Darwin estaba equivocado

Cuando el protagonista de La piel fr¨ªa, adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la exitosa novela de Albert S¨¢nchez Pi?ol, llega al apartado faro en medio del fin del mundo donde debe ejercer de oficial atmosf¨¦rico durante un tiempo determinado, saca de la maleta unos libros y los coloca con temple, orden y pasi¨®n en una r¨²stica estanter¨ªa de su nuevo universo vital: son las obras completas de R. L. Stevenson y El infierno de Dante. El director, por mediaci¨®n de su personaje, parece estar colocando su bandera estil¨ªstica y referencial. Sin embargo, conforme avanza el relato, hay que ir rebajando las expectativas. Hay aventuras marinas y hay alg¨²n apunte a los pecados capitales inmersos en la primera de las tres c¨¢nticas de La Divina Comedia. Pero a la pel¨ªcula le falta trascendencia para que finalmente aquella sea su bandera: por el tratamiento de los personajes, por la visualizaci¨®n de lo diab¨®lico, por la pulcritud del conjunto.

El franc¨¦s Xavier Gens, al que se le van a juntar dos trabajos en la cartelera espa?ola, porque a la producci¨®n hispanofrancesa La piel fr¨ªa se le unir¨¢ la brit¨¢nica The crucifixion a principios de noviembre, ha compuesto una aventura de terror tan aseada como impersonal, que se atasca un tanto en el n¨²cleo central de la historia con una sucesi¨®n de repetitivos ataques de esas criaturas contendientes de Darwin, que parecen tener tanto de anfibios y reptiles como de seres humanos. Una variante de las pel¨ªculas de asedio que se articula a trav¨¦s del fant¨¢stico, a la que nunca se le adivinan las necesarias vibraciones del alma. La piel fr¨ªa pocas veces inquieta y mucho menos perturba. Se agradece la voluntad de aventura adulta, pero la suma de aditamentos formales de notable elegancia ¨Del dise?o de producci¨®n de Gil Parrondo, ¨²ltimo trabajo de un grande; la banda sonora de V¨ªctor Reyes¨D no confluye en una complejidad tonal que desquicie a la platea tanto como a sus antih¨¦roes.

Se desaprovecha la oportunidad de desarrollar visualmente la perversi¨®n de la fornicaci¨®n entre especies, y tampoco se incide demasiado en la terrible historia de amor ni, a¨²n menos, en las posibilidades metaf¨®ricas de las barreras hacia los Otros, hacia los diferentes, hacia los desconocidos que acechan. Gens apuntaba a Stevenson y a Dante y se queda en una atildada serie B del fant¨¢stico del nuevo milenio, una isla del doctor Moreau fina y aparentemente impecable, que no acaba de ser una experiencia que desaf¨ªe a la l¨®gica.