Piratas del Caribe 5: El matador de los mares

Con sus mechones ingr¨¢vidos, meci¨¦ndose en el aire como la melena de un ahogado, y su habilidad para la estocada taurina en pleno abordaje, el espectral capit¨¢n Salazar, el Matador de los Mares, es la atracci¨®n central sobre la que se levanta el circo (acu¨¢tico) de tres pistas de Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, quinta entrega de una serie que naci¨® inspirada por una atracci¨®n de parque tem¨¢tico y que, en cada cap¨ªtulo, parece empe?arse en ser recordada como la ¨²ltima palabra en monta?as rusas de imprudente recorrido. Salazar es un islote de extra?a armon¨ªa entre el barroquismo pl¨¢stico del departamento CGI y la visceral entrega de un actor como Javier Bardem, que aporta algunos ecos de Boris Karloff a su desmesurado personaje: si, en el conjunto, hubiese habido un equilibrio similar entre el sentido de la aventura y las nuevas formas del blockbuster, aqu¨ª habr¨ªa una pel¨ªcula menos agotadora, menos dada a sabotearse a s¨ª misma.

Firmada por Joachim R?nning y Espen Sandberg, autores de esa estimable Kon-Tiki (2012) que ya pecaba de cierta incapacidad para la unidad estil¨ªstica, Piratas del caribe: La venganza de Salazar reincide en la progresiva tendencia de la serie a reforzar sus elementos fant¨¢sticos y a sobrecargar a Johnny Depp con la exigencia de ser, a un tiempo, h¨¦roe y su propio contrapunto c¨®mico. La pel¨ªcula da al p¨²blico lo que pide, pero obsesion¨¢ndose m¨¢s por la generosidad cuantitativa de sus raciones que por su completa fortaleza expresiva. Si escenas como la del robo del banco o la de la guillotina giratoria se hubiesen rodado con cierto sentido del gag visual, su funci¨®n habr¨ªa algo m¨¢s que puramente acumulativa. Es inevitable salir de la sala tras ver Piratas del Caribe: La venganza de Salazar?con la sensaci¨®n de que a uno le ha pasado un tractor de varias toneladas por encima.