¡°La mejor recompensa de la literatura es el hecho de escribir¡±
El narrador ha obtenido el galard¨®n por su novela 'Gran cabaret'. ¡°En Israel llevamos una existencia paralela a la vida que deber¨ªamos tener¡±, afirma
Con fina iron¨ªa jud¨ªa, simboliza su flamante premio Man Booker con el primer ejemplar de bolsillo de A Horse Walks into a Bar obra por la que acaba de recibir uno de los m¨¢s altos reconocimientos internacionales para ficci¨®n no inglesa. Ocupa el lugar central en el sanctasanct¨®rum de la ¡°egoteca¡±, la estanter¨ªa que acumula todos los libros de David Grossman (Jerusal¨¦n, 1954), incluidos los traducidos a decenas de lenguas. Ese t¨ªtulo ¡ªel comienzo de un c¨ªnico chiste de Dovaleh, arquetipo de c¨®mico fracasado que protagoniza la novela¡ª fue versionado al espa?ol como Gran cabaret, en edici¨®n de Lumen. En el m¨¢s alto hito de su carrera, Grossman recuerda c¨®mo se hizo escritor durante una conversaci¨®n en su casa de Mevasseret Sion, desde donde se divisa el perfil de la Ciudad Santa a unos seis kil¨®metros al este.
¡°Jerusal¨¦n es un lugar extra?o, con tantos conflictos: entre religiosos y laicos, entre jud¨ªos y ¨¢rabes¡ Cuando trabajaba en Radio Israel atravesaba zonas muy diferentes hasta llegar al centro de la ciudad. Tiene demasiada historia, demasiada religi¨®n, demasiada tensi¨®n. Es un lugar muy crispado, donde no deja de o¨ªrse la voz del pasado. A prudente distancia de una ciudad tan agotadora uno puede vivir mucho m¨¢s tranquilo. Despu¨¦s de 3.000 a?os de historia, de cultura, de religi¨®n, de filosof¨ªa¡ deber¨ªa ser la urbe m¨¢s ilustrada del mundo. Pero es todo lo contrario: fan¨¢tica, fundamentalista, extremista. Si Tel Aviv es el Mediterr¨¢neo, Jerusal¨¦n es Oriente Pr¨®ximo. La gente ya no quiere vivir all¨ª¡±.
A Grossman le despidieron de la radio p¨²blica cuando Yasir Arafat reconoci¨® en 1988 la existencia de Israel en nombre de los palestinos. ?l era el presentador del principal espacio de la ma?ana. ¡°Pregunt¨¦ por qu¨¦ no abr¨ªa el informativo la noticia, y me dijeron que obedec¨ªan las instrucciones del Ministerio de Defensa, que entonces dirig¨ªa Isaac Rabin. En ese caso, repliqu¨¦, no me puedo seguir haciendo cargo del programa. Al d¨ªa siguiente, mi mujer le¨ªa el peri¨®dico Haaretz y se top¨® en la p¨¢gina cuatro con la informaci¨®n de que yo hab¨ªa sido despedido por desobediencia. Les pareci¨® m¨¢s barato llamar al diario, as¨ª que me enter¨¦ por la prensa. Fue una lecci¨®n muy interesante. Ver c¨®mo gente con valores morales se hab¨ªa adaptado al llamado esp¨ªritu del mando, que implica boicotear a aquel que se salga del camino trazado. Ese era el esp¨ªritu dominante entonces en Israel. Ahora es mucho peor, por supuesto¡±.
¡ªLe hicieron un favor, ?no es as¨ª?
¡°Decid¨ª convertirme en escritor. Me di cuenta de que pod¨ªa vivir de mis libros. Ya hab¨ªa publicado un par de novelas y El viento amarillo (EL PA?S Aguilar, 1988), un largo reportaje sobre los territorios ocupados. Cuando se edit¨®, fui sometido a un creciente acoso por parte de mis superiores. ¡°Al entrevistar al primer ministro Isaac Shamir su sonrisa era sarc¨¢stica¡±, me acusaron una vez. ?C¨®mo hab¨ªan podido verlo a trav¨¦s de la radio? En realidad buscaban cualquier excusa para incordiarme. Claro que les debo el haberme convertido en un autor literario a tiempo completo¡±.
