Colombo
Esperemos con ansias cada oportunidad que se conceda para volver a ver torear a este venezolano
De vez en cuando, quien quiere ser asume cada instancia y todo instante del d¨ªa con una convicci¨®n que revela que ya se es. As¨ª, en la oficina donde un amanuense an¨®nimo asume escribir un informe burocr¨¢tico como si fuese el mejor texto jam¨¢s escrito, y as¨ª tambi¨¦n la mujer que camina entre la multitud a las afueras de una plaza de toros sabiendo perfectamente que, por hoy, es la mujer m¨¢s hermosa del mundo. Con seis novillos de El Montecillo ¡ªcuatro de ellos, salpicados, botineros y calceteros¡ª vimos a Pablo Aguado de verde pino y oro, con una media ver¨®nica inolvidable, un quite espl¨¦ndido por guadalupanas (que aqu¨ª no saben m¨¢s que llamarlas galleos) y no pocos muletazos de gran calidad, am¨¦n de jugarse el f¨ªsico en la faena a su segundo; vimos tambi¨¦n a Rafael Serna, vestido de un fucsia que en An¨¢huac llaman rosa mexicano y que casi clona el color del percal de los capotes, aunque sin suerte y sin posibilidades de triunfo. Hablemos entonces del primer espada.
Se llama Jes¨²s Enrique Colombo y es de Venezuela. Llam¨¦mosle Colombo a secas y esperemos con ansias cada oportunidad que se conceda para volver a verlo torear. Este hombre vestido de grana y oro tiene la pinta de torero aunque se vista de ch¨¢ndal, y desde que se desmonter¨® por ser su presentaci¨®n en Madrid, hizo el pase¨ªllo como quien ya sabe perfectamente lo que es y lo que est¨¢ destinado a ser: cada ver¨®nica que instrument¨® a sus dos toros, incluso algunas con rodilla en tierra, y ese remate de soltar una punta del capote en un desd¨¦n que parec¨ªa de la firma con la mano derecha confirma que Colombo se sabe torero y lo vive en cada paso con los que cubre los tres tercios.
Es notable que este joven venezolano realiza el tercio de banderillas cuadrando en la cara, izando los palos encunado en el testuz, incluso salvando que los palos queden disparejos, y es de nota subrayar que fue ovacionado a pesar de que un par al quiebro qued¨® en una sola banderilla sobre el lomo. Con la muleta dibujo magn¨ªficas tandas de derechazos y por lo menos una tanda de arriesgados naturales que culminaron en un el¨¦ctrico adorno por bernardinas para luego refrendar lo que ya hab¨ªa demostrado con su primer novillo: Colombo sabe poner el punto final con la espada como quien quiere ser lo que ya es, siendo lo que ya promete.
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