Una pluma alumbra Cuba
Carlos Manuel ?lvarez retrata los pesares de su pueblo en su primera compilaci¨®n de cr¨®nicas
De las cuatro acepciones de la palabra tribu en el diccionario de la Real Academia Espa?ola, se ajustan al t¨ªtulo del libro del periodista y escritor cubano Carlos Manuel ?lvarez, La Tribu (Sexto Piso, 2017), seguro la segunda ¨C¡°Grupo social primitivo de un mismo origen, real o supuesto, cuyos miembros suelen tener en com¨²n usos y costumbres¡±¨C y parece que la cuarta, acepci¨®n biol¨®gica: ¡°Cada uno de los grupos taxon¨®micos en que se dividen muchas familias y que, a su vez, se subdividen en g¨¦neros¡±. De acuerdo con esta acepci¨®n, el autor, nacido en C¨¢rdenas el 25 de diciembre de 1989, d¨ªa del fusilamiento en Ruman¨ªa del dictador Nicolae Ceaucescu, a?o del fusilamiento en La Habana del general de divisi¨®n Arnaldo Ochoa, pertenecer¨ªa dentro de la tribu a un grupo que menciona en su obra: ¡°Cuba tiene, adem¨¢s de todas las tipolog¨ªas de emigrantes conocidos, una especie end¨¦mica, los emigrantes universitarios¡±.
A sus 27 a?os, ?lvarez, radicado en la Ciudad de M¨¦xico, incluido en la lista Bogot¨¢ 39 del Hay Festival que selecciona cada diez a?os 39 talentos literarios latinoamericanos menores de 40 a?os, re¨²ne en La Tribu una serie de cr¨®nicas sobre su gente, que son tiernas y lacerantes, y sobre los jefes de su gente, que no son tiernas en absoluto: son ¨Cejemplo¨C como cuando habla de las profesiones de su pa¨ªs ¡°sometidas a una violenta castraci¨®n de prop¨®sitos¡±, entre ellas la que ¨¦l curs¨® durante cincos a?os en la Facultad de Comunicaci¨®n de la Universidad de La Habana, el periodismo, ¡°al que, de haber sido medicina, se le habr¨ªa pedido que dejase morir a los pacientes, o que llamara catarro al c¨¢ncer¡±.
El autor empez¨® su carrera en diarios oficiales de Cuba y ahora publica en medios de otros pa¨ªses y en El Estornudo, una revista que cre¨® el a?o pasado con otros periodistas de su generaci¨®n. Los cronistas m¨¢s prestigiosos elogian su talento literario y su mirada. Leila Guerriero ya lo considera ¡°uno de los mejores periodistas del continente¡±, y en el pr¨®logo del libro Mart¨ªn Caparr¨®s celebra a este ¡°muchacho ambicioso¡± por su brillante relato de ¡°un pa¨ªs mal escrito, tan reescrito, cribado de silencios¡± y dice de su lectura: ¡°Frases frasean, fluyen, se deleitan. De vez en cuando me encuentro con una que me despierta envidia¡±.
Buen hijo de su tribu, ?lvarez es fan¨¢tico del b¨¦isbol. En un perfil sobre Jos¨¦ Ariel Contreras, un pelotero que se fue de la isla para hacer carrera en EE UU, compara: ¡°El Contreras de los Yankees es un portento ¨ªntegro, una pieza de ¨¦bano sin fisuras, un cuerpo sin articulaciones ni empates visibles: su ancho cuello de toro, sus brazos como ramas de cedro. Parece un ¨¢rbol de cemento. El Contreras de Cuba, en cambio, muestra la definici¨®n de sus partes, es como un juguete ensamblado. Fuerte, s¨ª, pero todav¨ªa un boceto. Le faltan luces, glamour, pesas. Uno nota los amarres de los hombros con los brazos, de los brazos con los antebrazos, de los dedos con las u?as, el zurcido de las fibras¡±. Buen hijo de su tribu, de otro de sus grupos taxon¨®micos, el de los devotos del lenguaje, es fan¨¢tico de la poes¨ªa y borda con tanta belleza la descripci¨®n entre pasado y presente corporal de un pitcher como el arranque de un perfil de un poeta ¨Ceste: Rafael Alcides; este juzga el autor ¡°el mayor poeta vivo de Cuba¡±¨C: ¡°Parece un dios, pero es un hereje. Parece tallado en piedra, pero es un nervio vivo. Parece el primero de los hombres, pero es el ¨²ltimo sobreviviente¡±.
