Antonio Orejudo: ¡°Mi generaci¨®n no supo plantar cara a la anterior¡±
El autor firma un retrato generacional divertido y despiadado en 'Los cinco y yo'
Si quieren re¨ªrse de la mejor manera, que es sosteniendo la diversi¨®n el m¨¢ximo tiempo posible a partir de un asunto inteligente, aqu¨ª tienen una f¨®rmula: Los cinco y yo (Tusquets), la ¨²ltima novela de Antonio Orejudo y un retrato tan alegre como despiadado de una generaci¨®n que fue incapaz de hablar con voz propia. El ¨¦xito de las novelas de Enid Blyton, en donde 19 de cada 21 casos se resolv¨ªan en un pasadizo secreto, le sirve a Orejudo (Madrid, 1963) para despedazar su tiempo y su andadura, que son los de todos.
Pregunta. ?Le habr¨ªa gustado criarse bebiendo zarzaparrilla?
R. S¨ª (r¨ªe) y cerveza de jengibre. Yo le ped¨ªa a mi madre que me hiciera pastel de carne pero ella me hac¨ªa filetes rusos o peor a¨²n, filetes de h¨ªgado, a los que ella atribu¨ªa a¨²n m¨¢s poderes nutritivos porque nos costaba comerlos. El eterno choque entre deseo y realidad. Los Cinco con sus pasteles de carne eran la pandilla que hubi¨¦ramos querido tener.
P. Y la libertad.
La obra no es una secreci¨®n del talento, sino el resultado de la moral del fasc¨ªculo que me inculc¨® mi padre: voluntad? y esfuerzo
R. S¨ª. Yo ten¨ªa una madre muy absorbente y protectora, siempre temerosa de que nos fuera a pasar algo, as¨ª que aquello era un sue?o.
Orejudo construye su nuevo libro a partir de una supuesta investigaci¨®n sobre el paradero de Dick, Ana, Juli¨¢n, Jorge y Tim, esos ni?os que desmantelaban bandas delictivas en sus vacaciones y que acababan escapando del hoyo gracias a una cuerda por la que sab¨ªa escalar hasta el perro (Tim). No haremos mucho spoiler, pero ya pueden imaginar que las drogas, excesos y fracasos hicieron tanta mella en ellos como en cualquiera de nosotros, por qu¨¦ iban a quedarse a salvo.
P. ?Ha hecho mortales a esos ni?os inmortales que ni siquiera crec¨ªan de libro en libro?
R. Convierto a mis personajes de ficci¨®n en reales y a m¨ª mismo en personaje de ficci¨®n, y ese es el doble camino que establezco. Porque no estoy hablando de Los Cinco, sino de mi generaci¨®n y de m¨ª mismo. ?Qu¨¦ ha sido de nosotros 50 a?os despu¨¦s, hemos cumplido nuestros sue?os, cu¨¢l es el debe y el haber? Y el balance siempre es negativo. Da igual que seas millonario o lo que sea, cuando tienes 50 te das cuenta de que te has equivocado en todo. Hay frustraci¨®n, desilusi¨®n. Hay que ser muy ingenuo para no estar desenga?ado literaria, pol¨ªtica y vitalmente.
Los sue?os de su ni?ez y juventud inclu¨ªan no solo escribir, sino cambiar ni m¨¢s ni menos que la literatura espa?ola ¡°y tal vez universal¡± y en ello empe?¨® largas noches de cerveza y convicci¨®n, aunque no de trabajo. ¡°Lo de menos era la escritura, entonces cre¨ªas que al tener talento un d¨ªa te ibas a levantar y la novela iba a estar ah¨ª. Ten¨ªas una ingenua y conmovedora fe ciega en ti mismo que ya quisiera tener ahora, y que ha desaparecido. Solo despu¨¦s descubres que la obra no es una secreci¨®n del talento, sino el resultado de la moral del fasc¨ªculo que me inculc¨® mi padre: voluntad, constancia y esfuerzo. Solo con esas virtudes puedes hacer algo en la vida. Al menos en el mundo anal¨®gico, de antes, ahora no s¨¦ si podr¨ªa vender a mi hijo lo mismo. Ya no s¨¦ si esfuerzo, voluntad y constancia son garant¨ªa de algo.
P. Sostiene que Faulkner o Joyce no podr¨ªan publicar hoy.
Fuimos muy j¨®venes para construir la democracia y ahora mayores para la tienda de campa?a
R. Un editor les dir¨ªa que no.
Orejudo bromea en el libro con la idea de que la generaci¨®n anterior eligi¨® unos c¨¢nones que la suya no ha sido capaz de romper ni superar. ¡°Una de las razones por las que no tengo muy buena opini¨®n de nosotros mismos es porque hemos renunciado a plantar batalla en lo literario y pol¨ªtico a la generaci¨®n anterior. Hemos sido acomodaticios, hemos preferido esperar, no ser conflictivos, y creo que es obligaci¨®n de las generaciones pelearse con los hermanos mayores o padres e imponer sus convicciones. Nuestra generaci¨®n ha renunciado a hacer de la cultura un campo de batalla¡±.
