Gestar y rodar
El filme prolonga el discurso de 'Capturar', pel¨ªcula en la que Merinero convert¨ªa al espectador en c¨®mplice ¨Cy, finalmente, v¨ªctima- de sus artima?as
ALUMBRAR (LAS 1001 NOVIAS)
Direcci¨®n: Fernando Merinero.
Int¨¦rpretes: Fernando Merinero, Mariu B¨¢rcena, Carolina Clemente, Sauce Ena.
G¨¦nero: comedia. Espa?a, 2017.
Duraci¨®n: 98 minutos.
En lo que parece una reflexi¨®n casual soltada en plena pel¨ªcula, Fernando Merinero, director, demiurgo y protagonista absoluto de esta segunda entrega de su trilog¨ªa l¨²dico-metaling¨¹¨ªstica-confesional Las 1.001 novias, afirma que una novia sin una c¨¢mara no le servir¨ªa de nada. Ah¨ª, un eco lejano de esa po¨¦tica de la Nouvelle Vague que consideraba el cine como prolongaci¨®n de la vida cae en el territorio desamparado de esa imagen digital de la precariedad que, de nuevo, permite difuminar las fronteras entre representaci¨®n y experiencia.
Alumbrar prolonga el discurso de Capturar, pel¨ªcula en la que Merinero convert¨ªa al espectador en c¨®mplice ¨Cy, finalmente, v¨ªctima- de sus artima?as para convencer a algunas de sus antiguas amantes / actrices / musas de que le acompa?aran, simulando una relaci¨®n inexistente, en su viaje de reencuentro con Magaly Santana, actriz de su ¨®pera prima Los hijos del viento (1995), cuyas derivas vitales incluyen, al parecer, un episodio penitenciario. En sus primeros compases, esta segunda entrega parece regirse m¨¢s bien por la l¨®gica de la secuela: una misma estrategia para, en este caso, partir en b¨²squeda de otra antigua amante.
La naturaleza fragmentaria y digresiva del proyecto ¨Cque, en Capturar, se convert¨ªa en una de las mejores aliadas de la propuesta- lleva aqu¨ª a que se abandone pronto ese hilo narrativo para ir trenzando diversas reflexiones sobre la unidad de vida y obra, a trav¨¦s de las conversaciones entre un Merinero consciente de lo desfavorecedor que puede resultarle este autodenominado selfi cinematogr¨¢fico y unas actrices que contrarrestan, con ocasionales cargas de lucidez, la mitoman¨ªa rom¨¢ntica de su interlocutor. Las posibilidades del poliamor, el tentativo paralelismo entre la gestaci¨®n y la creaci¨®n cinematogr¨¢fica o el ideario de una secta cuyos miembros se consideraban m¨¢ximos protagonistas de la pel¨ªcula de la vida van nutriendo el organismo de esta obra viva (seg¨²n etiqueta del propio director) que, en esta ocasi¨®n, no alcanza a afirmarse como ente aut¨®nomo.
Los dos ¨²ltimos encuentros aportan una arriesgada inflexi¨®n dram¨¢tica, cuyo tono se ve comprometido por el poco convincente llanto final de Merinero. A Cortar, ¨²ltima entrega de la trilog¨ªa, le toca cerrar (?y elevar?) el conjunto.
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