A Bukowski le habr¨ªa entusiasmado
'Sue?o', de Andr¨¦s Lima, en la Abad¨ªa, es una intensa fantasmagor¨ªa de sexo y muerte con grandes trabajos de interpretaci¨®n
Andr¨¦s Lima alza el circo hondo y grotesco de Sue?o en La Abad¨ªa. Al principio piensas que te vas a perder en el laberinto de esa residencia donde un perro negro y feroz ronda de madrugada, y proyectan en bucle Los puentes de Madison, y el infausto Faustino sue?a a r¨¢fagas con su vida excesiva, acunado por enfermeras que son mitad diosas mitad m¨¦nades. Sensaci¨®n (inicial, repito) de que a las perlas les falta hilo para ser collar, que los pasajes de El sue?o de una noche de verano no acaban de montar, que al espect¨¢culo le cuadran mucho mejor los insertos de El rey Lear. Pero la cohesi¨®n de la historia es para m¨ª lo de menos cuando los sentimientos son verdaderos, cuando ves brillar el claroscuro de los personajes, y hay verdad en las palabras, y en el deslumbrante espejeo de las interpretaciones. ?nica pega: exceso de luces estrobosc¨®picas, para mi gusto. ?Comedia, tal como la anuncian? Comedia bastante tr¨¢gica, como dir¨ªa Florian Zeller, de quien Lima dirigi¨® La madre. Y con los fulgores on¨ªricos de Penumbra, de Mayorga y Cavestany, otro de sus montajes mayores.
Faustino es el padre que va a morir y se aferra a un cigarrillo, una botella de rioja, el culo de una enfermera. Enteco, sombrero negro, corbata negra, como un Blues Brother con mucho blues y sin hermanos. O quiz¨¢s s¨ª: le miro y veo a ?ngel Carmona, el fundador de La Pipironda, que recitaba a Shakespeare con los ojos encendidos en la noche barcelonesa; veo a Carlos Oroza, el ¨²ltimo poeta beat, aullando como un cham¨¢n en el caf¨¦ Gij¨®n o en la r¨ªa de Vigo. Lima describe a Faustino, trasunto de su padre perdido, como alguien ¡°que resopla con las ganas de un ni?o y la preocupaci¨®n de un hombre de setenta y tantos¡±, y Chema Adeva encarna a lo grande ese anhelo y ese ahogo, con esencias de La Zaranda y trasluces de Jos¨¦ Sacrist¨¢n y Juan Diego. Para m¨ª siempre ser¨¢ Faustino.
La historia es lo de menos cuando los sentimientos son verdaderos, cuando ves brillar el claroscuro de los personajes
Laura Gal¨¢n pis¨® fuerte en Medea y aqu¨ª es un buf¨®n de dicci¨®n ani?ada y coraz¨®n de oro, que acompa?a a Faustino/Lear y acaricia su cabeza tempestuosa: ¡°?No dej¨¦is que enloquezca, dulces cielos! ?Conservad mi raz¨®n!¡±. De El sue?o de una noche de verano, Lima atrapa el conflicto amoroso del cuarteto, eco de los amores y topetazos pret¨¦ritos del padre, en la poderosa versi¨®n de Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo. Nathalie Poza, Ainhoa Santamar¨ªa y Mar¨ªa V¨¢zquez son los amantes del bosque de Atenas (Helena, Demetrio, Pili). Sirven un Shakespeare alucinado, maravillosamente sentido y dicho: no es frecuente escucharlo con esa intensidad. Y tambi¨¦n arden en prosa, multiplic¨¢ndose. La admirable Nathalie Poza, una de las actrices m¨¢s mutantes que conozco, es Andr¨¦s, el hijo de Faustino, que no juzga a su padre, que trata de salvarle. A mitad de la funci¨®n la historia viaja al norte, como el agente Cooper llegando a Twin Peaks: tras los pasos del viejo, Andr¨¦s va a encontrarle con una novia puta, yonqui y desdentada (Ainhoa Santamar¨ªa), con su hija descalza, una belleza quincea?era (Laura Gal¨¢n), y con el fiel Carlitos (Mar¨ªa V¨¢zquez), que se alimenta de ca?as y gambas. Hab¨ªa aplaudido ya a Ainhoa Santamar¨ªa, pero aqu¨ª he descubierto a Mar¨ªa V¨¢zquez, gallega pelirroja y peligrosa, de mucho filo, tajeando con insultos casi valleinclanescos: ¡°?Macrobi¨®tica! ?Ayurv¨¦dica!¡±. Del singular episodio de Gij¨®n saltamos a un hotelucho de Talavera de la Reina, donde Faustino se encuentra con una de sus mujeres (Ainhoa Santamar¨ªa), quiz¨¢s la madre de Andr¨¦s, y de ah¨ª volvemos a la residencia porque el viejo ya no puede con su alma, pero le quedan arrestos para decir cosas tan enormes como estas: ¡°Toda mi vida dese¨¦ vivir, dese¨¦ disfrutar, amar, tocar, fumar; dese¨¦ que me explotara el cuerpo y la cabeza de belleza, de comer, follar, pintar, saltar y gritar. De o¨ªr, sentir, temblar y so?ar. S¨®lo un momento, un instante de aquel ¨¦xtasis merece la pena ante lo que viene¡±.
La despedida, pues, se acerca. Esa noche, en vez de Los puentes de Madison, van a echar, adecuad¨ªsimo, Solo ante el peligro. ?Solo? No. Ah¨ª llega el buf¨®n, bailando S¨ª se?or de Gloria Stefan para alejar a la muerte. Y se transforma, preciosa escena, en Titania, la reina de las hadas, envuelta en lucecitas de colores, para acunar al burrificado Faustino. No debi¨® ser mal hombre el viejo, porque la Parca le regala tambi¨¦n su org¨ªa so?ada, y a modo de responso el buf¨®n le recita La pregunta de Shelley: ¡°So?¨¦ que al caminar, extraviado / se trocaba el invierno en primavera¡¡±. Y el viejo alcanza la gloria con may¨²sculas, cantada por Patti Smith: broche de oro. Un espect¨¢culo valiente, despeinado, reloco: a Bukowski le habr¨ªa entusiasmado. Tambi¨¦n he visto Arte, de Yasmina Reza, en el Pav¨®n, dirigido por Miguel del Arco. Crist¨®bal Su¨¢rez y Roberto Enr¨ªquez est¨¢n formidables, pero Jorge Us¨®n arrasa. En breve les cuento. Vayan yendo.
Sue?o¡¯. Texto y direcci¨®n de Andr¨¦s Lima. Teatro de la Abad¨ªa (Madrid). Int¨¦rpretes: Chema Adeva, Laura Gal¨¢n, Nathalie Poza, Ainhoa Santamar¨ªa, Mar¨ªa V¨¢zquez. Hasta el 18 de junio.
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