El bot¨ªn morisco que Espa?a se trajo de la Guerra de ?frica
Varios eruditos se empotraron en el siglo XIX en el Ej¨¦rcito espa?ol y volvieron con 233 manuscritos ¨¢rabes que est¨¢n en la Biblioteca Nacional a¨²n sin restaurar
En octubre de 1859, el general O¡¯Donnell declara la guerra a Marruecos. Apenas han puesto pie en ?frica, la Academia de Historia cae en la cuenta de que la incursi¨®n militar puede tener algunos beneficios colaterales; nada que no hubieran pensado los brit¨¢nicos unos a?os antes respecto a Grecia. La Academia recomienda al gobierno que varios eruditos acompa?en al Ej¨¦rcito para rastrear los bienes de inter¨¦s art¨ªstico. El arabista Emilio Lafuente Alc¨¢ntara fue uno de los elegidos y su objetivo eran los manuscritos ar¨¢bigos; se le pagaban 2.400 escudos anuales y su primera y m¨¢s fecunda parada fue en Tetu¨¢n. Mientras el ej¨¦rcito avanza, Lafuente visita bibliotecas o sigue pistas por la ciudad hasta toparse con 233 c¨®dices ar¨¢bigos. Poco despu¨¦s, todos recalan en Madrid.
El arabista relata en su Cat¨¢logo de c¨®dices ar¨¢bigos adquiridos en Tetu¨¢n por el gobierno de S. M. que ¡°hay un rasgo caracter¨ªstico de la raza mora que contribuye a que se conserven y hayan llegado hasta nosotros las obras de antiguos ingenios. Todos los musulmanes profesan cierta especie de veneraci¨®n hacia los libros, y aunque no los cuidan con gran esmero, ni parece que saquen gran provecho de su lectura, rara vez se desprenden de ellos ni los inutilizan¡±. En fin, la diplomacia y las luces propias de la ¨¦poca.
No sabemos cu¨¢nto de provecho habr¨¢n sacado de ellos los cristianos, pero esos c¨®dices, que forman ahora parte de la colecci¨®n de unos 1.200 manuscritos ¨¢rabes que se conservan en la Biblioteca Nacional de Espa?a (BNE), est¨¢n la mayor¨ªa en el mismo estado en que se encontraron hace siglo y medio. Arsenio S¨¢nchez, restaurador de manuscritos, incunables y libros raros de la biblioteca est¨¢ a la espera de tiempos mejores que permitan restaurarlos y catalogarlos. Es decir, de lo que en esta ¨¦poca se llama presupuesto.
Casi ocho siglos de estancia musulmana en Espa?a no han dejado, sin embargo, un patrimonio libresco ar¨¢bigo de importancia en t¨¦rminos cuantitativos. S¨¢nchez, que ha impartido un taller en la Universidad de Granada la pasada semana sobre encuadernaci¨®n mud¨¦jar y morisca, se?ala que en Espa?a ¡°se conservan 6.000 o 7.000 manuscritos originales¡±. Apenas nada de la producci¨®n literaria hispanomusulmana original. El fuego, fortuito o provocado, ha tenido mucho que ver en eso. La granadina plaza de Bib-Rambla, reci¨¦n iniciado el siglo XVI, vio arder miles de ejemplares de la espl¨¦ndida biblioteca de la Madraza, la universidad musulmana que exist¨ªa a pocos metros de all¨ª. En este caso el fuego era cristiano e intencionado. Unos siglos antes, las llamas consum¨ªan 400.000 libros de la gran biblioteca de C¨®rdoba; musulmanes contra musulmanes prendieron la yesca en esta ocasi¨®n.
Alba?iles y piratas
Los manuscritos ¨¢rabes en Espa?a han llegado a sus destinos de modos diversos y curiosos. La Biblioteca Nacional forma su colecci¨®n, en parte, con una expedici¨®n cient¨ªfica libresca a Marruecos. El CSIC a¨²na la suya, de alrededor de 200 ejemplares, gracias al hallazgo de una habitaci¨®n clandestina que alg¨²n morisco construy¨® antes de su expulsi¨®n en la localidad zaragozana de Almonacid de la Sierra. El fuego de los alba?iles consumi¨® un n¨²mero importante de ejemplares pero pudieron salvarse algunos. La biblioteca de El Escorial es la gran biblioteca de c¨®dices ¨¢rabes en Espa?a. Sus 2.000 ejemplares son parte del bot¨ªn de un acto de pirater¨ªa sobre el barco a la fuga de Muley Zid¨¢n, sult¨¢n de Marruecos.
Cap¨ªtulo aparte merece la literatura morisca; o mejor, su producci¨®n ¡°editorial¡±. Moriscos son los musulmanes que, tras la llegada al trono de los Reyes Cat¨®licos en 1492 tienen que convertirse al cristianismo para poder seguir viviendo en la Pen¨ªnsula. No obstante, en la intimidad de su hogar siguen practicando su fe. Arsenio S¨¢nchez cuenta como, ante la dificultad de conseguir sus libros sagrados, los moriscos ¨Cya en el siglo XVI, un siglo despu¨¦s de estar inventada la imprenta¨C se lanzan a la copia clandestina y a mano de los libros que necesitan. Eso les obliga a encuadernarlos. Y de la necesidad naci¨® la virtud, creando un modo de encuadernaci¨®n diferente del existente hasta el momento. Las tapas siguen siendo de madera y las portadas est¨¢n cubiertas con piel de oveja curtida con zumaque; pero a?aden unas lazadas que parecen querer cerrar el libro a cal y canto. ?Cu¨¢ntos ejemplares ten¨ªa una biblioteca morisca? ¡°Apenas tres o cuatro libros¡±, explica S¨¢nchez.
Teresa Espejo, profesora de la Universidad de Granada y una de las grandes especialistas en restauraci¨®n de libros ¨¢rabes, recuerda que las primeras veces, pensaban que esas encuadernaciones moriscas eran ¡°encuadernaciones defectuosas¡±. Hasta que al cotejar varios ejemplares, los especialistas se dieron cuenta de que estaban ante un nuevo modelo de libro. El XVI es, adem¨¢s, un momento de dificultad para hablar ¨¢rabe en la calle, lo que provoca que los moriscos comiencen a usar una mezcla de ¨¢rabe y espa?ol que se refleja tambi¨¦n en los libros. Aparecen los manuscritos aljamiados, de graf¨ªa ¨¢rabe pero fon¨¦tica espa?ola.
Empotrado en el Ej¨¦rcito espa?ol que luchaba en Marruecos, Emilio Lafuente encontr¨® c¨®dices de origen marroqu¨ª pero muchos de origen morisco, de procedencia espa?ola que all¨ª llegaron tras su expulsi¨®n de Espa?a. Con ellos se fueron sus peque?as bibliotecas que luego Lafuente comprar¨ªa, probablemente, a precio de ganga.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.