La Argentina que podremos ser
Gran parte de los argentinos que hoy tienen cincuenta a?os podr¨¢n contar que sus padres los llevaron de la mano al teatro a reir con Les Luthiers
Hubo un tiempo en que en la Argentina se pod¨ªan leer los libros prohibidos en Espa?a. En esos a?os, en Buenos Aires, viv¨ªan muchos exiliados espa?oles, antes que los argentinos llegaran a Madrid y Barcelona, huyendo de sus propios dictadores. Por entonces, en Buenos Aires hab¨ªa hippies, y comunistas, y divorciados y anticonceptivos y, mucho, much¨ªsimo psicoan¨¢lisis, un debate pol¨ªtico altisonante y cult¨ªsimo, un cine que estaba a punto de destacarse en el escenario mundial, se escrib¨ªa la mejor literatura, y todo eso era una gran novedad. Ese torbellino ten¨ªa relaci¨®n con el surgimiento de una nueva clase media urbana, neur¨®tica, potente, incorfomista, cada vez m¨¢s desprejuiciada y un tanto presumida, integrada por los hijos de los inmigrantes, muchos de ellos ya profesionales universitarios. De esos polvos surgieron experiencias fant¨¢sicas, algunas de las cuales trascendieron el tiempo y el espacio: actores como Hector Alterio, personajes de historieta como Mafalda y, naturalmente, esa maravilla llamada Les Luthiers.
Gran parte de los argentinos que hoy tienen cincuenta a?os podr¨¢n contar que sus padres los llevaron de la mano al teatro a reir con Les Luthiers, y luego llevaron de la mano a sus hijos. Es que son insoportablemente graciosos. Y guionistas, clowns, actores, bailarines, m¨²sicos, cantantes, directores, todo junto al mejor de los niveles.
Pero tal vez haya algo m¨¢s.
En los cincuenta a?os de existencia de Les Luthiers, la Argentina atraves¨® una dictadura atroz, una guerra loca, se degrad¨® socialmente, dej¨® de ser el pa¨ªs de la esperanza para tropezar una y otra vez con sus propios fantasmas, y, finalmente, ha sido dominada por due?os de la verdad. En el medio de todo esto, Les Luthiers representa otra cosa: un lenguaje sutil, sofisticado, la sencilla idea de que el humor --reirnos de nosotros mismos-- nos puede salvar, la suavidad, el trabajo en equipo, el cari?o por los tropezones que casi nunca son ca¨ªda. En un pa¨ªs agitado por vendavales, se mantuvieron en pie sin perder, nunca, el estilo, ni el talento.
Tal vez no lo sepan, pero si hubiera dos Argentinas, ellos son parte de la que quisi¨¦ramos ser, o de la que no pudimos ser. O de la Argentina que podremos ser alg¨²n d¨ªa.
Qui¨¦n dice.
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