El ¡®Guernica¡¯ de Picasso: as¨ª se hizo el cuadro m¨¢s c¨¦lebre del siglo XX
El Reina Sof¨ªa celebra el aniversario del mural antibelicista de Picasso con una original muestra de tesis en la que se analizan las motivaciones psicol¨®gicas del pintor
El Guernica de Pablo Picasso (1881-1973) bien pudo empezarse a concebir mucho antes de su encargo, cuando, siendo un ni?o, el artista se escabull¨ªa debajo de la mesa del comedor para admirar las ¡°piernas monstruosamente hinchadas que surg¨ªan de las faldas de una de sus t¨ªas¡±. Esa temprana fascinaci¨®n por la deformidad subyace en el extraordinario hechizo de la pintura, intacto 80 a?os despu¨¦s de que el artista la realizara por encargo del Gobierno de la II Rep¨²blica para el pabell¨®n espa?ol en la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs de 1937. La teor¨ªa que une los puntos entre el horror infantil y la eficaz monstruosidad del gigantesco mural-icono es de T. J. Clark, comisario, junto a su esposa Anne M. Wagner de la muestra con la que el Reina Sof¨ªa busca celebrar el aniversario redondo.
Piedad y Terror en Picasso. El camino a ¡®Guernica¡¯ re¨²ne hasta el 4 de septiembre cerca de 180 obras que proponen un viaje por la mente del pintor en busca de las motivaciones de ¡°la obra del siglo XX que m¨¢s interpretaciones ha suscitado¡±, seg¨²n explic¨® ayer Manuel Borja-Villel, director del museo, en una conferencia de prensa que bati¨® r¨¦cords de convocatoria. La que propone Clark sostiene que la toma de conciencia de los horrores de su tiempo, que aterriza en la obra del artista sin previo aviso en 1925 con el cuadro Las tres bailarinas, cristaliz¨® en el misterio del Guernica y determin¨® una de las porciones m¨¢s interesantes y enigm¨¢ticas de su trayectoria, la que va desde mediados de los a?os veinte hasta m¨¢s o menos el final de la II Guerra Mundial. ¡°El 14 [que marc¨® el comienzo de la Gran Guerra]¡±, opina el comisario, ¡°puso un violento final a una prolongada era de paz burguesa. Los poetas b¨¦licos reaccionaron inmediatamente. A Picasso le cost¨® algo m¨¢s¡±.
El cuadro presenta tres figuras imperfectas, con la carne descompuesta y alejadas imaginario est¨¦tico habitualmente asociado a la danza femenina. Cedido por la Tate de Londres, Las tres bailarinas es una de las estrellas de una exposici¨®n con notables pr¨¦stamos de instituciones como el Museo Picasso de Par¨ªs (con 20 piezas), el MoMA y el Metropolitan de Nueva York o el Pompidou. Clark se felicitaba ayer por la ¡°generosidad de esos museos y colecciones particulares¡±, as¨ª como por la implicaci¨®n de los herederos, subrayada con la presencia de Bernard-Ruiz Picasso en la inauguraci¨®n. Unos y otros han hecho posible apuntalar su novedosa tesis. Una construcci¨®n que se aleja de los t¨®picos sobre el cuadro y prefiere no abundar en la relaci¨®n entre el mural y el hecho que lo origin¨®: el bombardeo de la villa vizca¨ªna por el Ej¨¦rcito alem¨¢n el 26 de abril de 1937, al que tan apresuradamente reaccion¨® Picasso (el cuadro se entreg¨® el 4 de junio). Tampoco hay concesiones a las lecturas excesivamente biogr¨¢ficas de la obra, tan comunes cuando se trata de Picasso.
La estructura de la exposici¨®n se asemeja al de una de esas pel¨ªculas cl¨¢sicas construidas con saltos en el tiempo. Una maqueta del pabell¨®n espa?ol y la burlona contundencia de La dama oferente, escultura del malague?o que tambi¨¦n se expuso en Par¨ªs, dan la bienvenida al visitante con una bater¨ªa documental sobre las circunstancias de aquella aventura diplom¨¢tico-art¨ªstica en plena Guerra Civil. En la siguiente sala domina la gigantesca naturaleza muerta Mandolina y guitarra. Cedida por el Guggenheim, sirvi¨® a Clark para ilustrar la portada de un libro fundamental, Picasso & Truth (Yale University Press, 2013), en el que las tesis de la muestra tomaron forma por primera vez. ¡°El Guggenheim ni siquiera lo tiene expuesto. ?No es asombroso? En este entorno est¨¢ en su sitio ideal¡±, explic¨® durante la visita el reputado historiador del arte, profesor em¨¦rito de la Universidad de Berkeley comprometido con una lectura marxista de las vanguardias.
