¡°Ricardo III es el mal y el dolor que todos llevamos dentro¡°
Llu¨ªs Homar encarna al villano deforme de Shakespeare en el Teatre Nacional de Catalunya
Dec¨ªa Laurence Olivier que si una serpiente pudiera conversar con nosotros en lugar de siesear reconocer¨ªamos similitudes con el protagonista de Ricardo III, ese Ricardo, duque de York y despu¨¦s rey que Shakespeare convirti¨® en gran arquetipo de la villan¨ªa. El deforme malvado que no duda en conspirar, seducir y matar para conseguir un trono que ten¨ªa bastante lejano vuelve a subir a los escenarios esta vez en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), en Barcelona, en un montaje por todo lo alto (sala principal, traducci¨®n catalana ad hoc de Joan Sellent, adaptaci¨®n de Llu?ssa Cunill¨¦, 14 actores, m¨²sica en directo, steadycam, v¨ªdeo de Franc Aleu, estupendo reparto que incluye a Julieta Serrano como la duquesa de York, Carme Elias, Joel Joan, Oriol Gen¨ªs), dirigido por el propio director del TNC, Xavier Albert¨ª, y encabezado, en el r?le-titre,por Llu¨ªs Homar. Parece presentirse en el aire una primavera de gloria ¡ªparafraseando al monstruo¡ª para el York y todo su acompa?amiento.
Albert¨ª ha se?alado que este Ricard III, que se estrena el jueves (hasta el 11 de junio), viene reglamentario y muy respetuoso con el texto. ¡°He hecho poco Shakespeare y en general de una manera que hizo que se me llamase Turmix Shakespeare Albert¨ª¡±, brome¨®. ¡°El ¨²nico can¨®nico antes de este fue el Marco Antonio y Cleopatra que mont¨¦ en el Grec y constituy¨® el fracaso m¨¢s espectacular de mi vida profesional¡±.
Con todas las discapacidades necesarias
El Ricardo III de Homar lleva todas las discapacidades ¡°necesarias¡± para una representaci¨®n can¨®nica : hierros en la pierna a fin de paliar los efectos de una poliomelitis, collar¨ªn, una peque?a chepa y deformidad de los dedos de la mano izquierda. ¡°Me siento c¨®modo con las cosas que llevo, no lo hemos exagerado tanto como? Kevin Spacey. Es verdad que el Ricardo real era bastante m¨¢s normal, seg¨²n su esqueleto, pero el texto nos lleva a ese hombre inacabado¡±.
El director explica que Homar le vino con la propuesta del Ricardo III con la idea de ¡°hacer un chimp¨²n¡±, algo sonado y sin discusi¨®n posible. ¡°Y as¨ª llegamos a esta maquiav¨¦lica, diab¨®lica y fascinante partitura que es Ricardo III¡±, que nos lleva ¡°a transitar por lugares insospechados del alma humana¡±, por los cuales ¡°no andan lejos Freud y Lacan¡±.
Seg¨²n Albert¨ª y Homar, para explicar a Ricardo y su maldad, es indispensable recordar la frase de su madre de que tendr¨ªa que haberlo matado al nacer. ¡°Es un ser humano que sabe que es repudiado, y en base a ese repudio debe organizar su vida, encontrar los caminos que le ayuden a sobrellevar esa no aceptaci¨®n y el dolor que conlleva¡±.
La idea del director y el actor es que la villan¨ªa de Ricardo no es gratuita y que se articula en base a esas razones personales y ¡ªsiguiendo aqu¨ª al maestro Jan Kott¡ª a los mecanismos pol¨ªticos de poder, de alteraci¨®n del poder, medievales.
¡°El gran invitado nuevo en la funci¨®n¡±, recalca Alberti, ¡°es la conciencia, que encuentra su mejor expresi¨®n en un verdadero To be or not to be en el quinto acto en el que Ricardo busca su identidad¡±. Para el director, con Ricardo caben preguntas como porqu¨¦ un piloto depresivo elige suicidarse estrellando su avi¨®n con 150 personas m¨¢s.
Entender a Ricardo ¡ªe incluso ser sensibles a su curioso sentido del humor¡ª no significa tener un punto de vista compasivo sobre semejante asesino, advierten Albert¨ª y Homar. Pero s¨ª sirve, recalca Homar, para propiciar una reflexi¨®n sobre el dolor y el mal que todos llevamos dentro y cargamos a nuestras espaldas. ¡°Parte de la fascinaci¨®n que provoca es el reconocimiento del mal en nostros mismos¡±, apunta Albert¨ª. ¡°?Qui¨¦n no ha querido ser Ricardo III alguna vez, aunque fuera solo unos minutos?¡±, a?ade Homar.
El marchitar de las rosas
Albert¨ª considera que es imprescindible dar unas pinceladas sobre el contexto de la obra: pieza de juventud de Shakespeare, escrita a finales del siglo XV cuando ha fracasado la Armada Invencible y la reina inglesa, Isabel I, busca una nueva ¨¦pica y legitimidad. La obra se enmarca en la Guerra de las Dos Rosas que ochenta a?os antes de Shakespeare ensangrent¨® al pa¨ªs y que enfrent¨® a dos ramas de los Plantagenets, los York y los Lancaster entre batallas, decapitaciones, traiciones, deposiciones (de reyes) y acusaciones de brujer¨ªa. Del marchitar de las dos rosas, agostadas por la guerra, surgi¨® la nueva dinast¨ªa reinante de los Tudor.
Shakespeare revis¨® la historia de aquella salvajada medieval desde el cambio de paradigma pol¨ªtico que supuso el Renacimiento (se ha dicho que el momento de cambio fue precisamente la muerte de Ricardo III) y ¡°pas¨¢ndose la verosimilitud hist¨®rica por la inguinal¡±, en elocuentes palabras de Albert¨ª.
Entre otras cosas hizo de Ricardo un Ecce Homo cuando ahora se ha podido comprobar (gracias al hallazgo de su esqueleto bajo un aparcamiento) que el caballero ser¨ªa una bestia, pero f¨ªsicamente solo estaba afectado de una ligera escoliosis. Todo y que el imaginario del chepudo villano ya era anterior al Bardo.
Albert¨ª destaca en la obra ¡°sus m¨²ltiples indicios de metateatralidad¡±, empezando por la complicidad que establece Ricardo con el p¨²blico desde su parlamento inicial, algo que no exist¨ªa en el teatro de entonces y que predispone al espectador a ponerse del lado del malvado.
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