La generaci¨®n de la transici¨®n, sostiene, ha primado la idea del ¡°aqu¨ª cabemos todos¡± y de la cultura como terreno de felicidad. ¡°Hemos sido mansos por falta de m¨²sculo. No tenemos una corriente de energ¨ªa colectiva que s¨ª tuvieron nuestros hermanos mayores con la muerte de Franco y la construcci¨®n de la democracia. Eso cre¨® una corriente de energ¨ªa colectiva que ha vuelvo a aparecer en el 15-M y nosotros no hemos participado de ninguna de las dos. Fuimos muy j¨®venes para construir la democracia y ahora mayores para la tienda de campa?a¡±.
P. ?En el terreno cultural tambi¨¦n ve una nueva generaci¨®n con empuje?
R. Los que vienen detr¨¢s de nosotros interpelan directamente a nuestros padres, se pelean contra ellos porque nosotros ni siquiera hemos planteado principios est¨¦ticos contra los que rebelarse. Es la mayor humillaci¨®n. Me pregunto mucho por qu¨¦ es as¨ª. Una de las caracter¨ªsticas es que fuimos muchos y eso nos hizo individualistas a ultranza, nos ense?aron desde ni?os que hab¨ªa que hacerse un hueco en todos los ¨¢mbitos: colegio, universidad, mercado laboral y pronto las pensiones. Los asilos de ancianos estar¨¢n llenos. Hemos sido muchos, muy individualistas e impedidos de encontrar energ¨ªas colectivas que nos unieran. O maestros que reconoci¨¦ramos. Los poetas se reun¨ªan alrededor de Vicente Aleixandre, por ejemplo, hab¨ªa una energ¨ªa colectiva. Nosotros no tenemos un maestro reconocido, ni un manifiesto, no nos lo creemos, hemos sido descre¨ªdos, hemos hecho cada uno la guerra por nuestra cuenta y eso nos ha hecho amorfos. Lo m¨¢s llamativo de nuestra generaci¨®n es el n¨²mero.
P. En su libro uno de sus alter ego critica la pereza mental de Enid Blyton y el otro la defiende porque le fascin¨®.
Cuando tienes 50 te das cuenta de que te has equivocado en todo. Hay que ser muy ingenuo para no estar desenga?ado literaria, pol¨ªtica y vitalmente
R. Nos cuesta pensar que algo puede ser una cosa y lo contrario. Blyton es fascista, machista, sexista, racista, pese a lo cual me fascin¨®. Era una etapa preliteraria. Yo no le¨ªa esas historias, las protagonizaba, que es muy diferente. La verdadera lectura es algo muy diferente que llega despu¨¦s. Yo cuando lo le¨ªa terminaba extenuado como si yo hubiera escapado de los contrabandistas en el bote. Estaba en un estado preliterario y echo de menos esa experiencia, como aquel protagonista que se mete un pico, y aunque se meta otros nunca m¨¢s logra la sensaci¨®n el bienestar del primer pico. Y yo igual, he le¨ªdo muchos libros despu¨¦s, pero en una etapa que disfrutas con otro ¨®rgano. Nunca m¨¢s he sentido eso que experiment¨¦ con las tripas.
P. Utiliza al escritor Rafa Reig como alter ego y recurso.
R. La novela funcionar¨ªa igual si el autor de ese libro que gloso sobre Los Cinco se llamara Rogelio. Usar a Reig, que es amigo, es un cameo y un recurso, se trataba de dar nombre real a un personaje y darle un espesor real que de otra manera no tiene, pero es un jueguecito al que no hay que dar m¨¢s importancia. Yo gloso su supuesto libro pero esa glosa me permite hablar de m¨ª, recordar, irme, volver a sitios que no tienen nada que ver. El descubrimiento de este libro ha sido esa manera de escribir tan lib¨¦rrima, tan poco encorsetada en un g¨¦nero, que te permite una libertad de movimientos extraordinaria como autor y al lector un objeto muy variado y que si sabes llevarlo no se aburre nunca, va a estar atento. Es como una conversaci¨®n, que est¨¢s aqu¨ª, haces un chisme, de ah¨ª una reflexi¨®n superintelectual, mezclar lo bajo con lo alto, el chisme con la reflexi¨®n, la intimidad con la iron¨ªa.
Orejudo defiende el humor como herramienta y, en estos tiempos de triunfo de la autoficci¨®n, el juego que ha logrado de inventarse una que solo guarda un 50% de parecido con la realidad. ?Es autoficci¨®n o m¨¢s bien pseudoautoficci¨®n?. Y Orejudo concluye: "Me gusta lo de pseudoautoficci¨®n, lo compro".
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