Beno?t Peeters: ¡°El c¨®mic sufre un d¨¦ficit de legitimidad¡±
Guionista y escritor. Bi¨®grafo de Derrida, experto en Herg¨¦, es autor de tebeos que reflexionan sobre nuevos espacios urbanos
Beno?t Peeters (Par¨ªs, 1956) y Fran?ois Schuiten (Bruselas, 1956) pusieron en pie, hace 35 a?os ya, una serie colosal, Las ciudades oscuras, mezcla de distop¨ªa e historia que los convirti¨® en dos aut¨¦nticas estrellas del c¨®mic. Juntos acaban de publicar en Espa?a La ruta de Armilia y otras leyendas de las ciudades oscuras, as¨ª como el segundo tomo de su obra Volver a Par¨ªs, ambas editadas por Norma. Beno?t Peeters es, adem¨¢s de guionista de tebeos, novelista, bi¨®grafo de personajes como Derrida, Paul Val¨¦ry o Nadar y uno de los mayores expertos mundiales en la obra de Herg¨¦, el padre de Tint¨ªn. Peeters cerr¨® el jueves, en compa?¨ªa del cr¨ªtico ?lvaro Pons, el ciclo que sobre el g¨¦nero del c¨®mic ha organizado el Instituto Franc¨¦s de Madrid.
PREGUNTA. Siempre resulta interesante analizar las relaciones entre texto e imagen. Pero, como guionista de c¨®mics, ?ha padecido usted alguna vez esa injusticia consistente en que el lector se quede con las ilustraciones m¨¢s que con los textos?
Respuesta. En mi caso no lo he experimentado. Lo que s¨ª suele ocurrir es que si yo publico una biograf¨ªa de Derrida o de Val¨¦ry, se le suele tener mucha m¨¢s consideraci¨®n que a un c¨®mic. El autor de c¨®mics sufre un d¨¦ficit de legitimidad.
P. ?Cu¨¢l es, a su juicio, la fuerza del c¨®mic en relaci¨®n a otros medios de expresi¨®n?
R. Creo, sobre todo, que esa fuerza reside en la especificidad. El c¨®mic ofrece posibilidades que el cine, la literatura y la pintura no tienen. Y viceversa, claro est¨¢. Es un lenguaje con todas las de la ley, ?un lenguaje que alguien como Rodolphe T?pfer ¡ªel aut¨¦ntico inventor de los tebeos¡ª supo ver en 1830! No estamos ante una suma de textos e im¨¢genes, sino ante un lenguaje que los une, los integra. Y nosotros, seres humanos, que estamos acostumbrados a recibir sonidos, olores, gestos, colores, gente, lugares¡ estamos acostumbrados a hacer la s¨ªntesis de todo.
P. Hay quienes consideran que el c¨®mic no es una forma seria de expresi¨®n. ?Una forma de arte tiene que ser grave, tiene que ser obligatoriamente seria?
R. Con Maus, Art Spiegelman, a trav¨¦s de una met¨¢fora animal¨ªstica y un relato de una coherencia terrible, logr¨® hablar de algo tan grave y tan serio como es el Holocausto. Y un c¨®mic como Pers¨¦polis de Marjane Satrapi es un tratado sociopol¨ªtico de lo que ocurri¨® en Ir¨¢n m¨¢s eficaz que muchos libros serios. Adem¨¢s, es un arte muy practicable¡
P. ?Qu¨¦ quiere decir con eso?
R. Que el cine, por ejemplo, est¨¢ sometido a una l¨®gica de anticipaci¨®n. Hay que elaborar un dossier previo, hay que elaborar un guion r¨ªgido y desarrollado, hay que financiarlo todo mediante acuerdos con personas extremadamente diferentes, y hay que contar con las cadenas de televisi¨®n, sometidas a exigencias de audiencia feroces. En el c¨®mic nada de eso ocurre.
