Regreso al Everest, a otro ritmo
La proeza de Kilian Jornet en la monta?a invita a recordar el maravilloso relato de Jan Morris de la conquista de la cima en 1953

¡°Nieve en mal estado STOP Campo Base Avanzado abandonado ayer STOP Esperando mejoras¡±. Este mensaje poco halag¨¹e?o escond¨ªa la exitosa consumaci¨®n de una de las grandes aventuras de nuestro tiempo. Pues en realidad, descifrado el c¨®digo, lo que dec¨ªa era: ¡°Cima del Everest alcanzada el 29 de mayo por Hillary y Tenzing¡±. Tan formidable noticia, que significaba que por fin se hab¨ªa conquistado el techo del mundo, no lleg¨® por Twitter (cosa poco probable en 1953). La dio, tras bajar de la monta?a en una carrera vertiginosa por la cascada de hielo, teclearla en el campo base y entreg¨¢rsela a un mensajero que sali¨® zumbando para que la radiaran desde Namche Bazar, a tres d¨ªas de distancia, el periodista James Morris (hoy tras su reasignaci¨®n de sexo en 1972 la escritora Jan Morris), a la saz¨®n corresponsal especial de The Times que formaba parte de la victoriosa expedici¨®n. La sensacional exclusiva lleg¨® a Londres, tras seguir un rocambolesco camino en el que hab¨ªa que evitar que se enterara la acechante competencia, en exacta coincidencia con otra coronaci¨®n, esta no de una cima sino de una reina, Isabel II, contribuyendo a la gran fiesta imperial.
Otra noticia monta?era, la de la proeza del catal¨¢n Kilian Jornet haciendo dos veces cumbre en el mismo pico de Hillary y Tenzing en seis d¨ªas, sin ox¨ªgeno, me ha hecho volver, con nostalgia, al maravilloso relato de Morris, uno de las m¨¢s hermosas y rom¨¢nticas cr¨®nicas jam¨¢s escritas de alpinismo; y de periodismo: fue el ¨²ltimo gran scoop de Fleet Street al viejo estilo. La coronaci¨®n del Everest (Gallo Nero) recoge el texto a?ejo original de 1958 con la introducci¨®n de Morris para la edici¨®n de 2003 m¨¢s un pr¨®logo de Sebasti¨¢n ?lvaro, de Al filo de lo imposible. El que describe Morris es otro mundo, del monta?ismo y del pueblo sherpa, del periodismo (en la nota de gastos lleg¨® a incluir un yak) e incluso de s¨ª misma, cuando a¨²n era un hombre y bajo la piel del audaz corresponsal, ex oficial de caballer¨ªa y ocasional monta?ero (es incre¨ªble lo que hizo para ser un aficionado: hasta subi¨® al campo IV y se fue a escalar con Hillary) pugnaba por desatarse el deseo de ser mujer. Hay una frase muy reveladora cuando describe la vida del pueblo sherpa y especialmente la de sus mujeres, las sherpanis: ¡°?Qui¨¦n no querr¨ªa ser una sherpani?¡±.

De lo diferentes que eran entonces las cosas da fe que Morris se llevara al Everest unos pantalones de pana, una cinta de recambio para la m¨¢quina de escribir y el Oxford Book of Greek Verse, y el que la noticia tardara tanto en difundirse, claro. Morris, que hab¨ªa dispuesto sistemas de mensajer¨ªa que hoy nos parecen hilarantes para asegurarse la? exclusiva (incluso se analiz¨® la posibilidad de usar los supuestos poderes telep¨¢ticos de los lamas), explica la impresionante escena de los escaladores descendiendo por la ladera, sin que se pudiera saber durante horas si hab¨ªan logrado la cima o esta los hab¨ªa vuelto a vencer. La espera expectante hasta que Morris observa a trav¨¦s de las gafas de monta?a empa?adas que Hillary blande el piolet en se?al de triunfo. Luego viene la reuni¨®n con lHillary y Tenzing en la tienda, escuchando su relato de la haza?a. ¡°Se hab¨ªa escalado el Everest y aquellos dos hombres mortales que ten¨ªamos delante, sentados en cajas viejas, hab¨ªan estado en la cima, ?en el lugar m¨¢s alto de la Tierra! ?Y nadie lo sab¨ªa m¨¢s que nosotros!¡±. Ni lo sabr¨ªa en varios d¨ªas. Qu¨¦ diferencia con estos tiempos en que todo se sabe en instantes e incluso conectas con el h¨¦roe en directo en plena proeza en streaming.
En un momento del relato, Morris le pide una foto a Tenzing (?no hay tel¨¦fonos con c¨¢mara, ni selfies!) y este le da una instant¨¢nea que le hab¨ªa hecho el Dalai Lama y se la firma (su nombre es la ¨²nica palabra que sabe escribir). Otro souvenir que conserva Morris es un ejemplar de?La conquista del Everest, de Murray, que todos leyeron durante la expedici¨®n, firmado por el grupo y con manchas de t¨¦.

Tambi¨¦n la prosa de Morris es muy distinta de lo que se escribe hoy: el Everest ¡°era un lugar especialmente distante y hostil, una presencia ciega que no se percataba de nuestra existencia colocada en un rinc¨®n vac¨ªo del mundo para marcar el tiempo en silencio¡±. Para la escritora, el ruido de las botas golpeadas una contra otra para sacudir la nieve es el sonido que m¨¢s evoca aquella ¡°aventura de caballeros¡±.
El Everest se imbric¨® indisolublemente con la vida de Morris. No solo porque en una grieta azul de un glaciar se dej¨® el reloj de pulsera y porque la monta?a lo catapult¨® a la fama mundial sino, como siempre recuerda, porque su hijo Henry naci¨® mientras ¨¦l estaba all¨ª (se lo comunicaron por radio, entre chasquidos de est¨¢tica, junto a las previsiones del tiempo de la BBC). Bautiz¨® un peque?o lago, parecido a los de su amado Gales, con el nombre de la que era y sigue siendo su mujer, su querida Elizabeth. Tuvo la oportunidad de conocer a fondo a esos personajes hoy de leyenda que fueron el apicultor de las cimas Hillary, Tenzing ("pr¨ªncipe modesto" del Himalaya), el coronel John Hunt y los dem¨¢s, de todos los cuales evalu¨®, muy profesionalmente, si preparar obituarios durante la expedici¨®n. Morris hasta dispuso de tiempo para perseguir al yeti y su misterioso y aterrador silbido. Y para contribuir en parte a desmontar algunos de sus mitos: el famoso cuero cabelludo del templo de Pangboche, como relata, result¨® estar confeccionado con piel de cerdo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
