si no lo rechaza es porque tampoco es su problema que quieran d¨¢rselo y pagarle un buen dinero por ¨¦l. Jam¨¢s perdon¨® Dylan un d¨®lar por hacer su trabajo. ?Por qu¨¦ iba a hacerlo ahora? Simplemente, cumple con las normas para recibir el diploma y el dinero pero en sus t¨¦rminos, a su ritmo, entre concierto y concierto de su gira interminable, como siempre ha hecho, como puede hacer solo un ser radicalmente libre.
En el discurso de MusicCares, acab¨® con esta frase: ¡°Como dice el espiritual: ¡°A¨²n estoy cruzando el Jord¨¢n¡±. Espero que nos encontremos de nuevo. Y lo haremos si, como Hank Williams dice, ¡°es la voluntad del buen Se?or y el arroyo no se desborda¡±. Con el Nobel no hemos encontrado a Dylan de nuevo porque el arroyo se ha desbordado de forma hist¨®rica, con todo ese ruido medi¨¢tico y todas las expectativas de la gente puestas sobre ¨¦l. Hoy cobra el premio que le han querido dar, esta noche toca en Estocolmo, ma?ana tambi¨¦n, luego contin¨²a su gira presentando su nuevo disco triple sobre el viejo cancionero norteamericano en un mundo con cada d¨ªa menos memoria y nosotros seguiremos diciendo si es un genio o un estafador, admirable o miserable. Y su mensaje solo es uno: el problema es vuestro.
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