Todos rieron el chiste
En Hollywood sab¨ªan de los abusos de Harvey Weinstein, pero lo estaban pasando de puta madre bajo el paraguas protector del capo
Cuando le¨ª el reportaje de la revista The New Yorker sobre la historia de abusos perpetrados por Harvey Weinstein, no repar¨¦ en qui¨¦n era el autor de la pieza. Pero a fuerza de entrar en la p¨¢gina, que se va renovando seg¨²n se van acumulando los testimonios, ca¨ª en la cuenta de que se trataba de Ronan Farrow, hijo de Mia y de Woody, aunque asombrosamente parecido a Frank (Sinatra). La firma no altera la objetividad del contenido, desde luego, pero indica que a este joven brillante le afecta hondamente el asunto de los abusos sexuales y no va a dejar escapar historia alguna que se le presente. Los abusos, en concreto, en el mundo del show business y aleda?os. No oculta el ya popular comunicador el trauma que supuso para ¨¦l, a¨²n ni?o, la investigaci¨®n criminal que se abri¨® contra su padre, Woody Allen, por los supuestos abusos a su hermana Dylan. A Allen se le consider¨® no culpable, puesto que los hechos no se probaron, pero sobre el cineasta planea desde entonces la sombra de una duda que su hijo trata de reavivar siempre que puede, puesto que considera, as¨ª lo suele expresar, que la industria y la prensa han tendido a comprender y arropar los comportamientos il¨ªcitos de los genios o de los hombres poderosos.
Es significativo que sea ¨¦l, dolido siempre por el poco cr¨¦dito que se le dio al testimonio de su hermana y del papel de desequilibrada que se le atribuy¨® a su madre, quien se pasara casi un a?o gan¨¢ndose la confianza de esas actrices que en los primeros pasos de sus carreras se vieron bajo las zarpas del abusador Weinstein. Para colmo, parece inaudito que a Woody Allen, tan asesorado por sus abogados en aquellos d¨ªas de la ruptura m¨¢s sonada del cine, nadie le insinuara que sus palabras del otro d¨ªa sobre este asunto sonaban extra?amente comprensivas hacia el abusador. Dijo Allen que lo sent¨ªa por las mujeres afectadas y tambi¨¦n por la trayectoria arruinada del productor, dando la impresi¨®n de no entender que unas son las v¨ªctimas y el otro el perpetrador de su desdicha.
De cualquier manera, alg¨²n d¨ªa, cuando este rosario de reacciones en cadena cese, uno de esos grandes periodistas de la prensa americana har¨¢ recuento no solo de los delitos del productor, de la sordidez de unos m¨¦todos de caza con los que paralizaba a la presas y las privaba de su voluntad, sino de la tolerancia con que el mundo del cine observaba esos actos y los archivaba c¨ªnicamente como inevitables da?os colaterales. As¨ª lo ha acabado reconociendo Tarantino, as¨ª lo ha dicho brutal y valiente el guionista Scott Rosenberg: ¡°Joder, pues claro que lo sab¨ªamos¡± (We fucking knew). Lo sab¨ªan, dice, pero lo estaban pasando de puta madre bajo el paraguas protector del capo, que les aseguraba buenas promociones, algunos oscars, fiestas memorables y un sitio en una industria en la que casi todo el mundo est¨¢ condenado al fracaso.
Esta es una vieja historia. Por hilar m¨¢s fino: esta es la historia m¨¢s vieja del show business. En los viejos musicales de Broadway a¨²n sigue vivo el personaje del productor, un tipo burdo que fuma puros de gran tama?o y al que se le supone derecho de pernada sobre las coristas a las que promete convertir en vedetes. Este argumento, que podr¨ªa ser ilustrado con las canciones de La calle 42 y que cre¨ªamos t¨®pico o superado una vez que tuvimos noticia de c¨®mo hab¨ªan sido las vidas de todas las Marilyn Monroe que la industria despedaz¨®, ha vuelto a desempolvarse. Pero las escenas ya no tienen el encanto burbujeante de las chicas de revista que tan afinadamente describi¨® Dorothy Parker, son mucho m¨¢s s¨®rdidas: un tipo de f¨ªsico amenazante y empalmado recibe a las actrices en albornoz y les exige que no sean ingenuas: ?eso lo hacen todas!
Eso, vamos a reconocerlo, es lo que est¨¢ en la concepci¨®n inconsciente que se tiene de esas mujeres guapas que habr¨¢n de mostrar de una manera u otra su intimidad en pantalla: que est¨¢n ah¨ª para ser usadas, que su belleza las convierte en consentidoras. No ha faltado quien insin¨²e que si ocultaran sus encantos, si fueran menos provocativas, si no subieran a la habitaci¨®n del jefazo, no se habr¨ªan encontrado en tan enojosa situaci¨®n. La mayor¨ªa de ellas rondaba los veinte a?os. Pi¨¦nsenlo bien, veinte a?os.
Allen cerr¨® sus declaraciones alertando sobre una posible caza de brujas a hombres inocentes. ?Por qu¨¦ no le dio por pensar que tal vez la mejor consecuencia de esta historia fatal sea que deje de tolerarse el abuso de poder? Los actores son ganado, dec¨ªa Hitchcock. Seguramente se estaba refiriendo a las actrices, pero no se atrevi¨® a ser tan expl¨ªcito. Estos d¨ªas se ha recordado el chiste de Seth MacFarlane en la lectura de las candidaturas a los Oscar cuando al presentar a las cinco actrices nominadas dijo: ¡°Enhorabuena a estas cinco damas que ya no tienen que seguir fingiendo que les gusta Harvey Weinstein¡±. Lo que pod¨ªa parecer una broma pesada, ahora suena como un chiste imperdonable que rieron todos. Y no ten¨ªa ni puta gracia.
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