En esa sala, Clark re¨²ne una asombrosa cantidad de piezas que certifican que Picasso decidi¨® a mediados de los 20 introducir el ¡°terror, el miedo, el p¨¢nico, la deformidad y la muerte¡± en el sacrosanto interior burgu¨¦s, ese cuarto que para Walter Benjamin configura el mundo en el siglo XIX. En los a?os siguientes, Picasso saca al exterior esos monstruos dom¨¦sticos, tan bellos y aterradores como las criaturas informes de Desnudo de pie junto al mar (1929) o Figuras al borde del mar (1931), o como los retratos que, agrupados en otra sala, prefiguran con su deformidad algunos de los elementos del Guernica.
Dibujos preparatorios
El proceso de creaci¨®n del mural se cuenta en una secci¨®n dedicada al dibujo, en la que ha trabajado sobre todo Anne Wagner para ofrecer una lectura feminista del cuadro a partir de la representaci¨®n de las mujeres, que aparecen ¡°militarizadas¡±. Entre bocetos preparatorios, alguno tan embrionario como el c¨¦lebre Sue?o y mentira de Franco, de enero de 1937, aparecen sorpresas como La muerte de Marat, un violent¨ªsimo Retrato de la marquesa de culo cristiano ech¨¢ndole un duro a los soldados moros defensores de la virgen (1937) o la obsesi¨®n de Picasso por un truculento asesinato de la ¨¦poca, el de las hermanas Papin, que inspirar¨ªa a Jean Genet su obra Las criadas.
El Guernica aguarda un poco m¨¢s adelante con su acostumbrada solemne majestuosidad, como la bisagra que conecta el mundo de Picasso previo a su creaci¨®n con lo que habr¨ªa de venir: la II Guerra Mundial y la ocupaci¨®n de Francia, cuyos horrores e inseguridades el artista plasm¨® en una serie de pinturas incluidas en la muestra y organizadas en torno a Naturaleza muerta con cr¨¢neo, puerro y jam¨®n (1945), pintada bajo el alivio de la pr¨®xima liberaci¨®n. Clark destac¨® ayer la sucesi¨®n de retratos de mujeres terminados en esos a?os y que protagonizan la ante¨²ltima sala. ¡°No son tan conocidos, pero contemplados en conjunto resultan sobrecogedores¡±.
El recorrido se cierra como empez¨®, con espacios consagrados a la documentaci¨®n (que acabar¨¢ recogida por el museo en una web) sobre el viaje que emprendi¨® de inmediato el cuadro para convertirse en n¨®mada icono antibelicista con una misi¨®n: hacer que el mundo tomara conciencia de los horrores de la Guerra Civil y del resto de las guerras.
¡°Retirar el barniz, tal vez; restaurar el cuadro, no¡±
Entre el gent¨ªo que asisti¨® a la presentaci¨®n de la exposici¨®n en el Reina Sof¨ªa, se encontraba el nieto mayor del artista, Bernard Ruiz-Picasso. Y fue uno de los que mayor entusiasmo mostr¨®. Asegur¨® que se trata de ¡°una exposici¨®n hist¨®rica¡±. ¡°No quiero imaginar cu¨¢ntas gestiones habr¨¢n tenido que hacer¡±, comentaba. ¡°Solo puedo decir que mi abuelo Pablo estar¨ªa muy orgulloso pudiendo contemplar todo esto¡±.
Durante la conferencia de prensa previa a la inauguraci¨®n tambi¨¦n sali¨® a relucir la conveniencia o no de restaurar el Guernica.
El director del museo, Manuel Borja-Villel, asegur¨® que est¨¢n ¡°empezando a estudiar¡± la idoneidad de ¡°retirar el barniz que se le aplic¨® al cuadro cuando vino el museo¡±, pero que a¨²n no se ha tomado una decisi¨®n. Sobre la posibilidad de una restauraci¨®n integral del delicado cuadro, que ha sufrido mucho en d¨¦cadas de incesantes traslados, Borja-Villel descart¨® la idea.