Federico Ib¨¢?ez, el hombre rebelde
El director de Castalia, que tambi¨¦n fue un editor de estirpe, muere en J¨¢vea
Federico Ib¨¢?ez, hijo de la editora Amparo Soler, y editor ¨¦l mismo, muri¨® hoy en J¨¢vea, donde viv¨ªa. Hab¨ªa nacido en Valencia en 1946; cuando termin¨® su etapa al frente de Castalia, la editorial con la que prolong¨® la tradici¨®n avivada por su madre, se fue a vivir al Mediterr¨¢neo y all¨ª ha muerto.
Fue director general del Libro entre 1990 y 1993, cuando Jordi Sol¨¦ Tura fue ministro del Gobierno socialista de Felipe Gonz¨¢lez. Fue un agitador del mundo al que se dedic¨®; apoy¨® iniciativas editoriales, fue propulsor de debates entre editores, cre¨® premios para resaltar la labor de los otros. Y hasta el final de sus d¨ªas fue un agudo polemista, alguien que no se conformaba nunca con lo que podr¨ªa parecer la ¨²ltima palabra. Era tambi¨¦n un excelente conversador, que prolong¨®, desde la lejan¨ªa mediterr¨¢nea, esa facultad a trav¨¦s de las redes sociales que le sirvieron para mantener caliente esa curiosidad y ese apremio moral que le produc¨ªan la deriva social y pol¨ªtica de estos tiempos. El entierro tendr¨¢ efecto en J¨¢vea ma?ana, y antes se le tributar¨¢ all¨ª un homenaje.
Podr¨ªa decirse que Federico Ib¨¢?ez pod¨ªa discutir a la vez con Dios y con el Diablo y no darle la raz¨®n a ninguno; era un ser de una independencia moral, y pol¨ªtica, formidable. Y la misma fuerza con la que defendi¨® sus ideas la us¨® para defender el oficio y la vocaci¨®n que hab¨ªa heredado de su madre, Amparo Soler. Do?a Amparo, como la conoc¨ªamos quienes la tratamos, como periodistas, autores o editores, era hija de impresor, del que hered¨® la vocaci¨®n por trabajar por los libros. En 1945 fund¨® la Editorial Castalia, de cuyo inmenso valor ha dependido, en gran parte, la divulgaci¨®n y el estudio de los cl¨¢sicos castellanos a trav¨¦s de la colecci¨®n Cl¨¢sicos Castalia. Federico Ib¨¢?ez se hizo cargo de esa ilustre herencia editorial, la prolong¨® y la hizo imprescindible.
A la vez, este hombre capaz de hacer mil cosas sin que pareciera agotarse nunca, junt¨® en torno a su figura editores, autores, impresores, libreros, y se convirti¨® en un referente cuya buena disposici¨®n de ¨¢nimo mejor¨® la salud del sector. Dedic¨® art¨ªculos a reflexionar sobre el futuro del libro, mejor¨® la imagen de los editores y cultiv¨®, con seriedad y alegr¨ªa, la relaci¨®n de ¨¦stos con los dem¨¢s elementos del mundo editorial. Siempre fue, adem¨¢s, un volc¨¢n pol¨ªtico, un hombre de ideas firmes, armadas a lo largo de unos a?os que fueron decisivos para su profesi¨®n y para este pa¨ªs.
Era tan fuerte, y a la vez tan alegre, en la defensa de esas posiciones, que ahora mismo que ha muerto parece que su voz va a seguir saliendo por Twitter a comentar el ¨²ltimo hecho que le hubiera preocupado o indignado.
Estaba casado con Esperanza Morais, tambi¨¦n editora, compa?era infatigable tambi¨¦n en la enfermedad, que en el caso de Federico fue larga. Hace dos a?os, cuando se present¨® en una lista progresista para el municipio donde vivi¨® sus ¨²ltimos tiempos, le preguntaron qu¨¦ libro recomendar¨ªa. Dijo El hombre rebelde, de Albert Camus, de cuyas primeras l¨ªneas naci¨® el Diguem no que compuso su paisano, y vecino, Raimon. No puede haber mejor libro ni mejor canci¨®n para dibujar el alma de este editor arrojado e inolvidable que acaba de morir en J¨¢vea.
Babelia
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