Grace Jones y Skepta: Jamaica en Barcelona
Los dos artistas marcan, junto con Angel Olsen, Rosal¨ªa, Metronomy y King Krule, una de las decenas de rutas posibles en el festival
De ese personajazo que es Grace Jones a ese nuevo personaje del flamenco maravillosamente espurio que es Rosal¨ªa pasando por la profundidad folk-rock de Angel Olsen, la canci¨®n epil¨¦ptica de King Kruel o la diversi¨®n epid¨¦rmica de Metronomy. Esas fueron las paradas de una de las muchas rutas de la ¨²ltima jornada de festival. S¨ª, estar el s¨¢bado en el Primavera no obligaba a pasar por el escenario de Arcade Fire, frente al que se apost¨® una multitud b¨ªblica que hab¨ªa de ser flanqueada para tomar posiciones de cara al concierto de Skepta en el escenario opuesto. S¨ª, el ej¨¦rcito que Napole¨®n envi¨® a Rusia no deb¨ªa ser mucho m¨¢s numeroso, intimidaba el gent¨ªo. En conjunto casi siete horas de m¨²sica en directo en la despedida oficial, que comenz¨® con una rueda de prensa en la que uno de sus directores, Alfonso Lanza, se felicit¨® por haber conseguido que el Primavera haya iniciado con ¨¦xito una renovaci¨®n generacional tanto en p¨²bico como en artistas.
En el Auditori, a media tarde, la concurrencia era local. Se o¨ªa hablar castellano, un idioma casi ocasional en el festival, e incluso catal¨¢n. La media de edad era la t¨ªpica en el Primavera, entre treinta y largos y cuarenta y pocos. Algunos extranjeros representaban la escasa curiosidad por la m¨²sica local de la colonia visitante y en todos los casos las palmas echaban fuego. Rosal¨ªa es una nueva voz flamenca que se atreve con todo, y Ra¨¹l Refree es un m¨²sico y productor con ojo para el talento ajeno. No es un guitarrista ortodoxo de flamenco, muchos puristas lo crucificar¨ªan gratis, pero le pone ese toque distinto que ¨¦l suele a?adir a los materiales que toca. Y aqu¨ª toca flamenco, pero a su manera, empujado por pepe Habichuela. En Rosal¨ªa ha descubierto otra gema casi en bruto, y entre ambos llevan el flamenco a quienes no lo escuchan con normalidad. Alegr¨ªas, tangos o fandangos llevados su a terreno acabaron con el Auditori, casi lleno, puesto en pie. All¨ª donde triunf¨® hace a?os con S¨ªlvia P¨¦rez Cruz lo hace ahora con Rosalia, una voz joven, expresiva, tirando a oscura que de puro virginal a¨²n se emociona, como dijo, cuando ve un recinto como aquel lleno.
La que tambi¨¦n estaba muy emocionada, dijo y parec¨ªa verdad, fue Angel Olsen ante la recepci¨®n del p¨²blico. All¨ª estaba el cogollo del tradicional p¨²blico del festival, extranjeros que dejan los cabellos negros como motas pintorescas en un mar casta?o y rubio. En el Primavera hacen falta idiomas para hacer amigos. O eso o llevarlos puestos. Pero no se pod¨ªa pensar en ello ante la gran actuaci¨®n de la norteamericana, una mujer con mujeres, dos, en su banda, que canta como los ¨¢ngeles, capaz de hacer flotar su voz como Hope Sandoval o de darle m¨¢s br¨ªo a la guisa de Cat Power. Tambi¨¦n capaz de nadar entre canciones que parecen compuestas para que su voz se exhiba, conduci¨¦ndolas por cambios de intensidad imprevisible o por baladas de corte cl¨¢sico susurradas, con Those Were The Days pareci¨® que todo el mundo quer¨ªa acurrucarse con quien estaba al lado y apelar a la ternura. Banda excelente al servicio de esta mujer que se mueve en registros de rock y folk-rock con absoluta naturalidad, en cuanto a icono una especie de PJ Harvey pero m¨¢s dulce y juguetona, m¨¢s tierna, aunque igual que ella, mujer de fuste.
