Maribel y la alegr¨ªa
Verd¨² dice tan claro que no quiere formar una familia que escuch¨¢ndola cabe preguntarse por qu¨¦ se le piden m¨¢s explicaciones
En Vejer de la Frontera un s¨¢bado de abril. Con Maribel Verd¨². Hablando de la felicidad. Y valga la redundancia. Siempre me ha parecido, desde que la actriz era adolescente, ten¨ªa la cara pepona y una sonrisa grande y entregada, que aquella chica era la misma imagen de la alegr¨ªa. Siendo, seg¨²n Salinger, la felicidad un s¨®lido y la alegr¨ªa un l¨ªquido, soy m¨¢s capaz de entender los estados l¨ªquidos que permiten las fluctuaciones del ¨¢nimo. Maribel. Unos 30 a?os m¨¢s tarde desde que comenzara su carrera. Disfrutando sin dramatismo de una buena trayectoria, atinando en sus elecciones, enlazando un trabajo con otro, con una risotada ahora m¨¢s grave, de c¨®mica a la que el tiempo ha dado peso o solidez ¡ªpor seguir con los estados de la materia¡ª, sin hacer ese exhibicionismo del esfuerzo que despliegan algunos actores en las etapas de promoci¨®n, vividora, en absoluto puritana, franca, harta de que le pregunten por su elecci¨®n de no ser madre. Digamos que una actriz a la que disfrutar¨ªas haci¨¦ndole una entrevista porque no tendr¨ªa remilgos en hablar de la buena vida, de perfumes, de su marido al que tanto quiere, de los amigos, de vino, de restaurantes, de zapatos y de libros, porque Maribel es una gran lectora que a cada momento trata de contagiar su entusiasmo por una novela que ha terminado. Adem¨¢s, en los ¨²ltimos tiempos se ha soltado la melena y habla abiertamente de c¨®mo desde chavala decidi¨® no crear una familia al uso: en su b¨²squeda de la felicidad hab¨ªa solo sitio para su pareja, un perro, los amigos. Fuera cu?ados, fuera sobrinos, fuera hijos o hijastros. Lo dice tan claro que escuch¨¢ndola cabe preguntarse por qu¨¦ se le piden m¨¢s explicaciones. Observamos tanta velada frustraci¨®n a nuestros alrededor en personas que han cargado con la vida que deb¨ªan y no con la que deseaban que contemplar a una mujer que conserva un aire de chica eterno y a la que imaginas llegando a casa, lanzando los zapatos por los aires y repanting¨¢ndose en el sof¨¢ para estudiar un gui¨®n en posici¨®n horizontal produce una especie de alegr¨ªa por delegaci¨®n.
Hay un libro ahora que recoge los testimonios de mujeres que han llegado a la madurez renunciando a la maternidad: No Madres. Mujeres sin hijos contra los t¨®picos, de Mar¨ªa Fern¨¢ndez Miranda. En ¨¦l aparecen, adem¨¢s de Maribel, Carmen Ruiz, Rosa Montero, Soledad Lorenzo, Alaska o Mamen Mendiz¨¢bal. Cada una con sus razones para no haber tenido hijos, si es que tiene que haber una raz¨®n, porque cabe la posibilidad de que ni se te haya pasado por la cabeza. Aunque eso es dif¨ªcil, la gente a tu alrededor te lo suele recordar cuando llegas a la edad en la que se apura el l¨ªmite de los a?os f¨¦rtiles. De cualquier manera, aunque esa pregunta en una entrevista sea obvia, ?o?a, inoportuna, hay algo de positivo en que se formule, porque sit¨²a a la mujer entrevistada en la posici¨®n de reafirmar su estilo de vida, de desdramatizar el hecho de no haber tenido descendencia y acaba siendo consolador para otras mujeres que tienen que hacer frente a esa presi¨®n desde una vida an¨®nima donde se aceptan menos las ¡°excentricidades¡±. Tiene esa declaraci¨®n p¨²blica algo de reivindicaci¨®n de aquellas otras a las que les resulta m¨¢s dif¨ªcil decir no.
De cualquier manera, hay que tener cuidado con la queja. La presi¨®n social es m¨¢s soportable para una mujer que se mueve en un entorno permisivo, abierto, diverso que en una chica que deba defender su derecho a no ser lo que se espera en un ambiente poco ventilado, peque?o, donde se entienden menos las decisiones a contra corriente. Y tampoco hay que olvidar el pasado reciente, el de mi juventud, por ejemplo, en el que la distancia con nuestras madres era abismal y las chicas tuvimos que decir que no a cada paso y reivindicamos un mundo de soberan¨ªa personal del que finalmente ellas tambi¨¦n aprendieron y disfrutaron. Barrunto que a las j¨®venes ahora les resulta m¨¢s complicado vivir con opiniones en contra, es signo de los tiempos, supongo que han crecido con la idea de que la libertad individual es un derecho innato y no algo que en alguna medida responde a una conquista diaria. Siempre habr¨¢ t¨ªas, abuelos, madres, padres, entornos familiares o paisanos que nos van a preguntar, a veces con buena intenci¨®n, otras con ganas de hurgar en alguna herida, sobre deseos o renuncias que tocan alg¨²n lugar delicado de nuestra intimidad. La sociedad va cambiando, pero no s¨¦ si existir¨¢ un futuro ideal en el que una abuela en potencia no se queje veladamente a una hija por no darle nietos. Pero es que la vida est¨¢ llena de preguntas inc¨®modas. No podemos estar absolutamente protegidas de la indiscreci¨®n o de la intromisi¨®n. Tampoco de preguntas clich¨¦, de entrevistadores burdos o incluso de publicaciones m¨¢s sofisticadas que entienden que a un mujer, sea editora, escritora o arquitecta hay que vestirla de marca para salir en una foto. Pero ?y esa maravilla de decir que no y tener la oportunidad de expresarlo p¨²blicamente? No da la felicidad pero provoca unos momentos de l¨ªquida alegr¨ªa.
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