La sonoridad vac¨ªa de Flor de Jara

Qu¨¦ nombre m¨¢s sonoro el de Flor de Jara, qu¨¦ musicalidad al o¨ªdo, qu¨¦ buena vibraci¨®n desprende; son tres palabras con ritmo, comp¨¢s y empaque; qu¨¦ bonito, por ejemplo, ser¨ªa el t¨ªtulo del marquesado de Flor de Jara, o la pura miel del mismo nombre, o el sofrito de tomate, pimiento y cebolla. Es un apelativo comercial que vende todo aquello que pretenda anunciar.

Flor de Jara es el nombre de la ganader¨ªa antigua de Buend¨ªa, despu¨¦s conocida como Bucar¨¦, hasta que la compr¨® su actual propietario, toda ella de procedencia Santa Coloma. Flor de Jara encierra ilusi¨®n de toros de bonita presencia, bravos y encastados, y la esperanza de una tarde de toreo grande cuando el resto del mundo est¨¢ pendiente de un partido de f¨²tbol.

Pero est¨¢ visto que la publicidad no tiene por qu¨¦ coincidir con la realidad. Los novillos que envi¨® el ganadero a la feria de San Isidro luc¨ªan una procedencia muy pomposa, pero tuvieron un problema: los seis estaban durmiendo la siesta cuando sonaron los clarines y timbales. De otra forma, no se entiende que echaran por tierra el buen nombre de su dinast¨ªa y protagonizaran un comportamiento de una ganader¨ªa de tercera y de apellido tan com¨²n como humilde.

No se puede pertenecer a la familia de Flor de Jara y ser tan sosos de salida (reci¨¦n despertados de la siesta), tan mansos en los caballos, tan desorientados en banderillas y tan parados y sin alma en la muleta; y tan flojos de remos, para rematar. En un palabra, mucha raigambre en el nombre, pero vaciedad absoluta de fortaleza y de casta. Est¨¢ claro que nadie es perfecto.

La salida del primero ya fue un aviso para navegantes. Lo esperaba Juan Miguel en el centro del ruedo, de pie, con el capote en las manos; y hasta ¨¦l lleg¨® el novillo con andares titubeantes y accedi¨® a embestir en dos tafalleras como quien hace un favor. Y ah¨ª acab¨® su n¨²mero. Los dem¨¢s siguieron el guion previsto, como si vinieran con una estrategia marcada por el entrenador en el vestuario. Una birria, vamos; pura basura ganadera, imposibles para el triunfo de tres chavales que hicieron el pase¨ªllo con la ilusi¨®n a flor de piel ¡ªno de jara¡ª y la esperanza de un triunfo que los lanzara al estrellato.

Juan Miguel cort¨® una oreja al cuarto, pero que nadie se enga?e: fue el regalo que le hizo el p¨²blico facil¨®n al muchacho tras una impresionante voltereta que lo dej¨® conmocionado. El novillo se lo ech¨® a los lomos y el torero cay¨® al suelo de cabeza, de muy mala manera. Se recompuso pronto por la vida que encierra la juventud y lo mat¨® por derecho y en lo alto y pase¨® el trofeo. Torear, lo que se dice torear, ni un pase porque el novillo no se lo permiti¨®.

M¨¢s recorrido tuvo, quiz¨¢, el primero, al que mulete¨® con facilidad y sin la pasi¨®n que se le supone a los que empiezan. Dio la impresi¨®n de que se conform¨® con el silencio de la plaza; le falt¨® darse importancia aunque su oponente no la tuviera.

Alejandro Marcos solo pudo demostrar que le adornan maneras que pueden desembocar en algo m¨¢s que en un aspirante a torero, pero no pudo pasar de voluntarioso y entregado ante un lote infumable por su corta embestida, su total soser¨ªa y ausencia de casta brava.

Y el tercero en discordia, ?ngel S¨¢nchez, se encontr¨®, primero, con un sobrero manso de solemnidad que embisti¨® poco, pero noblemente, en el tercio final y le permiti¨® esbozar algunos muletazos con empaque. Su subalterno Iv¨¢n Garc¨ªa se luci¨® ampliamente en el tercio de banderillas con un segundo par sensacional, el mismo torero que ante el sexto mostrar¨ªa una lidia perfecta con el capote.

El novillo, que hab¨ªa acudido con alegr¨ªa dos veces al caballo, hizo albergar las mejores esperanzas, que se diluyeron a medida que el torero le mostraba la muleta con resuelta intenci¨®n de torearlo con temple y gracia. Lo consigui¨® solo en algunos momentos porque la falta de empuje del animal no contribuy¨® al triunfo. Lo intent¨® de veras ante un p¨²blico cari?oso que cantaba cualquier detalle, pero no fueron suficientes para sacar los pa?uelos. Adem¨¢s, mat¨® muy mal.