Caparr¨®s resalta que sus textos ¨Cadem¨¢s de un periodismo trabajado que explica Cuba e informa sobre Cuba¨C son ¡°una escritura¡±, o sea estilo, ritmo, vocabulario, voz, r¨²brica. As¨ª que en La Tribu el fugitivo afroamericano Charles Hill ¡°tiene el pelo entrecano, la piel carmelita y lisa como la de algunos reptiles huidizos¡±, y la m¨²sica de los Van Van desborda al g¨¦nero de la salsa ¡°Como si la salsa frenara justo donde Van Van arrecia. Como si all¨ª donde la salsa de ra¨ªces neoyorquinas apenas cargara la atm¨®sfera con cigarrillos y acohol, Van Van lo hiciera con humo de hielo seco y marihuana¡±, y en la casa de Justa Antigua, madre de un m¨¦dico que fue enviado a Sierra Leona a combatir el ¨¦bola y que se muri¨® all¨ª de paludismo, registra ¡°una olla embarrada de frijoles, un trapo grasiento, una cafetera sin tapa, varios pomos de distintos tama?os, una botella de cerveza vac¨ªa, hollejos de naranja, y grumos de arroz sobre el mantel¡±, y junto a un basurero de La Habana ¡°llov¨ªa con sa?a y todos se acurrucaban como animales enfermos en el quimbo de Luz Mar¨ªa, una choza putrefacta¡±, y en El Malec¨®n un subteniente le dice a un par de muchachos: ¡°Tienen una guaper¨ªa barata, una guaper¨ªa barata, qu¨¦ guaper¨ªa barata es la de ustedes¡±, y a Boris Santiesteban, un balsero desquiciado, cuando le pitan off side al desquiciado futbolista Mario Balotelli, ¡°los ojos le brincan, fren¨¦ticos, presos, como dos p¨¢jaros salvajes un una jaula sin luz¡±, y en la universidad media docena de estudiantes de Ingenier¨ªa hacen del contrabando la m¨¢s perfecta, depurada, efectiva, avanzada, gloriosa de todas las ramas de la ingenier¨ªa cubana formando una peque?a empresa clandestina con ¡°tres cosas prohibidas de manera un¨¢nime: comerciar con droga, tabacos o carne de res¡±, y en un club de La Habana se presenta todos los jueves un m¨²sico que nunca ser¨¢ Silvio ni Milan¨¦s ¨Cni nunca lo querr¨¢¨C que ¡°Es el Toulouse-Lautrec de la trova cubana. El Buster Keaton de la canci¨®n intelectual¡±, y en La Tribu, as¨ª, una emigrante cubana se sube a una buseta en Panam¨¢ y la m¨²sica que se escucha ¡°es como una grasa chorreante, un tornillo mel¨®dico que diera vuelta justo al rev¨¦s del sonido¡±, y en una noche de mayo en su casa de Regla, a las afueras de La Habana, C¨¢ndida L¨®pez, una mujer obsesionada con su hija Mayara, est¨¢ a punto de recibir una t¨¦trica llamada de tel¨¦fono desde Ecuador, porque hasta Ecuador se hab¨ªa marchado su hija Mayara, y ¡°Todav¨ªa el coraz¨®n no le cuelga de un hilo¡±, escribe ?lvarez. ¡°Pero le va a colgar¡±.
Su espa?ol es profuso. Marca de la tribu. Suele decir el escritor Norberto Fuentes, exiliado en Miami, que ¡°el barroquismo es la catedral bajo cuya c¨²pula estamos todos los escritores cubanos¡±. ?l fue un avanzado del periodismo narrativo en la Cuba de los primeros lustros de la Revoluci¨®n. Al hablarle de este nuevo talento que a¨²n no conoce pero promete que leer¨¢, dice: ¡°Su generaci¨®n tiene un problema: superar la etapa revolucionaria. Nosotros pudimos apoyarnos en este hecho trascendente, ?pero de qu¨¦ van a hablar ellos ahora?¡±.
Carlos Manuel concibe su compilaci¨®n como ¡°la puesta en escena de un pa¨ªs¡±, centrada en el intenso periodo que va del deshielo de Obama y Ra¨²l Castro hasta las cenizas de Fidel Castro. Sobre el deshielo, dice: ¡°Con el 17 de diciembre, los cubanos celebramos algo que podr¨ªa venir, una posibilidad, pero tambi¨¦n padecemos la tristeza de la tribu que entierra su dialecto¡±. Sobre el hombre que estaba ah¨ª cuando naci¨® y que segu¨ªa ah¨ª cuando emigr¨® a M¨¦xico, dice pol¨ªtica, bot¨¢nicamente: ¡°Fidel Castro fue el marab¨² que se extendi¨® implacable, como una plaga, sobre el tiempo hist¨®rico de Cuba¡±. Y se va una d¨¦cada atr¨¢s para recordar como su padre ¨C¡°Mi padre, que creci¨® en una choza de guano con piso de tierra, que se fue a la guerra de Angola de misi¨®n internacionalista, que se gradu¨® de Medicina¡±¨C asistiendo ante la televisi¨®n a la noticia de que Castro estaba grave, ¡°aplast¨® su tabaco en el cenicero, se hundi¨® en el asiento y empez¨® a llorar. La imagen era impresionante porque lo ¨²nico que se mov¨ªa en su cuerpo eran las l¨¢grimas. Todo ¨¦l un m¨²sculo tieso, comprimido, que de repente comenz¨® a desbordarse, como un corte m¨ªnimo y elegante en la piel¡±.
En cada detalle de cada cr¨®nica, se dir¨ªa que hay ¡°como un corte m¨ªnimo y elegante en la piel¡± de Cuba, que a veces es bestia y es feroz.
¡°No nos hemos dado cuenta¡±, le dice Alcides, ¡°pero hemos vivido una gran tragedia. Treinta mil o cuarenta mil ahogados en el mar. Hoy la palabra Patria no existe. Tenemos el drama. Y la literatura, la novela, la poes¨ªa, se hacen con drama, con dolor¡±. Y aunque La Tribu abre con una cita de Vasili Grossman ¨CNada es m¨¢s duro que ser hijastro de tu tiempo¨C, podr¨ªa haberlo hecho con las palabras finales que le brinda al periodista, como una invitaci¨®n, su idolatrado poeta: ¡°Esto se est¨¢ acabando. Ha llegado la hora de empezar a contarlo¡±.
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