P. Schuiten y usted iniciaron su serie Las ciudades oscuras hace ya 35 a?os. La serie est¨¢ plagada de referentes culturales, corr¨ªjame si me equivoco: Borges, los socialistas ut¨®picos y sus falansterios, Plat¨®n, el art nouveau, Orwell, Julio Verne¡
R. ¡ Piranesi, Brueghel, Orson Welles¡ Referentes que no vienen solo de la literatura, sino del arte, el cine, la arquitectura. Nuestras historias son met¨¢foras, son f¨¢bulas. Me interesa el car¨¢cter universal de la f¨¢bula. No deja de sorprenderme c¨®mo Las ciudades oscuras pueden interesar a un lector chino o japon¨¦s. Sus referentes culturales, sociales y pol¨ªticos nada tienen que ver con los de un lector franc¨¦s o espa?ol. Sin embargo, el milagro se produce.
P. Es el poder de los s¨ªmbolos, de las met¨¢foras.
R. La met¨¢fora, el s¨ªmbolo y la utop¨ªa son terriblemente poderosas. Cuando en La fiebre de Urbicanda, hace 30 a?os, habl¨¢bamos de una ciudad partida en dos, l¨®gicamente la gente ver¨ªa Berl¨ªn. Si hablabas de muros, la gente pensaba en la guerra de los Balcanes, y hoy piensa en Trump y en M¨¦xico, o en Israel y Palestina. ?Por qu¨¦ seguir creando estos universos ut¨®picos despu¨¦s de 35 a?os? Porque esas utop¨ªas se van recargando con elementos e interpretaciones geogr¨¢ficas, sociales y pol¨ªticas diferentes por parte de los lectores.
P. Las ciudades de Schuiten y Peeters no se llaman Par¨ªs, ni Copenhague, ni Bruselas¡ pero son Par¨ªs, Copenhague, Bruselas¡
R. Es que no podemos escapar a nuestras ra¨ªces culturales, a nuestro entorno, a nuestras referencias. De lo que se trata es de, a partir de ah¨ª, tratar de contar el mundo. Es muy dif¨ªcil tener a alguien como Balzac, un genio que era capaz, solo con pasar tres d¨ªas en un pueblito, de restituir cantidad de universos y de sociedades. Le presentaban a un m¨¦dico y de pronto conoc¨ªa perfectamente los problemas de la medicina. Impresionante. Y luego tenemos a Kafka, que era lo contrario. Todos sus personajes son ¨¦l, de alguna manera, y nos da la sensaci¨®n de que a trav¨¦s de su propia conciencia nos ha dado un mundo. En Proust tambi¨¦n pasa. Y Roland Barthes escribi¨® un libro sobre la muerte de su madre que, a la vez, es uno de los m¨¢s grandes libros que existen sobre el duelo.
P. La alienaci¨®n y la soledad del ser humano en medio de mundos estruendosos e hipersociables provoca bastante inquietud. Es un tema extraordinario para la ficci¨®n, uno de sus temas favoritos, ?no?
R. Me apasiona el tema de la museificaci¨®n del mundo. Ciudades como ?msterdam, Barcelona o Par¨ªs llevan ya tiempo experimentado la contradicci¨®n entre un evidente modelo tur¨ªstico-econ¨®mico muy beneficioso y la progresiva imposibilidad de vivir en la ciudad. En ?msterdam, por ejemplo, las autoridades ya recomiendan al turista que visite otros lugares en lugar de ese.
P. El centro de las ciudades se parece cada vez m¨¢s. Hay una globalizaci¨®n, tambi¨¦n, en cierto modo, cierta alienaci¨®n, ?no cree?
R. Estamos llegando al absurdo. Mucha gente quiere que el centro de esas ciudades sea solo bonito, visitable, que no haya elementos desagradables o inesperados. Y eso es una especie de exorcizaci¨®n de nuestros miedos. Queremos lo que esperamos: tiendas de lujo, museos bellos para fotografiar, restaurantes preciosos ¡ªsi no se ve el humo de la cocina, mejor¡ª, y no deseamos cosas inesperadas. Son ciudades a las que se est¨¢ desposeyendo de la vida, de todo aquello org¨¢nico que conforma la vida: la suciedad, el trabajo, aquellas poblaciones que no encajan en nuestro estilo de vida¡ y claro, de ah¨ª llegamos a la cuesti¨®n de c¨®mo se expulsa del centro de las ciudades a los mendigos y a los sin techo. Y, por lo mismo, de c¨®mo Europa expulsa a sus inmigrantes.
Babelia
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