Las cartas en que Jorge Amado y Jos¨¦ Saramago suspiraban por el Nobel
Un libro recoge la correspondencia que mantuvieron los dos escritores en lengua portuguesa a su vejez
Fue una amistad de senectud. El brasile?o, con los 80 cumplidos, el portugu¨¦s con diez menos. Durante cinco a?os, de 1992 a 1997, Amado y Saramago se cruzaron cartas y faxes para comentar sus achaques literarios y de salud, propios de la edad y de la profesi¨®n. Paloma, hija del brasile?o, y Ricardo Viel, de la Fundaci¨®n del Nobel portugu¨¦s, han organizado y seleccionado aquella relaci¨®n epistolar para el libro Jorge Amado Jos¨¦ Saramago, con un mar en medio.
Disciplinado y organizado por militancia comunista y exiliado, Amado aprovech¨® el advenimiento de la fotocopiadora para dejar puntilloso registro de cartas y faxes enviados, seg¨²n cuenta su hija. As¨ª que La Fundaci¨®n Casa de Jorge Amado conserva cerca de 70.000 documentos epistolares entre 1930 y 1998 con remitentes como Pablo Neruda, Jorge Guill¨¦n o Carlos Drummond de Andrade, entre otros.
En los cinco a?os de carteo entre Amado (1912-2001) y Saramago (1922-2010) destacan los comentarios sobre las distinciones que les llegan o no. ¡°Acabamos de recibir la noticia de que el Cam?es fue para Rachel de Queiroz¡±, le escribe Saramago en julio de 1993. ¡°No discutimos los valores de la premiada, lo que no entendemos es por qu¨¦ el jurado ignora ostensiblemente (casi apetecer¨ªa decir: provocadoramente) la obra de Jorge Amado. Ese premio naci¨® mal y va viviendo peor. Los odios son viejos y no se cansan¡±.
¡°Hace a?os que el Lobo Antunes anda por ah¨ª diciendo que su objetivo es el Nobel¡±, le escribe Saramago
Los dos escritores se adaptan a los tiempos y sus saludos vuelan gracias al fax, que de tanto uso le sale humo al de Amado. ¡°Nuestro fax de Bah¨ªa se incendi¨® el domingo (...). Fue un bello espect¨¢culo: el fax parec¨ªa un volc¨¢n; basta decir que, adem¨¢s del fax, los peritos electricistas consiguieron poner fuera de uso los tres televisores, la secretaria electr¨®nica, un ordenador y los juegos electr¨®nicos de mi nieto Jorginho, una cat¨¢strofe¡±.
La fama de Saramago va creciendo en Brasil y el brasile?o le recuerda que solo Ferreira de Castro alcanz¨® tal fama en su tiempo, ¡°apenas permanece, eterno, el gran E?a de Queiroz. No s¨¦ si Jos¨¦ es devoto del autor de Los Maias, yo soy devot¨ªsimo¡±. Saramago le responde raudo, dos d¨ªas despu¨¦s: ¡°?D¨®nde est¨¢ el b¨¢rbaro capaz de no reconocer la grandeza de ese se?or, hasta ahora nunca igualada?¡±.
Comunistas irredentos, Amado confiesa -quiz¨¢s esperando reprimenda- que va a votar al socialdem¨®crata Fernando Henrique Cardoso para presidente de Brasil. ¡°Comprendo que te hayas decidido por ¨¦l¡±, le escribe el portugu¨¦s. ¡°Aunque no pueda dejar de pensar que los males de Brasil no se curan con un presidente de la Rep¨²blica, por muy dem¨®crata y honesto que sea. Y t¨² bien sabes, mejor que yo, que la democracia pol¨ªtica puede ser f¨¢cilmente un continente sin contenido, una apariencia con poqu¨ªsima sustancia dentro¡±.
La posibilidad de que alguno de los dos autores consiga el Nobel es tema recurrente en sus a?os epistolares, tanto que, en el caso de que llegue, se comprometen a invitar a la ceremonia al amigo derrotado. ¡°Hace a?os que Lobo Antunes anda por ah¨ª diciendo que su objetivo es el Nobel¡±, le escribe Saramago. ¡°Continuaremos, los dem¨¢s, viviendo tranquilamente, mas no hay duda de que ese premio es una invenci¨®n diab¨®lica¡±.
