La tragedia de ser libre
Cinco ¨®peras diferentes en otras tantas nuevas producciones inauguran el Festival de Aix-en-Provence


En el pen¨²ltimo a?o que programa el Festival de Aix-en-Provence, Bernard Foccroulle ha tirado la casa por la ventana y ha ofrecido en los cinco primeros d¨ªas otras tantas nuevas producciones oper¨ªsticas, una de ellas, adem¨¢s, un estreno absoluto. Cuatro tienen por protagonistas a seres que, en contra de la presi¨®n social o las normas al uso, deciden ejercer plenamente su libertad, contra viento y marea, y sin reparar en el perjuicio ajeno o en el propio. Pinocho, Carmen, Tom Rakewell y Don Juan, en este orden, viven libres, lo que, salvo al primero, que aprende de sus errores, les conduce irremediablemente a la muerte, la locura o la condena eterna.
Para inaugurar esta 69? edici¨®n del festival, Foccroulle ha encargado a su compatriota Philippe Boesmans una ¨®pera basada en el cuento de Carlo Collodi, que hace justamente diez a?os ya dio lugar a otro proyecto oper¨ªstico, The Adventures of Pinocchio, del brit¨¢nico Jonathan Dove. No puede acusarse al organista y gestor belga de barrer para casa porque, con siete ¨®peras a sus espaldas, Boesmans ha sido un asiduo cultivador del g¨¦nero. Aqu¨ª vuelve a colaborar con Jo?l Pommerat, con quien ya hab¨ªa trabajado en Au monde, y que es tambi¨¦n de nuevo responsable de la puesta en escena de una ¨®pera contada y cantada en un inequ¨ªvoco tono melanc¨®lico. Aunque sigue en lo esencial el relato de Collodi, Pommerat ha escrito un verdadero libreto, que el compositor ha envuelto en m¨²sica de f¨¢cil digesti¨®n, comprensible para todos, que se concentra en un pu?ado de personajes confiados a tan solo seis cantantes, ya que salvo la marioneta (una espl¨¦ndida y polifac¨¦tica Chlo¨¦ Briot) y el hada (Marie-Eve Munger, muy justa en un papel de soprano coloratura a la antigua usanza), los cuatro restantes encarnan a varios personajes. Los mayores elogios los merece St¨¦phane Degout, tan buen actor y cantante como narrador, y que irradia la plena convicci¨®n de estar sirviendo a una excelente causa.
La puesta en escena, en l¨ªnea con su aire aleccionador, pausado y reflexivo, tiende al oscurantismo, y resuelve con medios exiguos pero brillantes resultados el tr¨¢nsito entre las diferentes escenas y ambientes. Lo m¨¢s conseguido es, quiz¨¢, el encierro de la marioneta en la c¨¢rcel, donde desempe?a un papel crucial la m¨²sica improvisada por Fabrizio Cassol (saxo) ¡ªun cl¨¢sico en estos menesteres¡ª, Philippe Turiot (acorde¨®n) y Tcha Limberger (viol¨ªn z¨ªngaro), presentes tambi¨¦n sobre el escenario en otros momentos de la ¨®pera, sostenida en todo momento por la formidable prestaci¨®n instrumental del Klangforum de Viena, dirigido de forma sobresaliente por el argentino Emilio Pomarico, cada vez m¨¢s justamente demandado en citas importantes: el pasado mes de enero fue tambi¨¦n el encargado de inaugurar la sala de c¨¢mara de la Elbphilharmonie de Hamburgo al frente del Ensemble Resonanz.
A pesar de su origen literario, no es en absoluto este Pinocchio lo que suele entenderse por una ¨®pera para ni?os, pero s¨ª quiere serlo, tambi¨¦n, para ni?os, y hab¨ªa no pocos en la sala, que tuvieron reacciones espont¨¢neas y audibles en diversos momentos. El Grand Th¨¦?tre de Provence no se llen¨® como lo habr¨ªa hecho en una jornada inaugural con una apuesta menos arriesgada, aunque s¨ª registr¨® una gran entrada. La respuesta final del p¨²blico fue abrumadoramente positiva y a la salida hab¨ªa una rara unanimidad en que nadie podr¨ªa negarle a este Pinocchio el esquivo y, en estos tiempos, resbaladizo calificativo de ¡°¨®pera¡±. Boesmans ama el g¨¦nero y a sus sabios 81 a?os ¡ªpor m¨¢s que su aspecto denote muchos menos¡ª parece haber desentra?ado todos sus secretos y poder dominar todos sus resortes.

Hac¨ªa nada menos que seis d¨¦cadas que no se representaba Carmen en el Festival de Aix-en-Provence. Sorprende el dato, ya que se trata de la ¨®pera francesa por antonomasia y del festival de m¨¢s s¨®lida raigambre oper¨ªstica de cuantos se celebran en el pa¨ªs. Foccroulle ha confiado la direcci¨®n esc¨¦nica a uno de los enfants terribles del momento, el ruso Dmitri Tcherniakov, y su propuesta, aun en l¨ªnea con otras suyas anteriores, ha acaparado todos los comentarios, entusiastamente positivos y furibundamente negativos casi por igual, relegando casi a un segundo plano el esencial componente musical de esta incontestable obra maestra.