Tres d¨¦cadas despu¨¦s, tras recibir el mayor galard¨®n brit¨¢nico a una novela extranjera, el escritor israel¨ª se declara ajeno a la fama, como el protagonista de Gran cabaret. ¡°Tal vez todos seamos unos perdedores. Lo vamos sabiendo conforme nos hacemos m¨¢s viejos y d¨¦biles. Hay momentos en los que nos sentimos ganadores. Como ahora, cuando he recibido este premio. Es bonito, porque sientes que tu mensaje ha sido entendido, pero no es algo que nadie pueda dar por hecho. El personaje de Dovaleh muestra dos identidades. Una es la que nos recuerda a nosotros mismos. Y la otra es m¨¢s profunda, m¨¢s existencial. A pesar de su rudeza y brutalidad, al final sentimos empat¨ªa por ¨¦l: un perdedor que no vive su vida real. Vive en paralelo, protege su mundo interior con la vulgaridad y la agresi¨®n¡±.
"Como el protagonista de Gran cabaret, tal vez todos seamos unos perdedores"
¡ª?Usted tambi¨¦n escribe para que la gente le quiera?
¡°Creo que hay formas mejores para ser querido que ponerse a contar historias. Tal vez al inicio de mi carrera fuera as¨ª, no lo niego. Pero la mejor recompensa de la literatura es el hecho de escribir, en s¨ª mismo. Crear es un privilegio. Tras meses de escritura, lo ¨²nico que cuenta es el campo magn¨¦tico de la obra. Escribo por la propia narraci¨®n, su poder es asombroso. Las historias que invento tienen vida paralela. A veces incluso m¨¢s aut¨¦nticas que la existencia que he tenido¡±.
¡ª?Puede vivir al margen de los conflictos de su pa¨ªs, ser solo un contador de historias?
¡°Intento ser honrado al escribir. Cuando viajo me preguntan si Dovaleh es un s¨ªmbolo del Estado hebreo. Es f¨¢cil escribir sobre s¨ªmbolos, lo dif¨ªcil es crear un personaje. En Israel tambi¨¦n estamos viviendo una existencia paralela a la vida que deber¨ªamos tener¡±.
La mano que atiza los traumas del pasado jud¨ªo
¡°En un momento crucial estamos paralizados por la falta de iniciativa de di¨¢logo con nuestros vecinos palestinos¡±, reflexiona Grossman, vinculado desde su juventud a la izquierda. ¡°Hay una desesperaci¨®n existencial; la mayor¨ªa de los israel¨ªes no creen que en la pr¨®xima generaci¨®n puedan gozar de una situaci¨®n con paz y seguridad¡±.
¡°En la guerra de los Seis D¨ªas [1967] yo ten¨ªa 13 a?os y estaba seguro de que iba morir. Un d¨ªa vinieron al patio de mi colegio unos rabinos y oficiaron una extra?a ceremonia. Estaban consagrando el terreno para usarlo como cementerio militar. Venimos de una larga historia, tr¨¢gica y terrible. Vivimos en uno de los lugares m¨¢s violentos de la Tierra, donde muchos pa¨ªses vecinos no quieren que existamos aqu¨ª. No podemos embellecer la realidad. El israel¨ª medio tiene muy buenas razones para tener miedo. La ¨²nica forma de sobrevivir es contar con un Ej¨¦rcito fuerte para defendernos. Pero tambi¨¦n necesitamos la paz. Solo con el Ej¨¦rcito no se puede dar una respuesta completa a la complejidad de nuestra existencia¡±.
¡°Nuestros miedos no son imaginarios. El problema es que tenemos un primer ministro, Benjam¨ªn Netanyahu, que es un genio en reavivar los ecos de traumas del pasado. Somos una sociedad traumatizada por el Holocausto, por las guerras, y estamos absolutamente inermes frente a la manipulaci¨®n de Netanyahu¡±.
Grossman pag¨® un alto precio en la guerra de L¨ªbano de 2006. ¡°Perdimos a nuestro hijo Uri. Nadie me ha mostrado una soluci¨®n al conflicto mejor que la de los dos Estados. Lo que ocurri¨® en mi familia me afect¨®, y mucho, pero no cambi¨® mi posici¨®n pol¨ªtica¡±.
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