"La intervenci¨®n del Banco Central en el Banco Econ¨®mico, donde estaba metido todo nuestro dinero, nos ha dejado con los bolsillos vac¨ªos", se lamenta Amado
Entre revisi¨®n y revisi¨®n de sus delicados ojos, el autor de Gabriela, clavo y canela, anuncia que tiene ya diez p¨¢ginas de Apostas¨ªa. ¡°La idea es tentadora: la lucha por el poder entre los grandes se?ores feudales, los coroneles y la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Me faltan por resolver los problemas de la narrativa propiamente dicha¡±.
En 1994, Amado recibe por fin el premio Cam?es, y el portugu¨¦s le felicita a su manera: ¡°Lo peor es que esto de los premios no es raro que traigan un resabio de amargura, y el Cam?es, no siendo ejemplar, es ejemplo. Tanta miseria moral mal escondida, tanta envidia, tanto deseo de muerte detr¨¢s de las fachadas compuestas de muchos, que en un momento dado van a ser juez y sentencia...Cuando recibas el premio piensa solo en tus lectores, son ellos los que valen la pena¡±.
Amado se adapta a ¡°un extra?o aparato (medio m¨¢quina de escribir medio ordenador) que la Olivetti prepar¨® para mi corta visi¨®n, que es como la oftalmolog¨ªa nos llama a los cegatos¡±. A la vuelta de un viaje, el escritor y su mujer, la tambi¨¦n novelista Z¨¦lia Gattai, anuncian que est¨¢n ¡°cansados y arruinados. La intervenci¨®n del Banco Central en el Banco Econ¨®mico, donde estaba metido todo nuestro dinero, nos ha dejado con los bolsillos vac¨ªos; a¨²n existe una leve esperanza de recuperaci¨®n, cada d¨ªa menor. Pero bueno, estamos vivos¡±.
"Tenemos que aprender a no esperar nada de Estocolmo por muchos que nos vengan a cantar loas al o¨ªdo", advierte el portugu¨¦s
¡°No es el momento de hacer consideraciones sobre el sistema capitalista¡±, le responde el autor de Ensayo sobre la ceguera, ¡°pero la verdad es que estamos en sus manos. Una cosa queda clara aqu¨ª: no somos ricos, pero si podemos ser ¨²tiles no tienes m¨¢s que decirlo¡±.
El siguiente Cam?es ya recae en Saramago: ¡°En ning¨²n momento de mi vida me pas¨® por la cabeza que un d¨ªa podr¨ªan d¨¢rmelo. Ah¨ª est¨¢ ¨¦l, para mi alegr¨ªa y la de mis amigos y la rabia de unos cuantos colegas que no quieren admitir que yo existo¡¡±.
El Nobel no llega para ninguno de los dos. ¡°No hay nada que hacer. Ellos no gustan de nosotros¡±, escribe el portugu¨¦s, ¡°no gustan de la lengua portuguesa (que debe parecerles sueca), no gustan de las literaturas que en portugu¨¦s se piensan, se sienten, se escriben. Ni tienen metro que llegue para medir la estatura de un escritor llamado Jorge Amado, por no hablar de otros m¨¢s peque?os, entre los cuales la voz p¨²blica insiste en colocarme. Tenemos que aprender a no esperar nada de Estocolmo por muchos que nos vengan a cantar loas al o¨ªdo. La experiencia de la injusticia a que tienes que haber estado sujeto durante a?os y a?os debe llevarte, imagino, a encoger los hombros ante estas continuas provocaciones suecas. Pero aquellos que como yo ven en ti nada m¨¢s y nada menos que el Brasil hecho literatura, esos se indignan con la ya irremediable falta de sensibilidad y de respeto de los n¨®rdicos¡±.
En 1997 se corta la comunicaci¨®n epistolar. El coraz¨®n y la vista de Jorge Amado no aguantan. Sin leer ni escribir, sin haber dictado nunca, el brasile?o cae en una profunda depresi¨®n. ¡°No sal¨ªa, pasaba los d¨ªas acostado en un sill¨®n de la sala, con los ojos cerrados¡±, cuenta su hija. ¡°Esta situaci¨®n dur¨® hasta su muerte en 2001 con algunas intermitencias cuando algo extraordinario ocurr¨ªa. El 8 de octubre de 1998, Z¨¦lia se sent¨® a su lado, cogi¨® su cabeza y con el entusiasmo que no cab¨ªa en su pecho, le dice que su amigo Jos¨¦ acaba de ganar el Nobel. Como en un truco de magia, en un milagro luso-sueco, Jorge se levant¨® del sill¨®n, llam¨® a Paloma y le pidi¨® que se sentara ante el computador, que le iba a dictar una nota¡±. Fue su ¨²ltima carta a Saramago.
Babelia
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