Mozart, entre Mandela y la yihad
Peter Sellars y Teodor Currentzis ponen al d¨ªa 'La clemenza di Tito' en Salzburgo
No es casualidad que Peter Sellars haya escogido un tenor negro, Russell Thomas, para su dramaturgia de La clemenza di Tito. Pretend¨ªa enfatizar el paralelismo entre el emperador romano que identifica la ¨®pera de Mozart con el s¨ªmbolo de Nelson Mandela. Y de relacionar a ambos en la grandeza del perd¨®n y de la reconciliaci¨®n.
El esfuerzo del presidente sudafricano para entender a los victimarios del apartheid equivale a la piedad que Tito concedi¨® a sus conspiradores, no por el buenismo de ofrecer la otra mejilla, sino para corregir el r¨¦gimen del terror que hab¨ªa impuesto su padre, Vespasiano, en el extenso primado antecedente.
La idea de Sellars convierte la ¨®pera de Mozart en un sujeto de pol¨ªtica contempor¨¢nea. Por la extrapolaci¨®n al mito de Madiba y porque construye toda la puesta en escena desde argumentos simb¨®licos y aleg¨®ricos. Arden las torres gemelas. Pululan los refugiados. Y el personaje de Sesto, interpretado fabulosamente por la mezzo francesa Marianne Crebassa, organiza el atentado al emperador coloc¨¢ndose un cintur¨®n de explosivos, a semejanza de cuanto acostumbran los m¨¢rtires de la yihad.
Es arriesgada la propuesta de Sellars en el inventario de las amenazas contempor¨¢neas, pero la resuelve con audacia teatral. Lo hace extremando el trabajo de los actores en un escenario desnudo. Y lo consigue evitando el costumbrismo o el folclorismo. Tito es Mandela como podr¨ªa tratarse de cualquier gobernante a quien abruma la administraci¨®n del poder, de la justicia y de la gracia.
La traslaci¨®n requiere unas peligrosas innovaciones. Sellars, por ejemplo, altera el libreto original para sustituir el t¨¦rmino traidor por terrorista, pero sobre todo introduce en la ¨®pera diferentes pasajes de La gran misa en do mayor y de la M¨²sica para un funeral mas¨®nico. Es una manera de derivar La clemenza a un espacio lit¨²rgico y de rebuscar en la implicaci¨®n de los espectadores como si fuera la ¨®pera de Mozart una gran ceremonia de comuni¨®n y catarsis. Se rompe la cuarta pared. Y prospera una proximidad inusitada entre el drama eucar¨ªstico y la feligres¨ªa.
Orfebrer¨ªa crom¨¢tica
El m¨¦rito de semejante milagro recae en la mediaci¨®n musical de Teodor Currentzis. Suya es una lectura de La clemenza tan escrupulosa en la orfebrer¨ªa crom¨¢tica como rotunda en su tensi¨®n teatral y en su capacidad de estremecimiento sonoro. Y no sonoro tambi¨¦n, pues utiliza el silencio como un instrumento de sugesti¨®n teatral.
Se dir¨ªa que el maestro griego ha devuelto a Mozart lo que es de Mozart. Y que lo ha restituido a Salzburgo provisto de la dignidad que en Salzburgo se le hab¨ªa arrebatado. No solo por el maltrato de los conciertos tur¨ªsticos, sino por el convencionalismo y prosa¨ªsmo con que el compositor local hab¨ªa sido maltratado en el propio festival.
Tanto se hab¨ªa pervertido el vi?edo que ha sido necesario acudir a la profunda Rusia para encontrar una cepa pura. Porque es en Perm, la antigua M¨®lotov, al abrigo de los Urales, donde Currentzis ha construido su reino, donde ha constituido una asombrosa comuna ¡ªMusica Aeterna¡ª y donde ha reanimado el coraz¨®n de Mozart.
El clamor de los espectadores redund¨® en la proeza del maestro. Currentzis no interpreta la partitura, la escruta. Y extrae de ella una din¨¢mica sonora y una vitalidad que rebasan la conquista del mero perfeccionismo. Ocurre una especie de fen¨®meno diab¨®lico. Mozart suena apol¨ªneo y dionis¨ªaco a la vez, espiritual y voluptuoso, humano y divino. Y da la impresi¨®n de que Currentzis dirige a sus huestes ¡ªuna orquesta superdotada, un coro exquisito¡ª como si estuviera en el cr¨¢ter de un volc¨¢n y como si la m¨²sica surgiera de una energ¨ªa de magma, incandescente y tel¨²rica.
Estuvo a la altura del ritual la categor¨ªa musical y teatral de Marianne Crebassa (Sesto). Impresionaron los galones de Willard White en su dign¨ªsima decrepitud. Y tuvo ¨¢ngel la interpretaci¨®n de Christina Gansch (Servilia), pero tambi¨¦n es cierto que el reparto se resinti¨® de la vulgaridad de su protagonista ¡ªRussell Thomas es un cantante valiente y abrupto¡ª y que la dependencia de Peter Sellars con su ideal pedag¨®gico de la fraternidad precipit¨® un reparto m¨¢s propio de las Naciones Unidas que de un festival de gran vuelo: un tenor estadounidense, una soprano de Trinidad y Tobago, un bajo de Jamaica, una mezzo francesa, una soprano austriaca...
Babelia
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