Muy lejos de su extraordinaria La leyenda de la ciudad invisible de Kitej, y pisando un terreno ya muy familiar gracias a otras producciones suyas bien conocidas en Espa?a ¡ªlas olvidables de Macbeth y Don Giovanni en el Teatro Real, por ejemplo, sobre todo esta ¨²ltima¡ª, Tcherniakov traslada la acci¨®n a un espacio ¨²nico, burgu¨¦s, cerrado, huis clos. Y, nada m¨¢s comenzar, lleva a cabo una aut¨¦ntica deconstrucci¨®n ¡ªalgunos prefirir¨ªan quitar tres letras y hablar directamente de destrucci¨®n¡ª de la Carmen de Bizet, haciendo trizas las numerosas convenciones oper¨ªsticas que le sirven de sost¨¦n. La genialidad consiste esta vez en convertir toda la acci¨®n en la terapia que ha de seguir el marido de una pareja que vemos entrar, antes incluso de que suene el Preludio, a lo que parece ser una cl¨ªnica de lujo para someterse a terapias individualizadas. No sabemos de qu¨¦ ha de curarse: ?celos enfermizos? ?Un car¨¢cter violento? ?Adicci¨®n al sexo? ?Ennui? S¨ª nos informa el director de la cl¨ªnica que el tratamiento que le prescriben tras haber estudiado cuidadosamente su caso es encarnar al personaje de Don Jos¨¦: toda la ¨®pera, toda su trama, todos sus cantantes, se convierten, por tanto, en una pura ficci¨®n terap¨¦utica. Los ni?os cantan incluso, invisibles, fuera de escena mientras son un grupo de adultos quienes mueven la boca y gesticulan c¨®micamente como si fueran ellos. Para no perdernos en medio de esta jungla, los propios cantantes mismos (Morales, Don Jos¨¦, Carmen) leen ocasionalmente en voz alta las indicaciones esc¨¦nicas pertinentes y llevan en sus solapas cartelas con sus nombres. No hay rastro de las partes habladas originales y las ¨²nicas que se escuchan (amplificadas) son los textos inventados por Tcherniakov para sostener y perpetuar su ficci¨®n.
El artificio funciona razonablemente bien en el primer acto, donde llega a seguirse con cierto inter¨¦s y curiosidad por su posible desarrollo ulterior, pero la burbuja empieza a desinflarse en el segundo, sobre todo despu¨¦s de la violenta e incomprensible aparici¨®n de un grupo de polic¨ªas de ¨¦lite armados hasta los dientes. Despu¨¦s del descanso, incapaz ya de sorprendernos con nada (cuando los hombres vuelven a transmutarse en ni?os en el cuarto acto no arrancaron ya una sola sonrisa), los dos ¨²ltimos actos no remontan el vuelo siquiera unos cent¨ªmetros, agotado por completo el potencial desbaratador del trasvase perge?ado por Tcherniakov, cuyas gracias fueron reidas estent¨®reamente siempre por el mismo espectador. El paciente se mete cada vez m¨¢s en el papel de Don Jos¨¦, hasta el punto de querer alargar su tratamiento y de que tengan que recordarle que aquello es una terapia, que no es real, y que debe moderar sus reacciones y sus accesos de violencia. Al final, tras matar a Carmen, esta se levanta y el resto de personajes y el coro celebran con flores y champ¨¢n el fin de la terapia de un paciente que tiene todos los visos de estar mucho peor que cuando entr¨® a curarse espoleado por su esposa, quien decide arrogarse a su vez el papel de Micaela en cuanto ve a su marido enmara?arse en las primeras redes de seducci¨®n desplegadas por Carmen.
Los dos principales papeles fueron defendidos con total entrega por Michael Fabiano y St¨¦phanie d¡¯Oustrac. El primero no ha dejado tan buena impresi¨®n como la que caus¨® hace un a?o su muy notable Jacopo Foscari en el Teatro Real. No le ayuda un franc¨¦s muy mejorable ni el denodado esfuerzo actoral, rayano en el frenes¨ª, que le exige, como a todos sus compa?eros, el director ruso. Ech¨® el resto en la ¨²ltima escena y fue aplaudid¨ªsimo en la tanda de aplausos final, tanto como la francesa St¨¦phanie d¡¯Oustrac, excelente actriz y cantante, aunque una voz con poco cuerpo y escaso recorrido limita mucho su lucimiento. Varios escalones por debajo estuvieron la Micaela de Elsa Dreisig y, sobre todo, el muy deficiente Escamillo de Michael Todd Simpson, de l¨ªnea ruda y con un registro agudo en el que se acumulan los problemas. Bien todos los secundarios, pero hay que dejar constancia de la excepcional calidad musical y vocal de la mezzosoprano Virginie Verrez como Mercedes, la mayor alegr¨ªa de la noche en una noche de pocas alegr¨ªas.
Contagiado o no por el magnicidio perpetrado por Tcherniakov, Pablo Heras-Casado brind¨® una traducci¨®n casi deconstruida de la parte orquestal, que son¨® a menudo blanda y con poco nervio, ya desde un escasamente afortunado, y apresurado, Preludio inicial. Como sucede a veces con el granadino, no es dif¨ªcil percibir una sorprendente disparidad entre su gestualidad y el sonido orquestal que llega realmente hasta nuestros o¨ªdos: aquella parece apuntar en una direcci¨®n, pero este parece encaminarse e instalarse en otra diferente. La respuesta de la Orquesta de Par¨ªs fue buena, pero se le han conocido mejores d¨ªas y la excepcional partitura de Bizet admite mayores sutilezas t¨ªmbricas y un terciopelo m¨¢s mullido para envolver las voces. Quien quiera asentir o disentir de los juicios aqu¨ª tan solo esbozados podr¨¢ hacerlo cuando ambas ¨®peras sean emitidas en directo, tambi¨¦n en su p¨¢gina web, por la cadena francoalemana Arte los d¨ªas 6 (Carmen) y 9 de julio (Pinocchio).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
