Picasso y Toulouse-Lautrec en los bajos fondos de Par¨ªs
El Museo Thyssen presenta la exposici¨®n estrella de su 25? aniversario, un novedoso di¨¢logo entre dos genios de la modernidad
Cuando Pablo Picasso lleg¨® a Par¨ªs en octubre de 1900, con apenas 19 a?os, Henri de Toulouse-Lautrec era un artista consagrado de 35 a?os, vencido por la enfermedad y al que le quedaba solo un a?o de vida. No se llegaron a conocer personalmente, pero ambos compartieron una misma radicalidad para romper con el arte que precedi¨® a sus respectivas obras y un mismo gusto por temas surgidos en el lado m¨¢s oscuro del Par¨ªs de aquellos tiempos: las noches de Montmartre, las prostitutas, los mendigos, las gentes del circo. Esas afinidades han sido objeto de estudio por varios especialistas, pero hasta ahora no hab¨ªan sido plasmadas en una exposici¨®n como la que desde este martes, 17 de octubre, y hasta el 21 de enero de 2018 se puede visitar en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza bajo el t¨ªtulo de Picasso/Lautrec, la muestra estrella del 25? aniversario del museo.
Comisariada por Francisco Calvo Serraller, catedr¨¢tico de Historia del Arte, y Paloma Alarc¨®, jefa de conservaci¨®n del Thyssen, la exposici¨®n muestra 112 obras, de las que solo cinco proceden del museo. El resto han sido prestadas por coleccionistas p¨²blicos y privados de todo el mundo. Junto a los museos Picasso de Par¨ªs y Barcelona, uno de los principales colaboradores ha sido Bernard Ruiz-Picasso, nieto del artista, que no pod¨ªa disimular su satisfacci¨®n durante el recorrido de las salas. De su colecci¨®n personal proceden, entre otras piezas, un espectacular tapiz de Las se?oritas de Avignon y un impactante retrato del amigo de Picasso Carles Casagemas muerto. Obra en la que se pueden ver las huellas en la sien del disparo con el que acab¨® con su vida con 20 a?os.
El concepto con el que han trabajado los comisarios a lo largo de tres a?os ha sido contar las afinidades, que no influencias, entre los dos grandes maestros de la modernidad. ¡°Para Picasso, Toulouse-Lautrec es un alma gemela cuya obra conoce y deglute antes de trasladarse a Par¨ªs¡±, explica Alarc¨®. Al igual que otros grandes maestros presentes en toda la obra del artista espa?ol (El Greco, Vel¨¢zquez, Ingres, Degas, Delacroix, Goya), Picasso sabe convertir en propio todo lo que le apasiona. ¡°Capta para s¨ª la forma de operar de los otros¡±, prosigue la experta, ¡°y lo devuelve al mundo como algo propio y enriquecido".
Lo que primero le fascina a Picasso de Toulouse-Lautrec es su manera de romper con lo anterior, de dar la espalda a los academicismos y a las tendencias que reinaban entre sus colegas. Adem¨¢s, le seduce del franc¨¦s su iron¨ªa, su inter¨¦s por la caricatura y su pasi¨®n por los habitantes de la noche. ¡°La huella inicial¡±, a?ade Alarc¨®, ¡°era tan profunda que sus amigos Max Jacob, Guillaume Apollinaire y Andr¨¦ Salmon bromeaban dici¨¦ndole: 'Encore trop Lautrec!' (?A¨²n demasiado Lautrec!). Despu¨¦s supo muy bien volar solo¡±.
Calvo Serraller a?ade que esas afinidades no fueron una fascinaci¨®n de juventud, sino que permanecieron vivas a lo largo de una ingente obra que se prolong¨® siete d¨¦cadas. Entre sus objetos personales m¨¢s queridos de su estudio en La Californie, siempre conserv¨® un retrato de Toulouse-Lautrec, como puede verse en la famosa fotograf¨ªa tomada por el fot¨®grafo Paul Sescau, incluida en la muestra.
La exposici¨®n est¨¢ dividida en cinco ¨¢mbitos tem¨¢ticos. En todos ellos, se confrontan las obras de los dos maestros ante un mismo asunto: Bohemios, Bajos fondos, Vagabundos, Ellas y Eros rec¨®ndito. El mundo de la bohemia, que tanto les sedujo a ambos, les permiti¨® explorar la personalidad de sus modelos a trav¨¦s de las caricaturas. Autorretrato con chistera (1901), de Picasso, con trasfondo de prostitutas, recrea el ambiente nocturno de las obras de?Toulouse-Lautrec frente a una serie de retratos de mujeres solitarias de los bares de Montmartre firmadas por el franc¨¦s. Ambos se fijan en los marginados de la noche, aunque mientras Toulouse-Lautrec lo hace con la complicidad de quien se siente uno m¨¢s entre ellos, Picasso se enfrenta al tema con los ojos de quien siente una curiosidad insaciable por el mundo de la marginaci¨®n. En Moulin Rouge (1901), Picasso exagera el aspecto caricaturesco de los personajes y su visi¨®n sat¨ªrica de lo que ocurr¨ªa en los reservados de los caf¨¦s.
Los dos genios tienen diferentes percepciones a la hora de representar a las mujeres de los bares y tabernas. El artista franc¨¦s pinta La pelirroja con blusa blanca (1889) con empat¨ªa, con una tristeza que le da un aura de nobleza. Sin embargo, Picasso se preocupa por el aspecto negativo de la vida de las prostitutas y refleja la profunda tristeza de las mujeres afectadas por la s¨ªfilis: Mujer con flequillo (1902).
?C¨®mo hubiera sido su relaci¨®n de haberse conocido en alguno de los cabar¨¦s que tanto les gustaban? ¡°Se hubieran tomado unas absentas¡±, bromea Alarc¨®, ¡°y se habr¨ªan entendido hablando de pintura¡±.
'La mallorquina'
Pablo Picasso pint¨® La mallorquina en 1905. Prestada por el?Museo Pushkin de Mosc¨², es un gouache sobre cart¨®n de 67 por 51 cent¨ªmetros y una de las obras m¨¢s bellas de la exposici¨®n. Pero lo importante para Guillermo Solana, director art¨ªstico del Museo Thyssen, es que la t¨¦cnica utilizada en obras como esta se encuentra en la intersecci¨®n que hay entre el dibujo y la pintura, algo que est¨¢ presente en todas las salas y que supone un planteamiento revolucionario. "En un momento en el que se considera que un cuadro est¨¢ terminado cuando ocupa hasta el espacio de los marcos, obras como esta parecen inacabadas, parecen ser bocetos. Pero nada m¨¢s lejos de la realidad", argumenta Solana, "porque no son tentativas fallidas ni obras abandonadas". "Son pinturas que se han apropiado de las ventajas del dibujo. La mallorquina es, sin duda, una obra maestra".
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