Un hermoso y et¨¦reo desprop¨®sito
'Crack-Up', de la banda estadounidense Fleet Foxes, obtiene una calificaci¨®n de 6 sobre 10
Tal vez lo que necesite nuestro convulso mundo sea m¨²sica que lo redima por contraste: una entrega de humanidad pura frente al avance de la irrealidad virtual, una et¨¦rea letan¨ªa de voces solap¨¢ndose en agridulce armon¨ªa. No hay sonido que m¨¢s nos conmueva que el de otro ser humano, cierto, pero tampoco era necesario abusar de tan euf¨®nica trascendencia iniciando un tercer ¨¢lbum, tras seis a?os de silencio, con una extensa suite hilvanada por tres tonadas que en vez de invitar a la inmersi¨®n desorientan. As¨ª las gasta Robin Pecknold (Kirkland, Washington, 1986), su canci¨®n ideal es una construcci¨®n preciosista y monumental, ignorante de las expectativas del oyente o las bondades del recato. Fleet Foxes, la banda que fund¨® en Seattle junto a su amigo de la infancia Skyler Skjelset, suelen ser comparados con los Beach Boys m¨¢s celestiales o con la empalagosa avenencia de CSN&Y, pero ¡ªmilenial de manual¡ª el chico se educ¨® entre el hura?o canon compositor de Bob Dylan y el intercambio de archivos en Napster.
Artista: Fleet Foxes
Disco: Crack-Up
Sello: Nonesuch-Warner
Calificaci¨®n: 6 sobre 10
Tanto desvelo por conquistar las alturas de una sonoridad ricamente org¨¢nica, alejada de las actuales mixturas estil¨ªsticas e hibridaciones electr¨®nicas, no fue impedimento para que Fleet Foxes naciesen como fen¨®meno digital, su MySpace anegado antes de editar un primer disco, el p¨²blico cautivado por tan sentidas exhalaciones. Como suele ocurrir entre creadores hipersensibles, el ¨¦xito en 2008 de su ¨¢lbum hom¨®nimo aviv¨® el s¨ªndrome de la secuela y las sesiones para Helplessness Blues (2011) resultaron problem¨¢ticas, causando la dimisi¨®n del bater¨ªa Josh Tillman, hoy rebautizado Father John Misty, autor del sensacional Pure Comedy. Buscando reencontrar su instinto creativo, Pecknold desaparece y se matricula en la universidad para leer y estudiar a Whitman y Joyce. Otro ilustre literato, F. Scott Fitzgerald, le proveer¨¢ del t¨ªtulo para su retorno, Crack-Up, referencia a la constante insatisfacci¨®n del autor ante su obra. El l¨ªder de Fleet Foxes se enfrenta a ese descontento ba?¨¢ndose en ambros¨ªa y solipsismo, con resultados a veces intrigantes y gloriosos, otras desva¨ªdos y pretenciosos.
El desprop¨®sito de la citada obertura, dudosa entre el susurro y un tono de himno a rega?adientes, con multitud de voces e instrumentos superpuestos, va reduci¨¦ndose a medida que llegan otras piezas menos rebuscadas. Por ejemplo, las hermosas Naiads, Cassadies y Kept Woman, desnudas en comparaci¨®n, fieles al origen ac¨²stico de estas composiciones elaboradas hasta la reposter¨ªa. En Third of May Pecknold glosa su larga amistad con Skjelset, como si tal intimidad pudiese interesarnos, pero el tema enlaza con la hermosa coda Odaigahara. M¨¢s adelante, en If you need to, keep time on me, se le amontonan las preguntas existenciales sin respuesta, que acompa?a con un leve manto de sonidos reales. En conjunto, Crack-Up sucumbe a la solemnidad gratuita y hace de su ambici¨®n monoton¨ªa: cuesta emocionarse cuando la opulencia camufla lo esencial. Queda la esperanza de que vaya cuajando tras repetidas escuchas, si antes no se produce la huida por empacho.
Babelia
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