Para desengrasar tras tanta carga de m¨²sica honda, un rato con Metronomy y su m¨²sica amable, un pop juguet¨®n aqu¨ª pintado de funk, all¨¢ de electr¨®nica, siempre saltar¨ªn. Imposible no sentirse algo m¨¢s optimista escuchando Night Owl entre miles de personas que la cantaban como si el mundo fuese siempre bello. Entre ellas, escoba en mano, trabajadores de la limpieza garantizando la pronta desaparici¨®n de los vasos ya pisoteados de cerveza, bebida franca del festival. Jornadas de entre 9 y 12 horas de trabajo a raz¨®n ¡°de unos siete euros¡±, respondi¨® uno de ellos, sorprendido por ser materia de curiosidad en aquel mundo de artisteo. Trabajo esencial el suyo, pues en la explanada de los escenarios centrales, con zonas no asfaltadas y polvorientas, solo les falta acumulaci¨®n de residuos. Y si Angel Olsen llevada dos m¨²sicas, la bater¨ªa de Metronomy era del mismo sexo de esas otras mujeres que cansadas de hacer cola frente a sus lavabos se infiltraban en los masculinos para aligerarse sin media hora de espera.
Pero para mujer llamativa una: Grace Jones. Lo es hasta el punto que la m¨²sica es en ella una excusa para expandir su personalidad y carisma, que a la postre resultan lo m¨¢s llamativo de su propuesta. Solo una mujer como ella es capaz de actuar con un corpi?o que dejaba al aire piernas, nalgas, pechos y hombros, que aparec¨ªan pintados con blancas rayas gruesas, como si fuese a posar para la portada del Britches Brew de Miles Davis. A los sesenta y nueve a?os y sin dar en ning¨²n momento la sensaci¨®n de estar pas¨¢ndose de frenada, haciendo de su estampa algo completamente natural, emboc¨® un repertorio sin sorpresas trufado de versiones, estupenda la de Private Life de Pretenders en clave jamaicana, pauta de casi todo el resto del repertorio, excepci¨®n hecha de una toma rockera de Love Is The Drug de Roxy Music. Tras cada canci¨®n, una colecci¨®n de ¨¦xitos no renovados, Grace Jones se atildaba el vestuario e introduc¨ªa retoques con tocados imposibles, m¨¢scaras o faldas, pero lejos de irse del escenario, como las divas, lo hac¨ªa en su parte posterior y sin dejar de hablar y bromear con el p¨²blico una vez disculpada su ignorancia de la lengua catalana, todo un detalle. Dijo que le gustaba la coca, ?cola?, y con su desparpajo se llev¨® al p¨²blico de calle. Por cierto, aqu¨ª las canas no eran rarezas.
Para el final, pasando a eso de la medianoche por la zona de restauraci¨®n se comprobaba que no hab¨ªa colas y que para estar c¨®modo en un festival lo mejor es comportarse como un mis¨¢ntropo que huye de la conducta gregaria. Ni un minuto de espera para ser servido en cualquiera de las casetas, y hab¨ªa muchas. El destino era el escenario donde King Krule protagoniz¨® uno de los conciertos de la noche. Decir que este chaval ingl¨¦s es raro es quedarse corto. De entrada recuerda por su forma de cantar y tipolog¨ªa base de sus composiciones a Billy Bragg, pero como es un tipo retorcido sus composiciones se rizan y abarquillan de maneras insospechadas, y¨¦ndose al soul m¨¢s crudo, al jazz despeinado, al rock o al hip-hop, todo muy ¨¢spero y crudo, un Zappa de barrio, construido con banda y saxo bar¨ªtono y efectos electr¨®nicos. Aqu¨ª nadie, o casi nadie, era local, y la ¨²ltima pieza, la preciosa Out Getting Ribs fue cantada de pe a pa por muchos de los asistentes a la actuaci¨®n.
Y para rematar la noche nada mejor que una buena dosis de grime, el hip-hop de los ingleses, que como han recibido mucha influencia jamaicana en sus ciudades tienen unas bases el¨¢sticas y casi mel¨®dicas sobre las que el p¨²blico no baila, sino que salta. Es como hacer el gamberro, pero sin romper nada, una actividad excelente para desfogarse y disfrutar. Si la Jamaica de Grace Jones era la cl¨¢sica, esta era la nueva Jamaica, pasada por Inglaterra gracias a la emigraci¨®n. Aqu¨ª, como queriendo hacer bueno el comentario de Alfonso Lanza, aquello parec¨ªa otro festival. Miles de chavales y chavalas de apenas veinte y poco a?os, de nuevo mayor¨ªa inglesa, saltaban con Skepta como si el ma?ana no existiese, que a esa edad no suele hacerlo. Parec¨ªa aquello una extensi¨®n para fugados del Minim¨²sica, el festival paralelo que cuida a los ni?os de la asistencia. El concierto del rimador crecido en Tottenham fue excelente, una muestra de vigor, poder, dominio y dicci¨®n perfecta para embocar el final del Primavera Sound. Del flamenco al grime en pocas horas.
Babelia
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