¡°La canci¨®n tiene una capacidad de consuelo ¨²nica¡±
Jorge Drexler publica ¡®Salvavidas de hielo¡¯, una celebraci¨®n de los detalles cotidianos
A mitad de la charla, Jorge Drexler (Montevideo, 1964) se da cuenta de que hab¨ªa un t¨ªtulo alternativo para su nuevo ¨¢lbum. ¡°F¨ªjate, el verbo paladear. Ese podr¨ªa haber sido un nombre del disco sino fuera tan cursi y poco po¨¦tico¡±, reconoce el m¨²sico uruguayo, al que se le escapa una sonrisa sentado en el despacho de su local de ensayo en el barrio de Chueca. Magn¨ªfico conversador, Drexler asegura que ¡°paladear es muy importante¡±. ¡°Es detenerse. Estamos acostumbrados a tragar. Tenemos m¨¢s libros de los que podemos leer, tenemos m¨¢s series y pel¨ªculas de las que nunca podremos ver y m¨¢s comida de la que necesitamos¡±, explica.
Tirando de la palabra, surgida espont¨¢neamente durante una tarde de verano en retirada hacia el oto?o, se puede afirmar que su nuevo disco, Salvavidas de hielo, es una obra para ser paladeada. El ¨¢lbum, que se publica este viernes, es un trabajo minimalista, centrado en la guitarra, incluso cuando se utilizan sutiles toques de electr¨®nica, como ya hizo en su anterior obra, Bailando en la cueva. ¡°El sonido del disco es como madera. De hecho, es el disco m¨¢s cantautor que he hecho¡±, sostiene Drexler. Al oyente se le invita a detenerse ya no solo en un sonido de folk fino, con colores de cumbia o tropicalismo, sino tambi¨¦n en un modo de ver el mundo. ¡°Intento huir del esp¨ªritu de la ¨¦poca del todo ya. La gente quiere todo inmediatamente. La biblioteca universal o el archivo de la humanidad entran en tu bolsillo. Imag¨ªnate qu¨¦ locura¡±, reflexiona el compositor, quien reconoce que crea los discos ¡°sin pensar mucho¡±. ¡°Uno lo hace como cuando est¨¢ concentrado bailando¡±, dice.
El t¨ªtulo oficial del ¨¢lbum, en el que cantan las mexicanas Julieta Venegas, Natalia Lafourcade y la chilena Mon Laferte, juega con dos im¨¢genes: el salvavidas y el hielo. ¡°Agua flotando sobre agua. Me gusta pensar en una idea po¨¦tica de algo que te mantiene a flote pero que a su vez trae el car¨¢cter de lo ef¨ªmero¡±, se?ala Drexler. ¡°Como la contradicci¨®n interna que existe en el libro de La balsa de piedra de Jos¨¦ Saramago¡±, a?ade. A partir de esta contradicci¨®n, como la existencia misma, se despliegan canciones que conforman un manual de celebraci¨®n de los detalles de la vida. ¡°Intento encontrar un cosmos en lo cotidiano¡±, apunta su autor, que tambi¨¦n cita para explicarse al fil¨®sofo espa?ol Antonio Escohotado: ¡°La realidad es infinitamente densa y, cuanto m¨¢s te acercas a ella, m¨¢s detalles tiene¡±.
De esta forma, se pone en valor el equipaje sobre las pertenencias en Movimiento, la comunicaci¨®n entre las personas incluso a trav¨¦s de un simple mensaje en el m¨®vil en Telefon¨ªa, la ausencia de ruido medi¨¢tico y mental en Silencio, el roce f¨ªsico en Asilo o la belleza en Despedir a los glaciares. Pero todas estas peque?as conquistas, estos salvavidas, no son permanentes. De ah¨ª la importancia de la m¨²sica como amortiguador emocional. ¡°La canci¨®n tiene una capacidad de consuelo ¨²nica. No conozco en ning¨²n otro g¨¦nero art¨ªstico igual¡±, afirma.
Basta un vistazo a su estudio de altos techos, presidido por una enorme mesa de madera, para ilustrar al propio Drexler de las canciones. Las fundas de las guitarras descansan en estanter¨ªas llenas de libros y vinilos. Biograf¨ªas de los Beatles conviven con las de?Jo?o Gilberto como discos de R.E.M. lo hacen con Miles Davis. Y, en una esquina, sin apenas llamar la atenci¨®n, una vitrina vieja en la que se guardan algunos de los premios m¨¢s importantes que le han dado sus canciones: un Oscar, un Goya, un par de Grammy y un pu?ado m¨¢s de otras academias e instituciones. ¡°La vitrina se puede abrir. A mis hijos les gusta cogerlos¡±, confiesa con aire despreocupado este padre de tres hijos, el mayor de ellos fruto de su relaci¨®n con la cantante Ana Laan y los otros dos con su actual pareja, la actriz Leonor Watling.
Conviene recordar que este artesano de la canci¨®n, que aprovecha para mostrar su guitarra Gibson Chet Atkins de color rojo que compr¨® en Nueva York, tom¨® el camino contrario al que la industria esperaba de ¨¦l tras ganar un Oscar. Le ped¨ªan ir a Los ?ngeles y hace el crossover latino con grandes productores y buscando un p¨²blico masivo, al estilo de las superestrellas, pero public¨® 12 segundos de oscuridad, tal vez el m¨¢s sombr¨ªo de su carrera. ¡°Me divorci¨¦ y quer¨ªa hacer eso y adem¨¢s con dos productores uruguayos desconocidos¡±, recuerda, y cita a Italo Calvino: ¡°La fama es como la Gorgona: el que la mira de frente se transforma en piedra¡±.
Superados los 50 a?os, Drexler saca este disco en un momento en el que ya dej¨® atr¨¢s el ¨¦xito cegador, al que nunca intent¨® atender, y busca, como apela en su nuevo disco, simplemente a paladear m¨¢s el d¨ªa a d¨ªa. ¡°He ido con mucha prisa, gula y voracidad. He estado cruzando m¨¢s de 20 veces al a?o el Atl¨¢ntico. Me agot¨® f¨ªsicamente y mentalmente. Ahora quiero disfrutar de las opciones que me da la vida: me gusta Chueca, Madrid, estar con mis hijos. Quiero aprender a estar sin hacer nada, tocar con calma la guitarra¡¡±.
Mart¨ªnez en verdad se apellida Sabina
"Lo de las canciones es como aquello que se dec¨ªa del bikini: es importante por lo que deja a la vista, pero mucho m¨¢s por lo que oculta". Drexler se refiere al pudor que siempre le ha dado hablar en primera persona en sus composiciones, pero tambi¨¦n a citar a seres queridos. En el nuevo disco, se recoge Pongamos que hablo de Mart¨ªnez, en la que habla de un gran amigo. Confiesa qui¨¦n es: "Es Joaqu¨ªn Sabina. La escrib¨ª al escuchar la primera canci¨®n de su nuevo disco en la radio. Me encant¨® la letra y la producci¨®n. Record¨¦ cuando le conoc¨ª hace 20 a?os en Montevideo. Como dec¨ªa Leonard Cohen, los homenajes o las menciones en la m¨²sica se deben hacer dentro de las herramientas de la elegancia y la belleza".
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