Roberto Merino: la vida sin ¨¦nfasis
Pas¨® de poeta sesudo a columnista popular. La obra de este autor, en la que confluyen l¨ªrica y periodismo, es hoy considerada lo m¨¢s exquisito de la prosa chilena
Santiago. Capital de Chile. Mediod¨ªa. Sol. De todos los hombres que es Roberto Merino (el que vive solo en un departamento repleto de libros, el padre de Agust¨ªn y de Clemente, el nieto que escrib¨ªa en el escritorio del abuelo en una casa que ya no existe, el novio varias d¨¦cadas mayor que muchas de sus novias actuales, el cronista que escribe sus columnas en un caf¨¦ ruidoso en apenas 40 minutos, el integrante de la banda de rock Ya Se Fueron, de la que tambi¨¦n forma parte su hijo de 18, el autor de una obra cimentada en la poes¨ªa y la cr¨®nica y de quien se dice que es el mejor escritor de su pa¨ªs), hoy s¨®lo se ve su representaci¨®n m¨¢s cotidiana: una persona afable de 55 a?os, camiseta azul, jeans amplios, zapatones, pelo canoso hasta los hombros, barba de rabino.
¡ª?Qu¨¦ escribo? Dir¨ªa que escribo sobre cualquier huevada. Porque no hay una direcci¨®n tem¨¢tica. Luego dir¨ªa que trato de escribir sobre la vida como aparece. Creo que sobre la extra?eza de la existencia.
En una mesa del Tavelli, un bar tradicional de Providencia y el sitio en el que escribe la columna semanal que publica en el peri¨®dico Las ?ltimas Noticias y el art¨ªculo quincenal que publica en El Mercurio, Roberto Merino, la voz serena cubierta de esquirlas de humor sin sarcasmo, dice:
¡ªLas cosas son extra?as siempre.
?l, por ejemplo: es m¨¢s joven ahora que hace 30 a?os.
Capaz de datar con certeza una conversaci¨®n de la infancia (¡°Iba con un amigo y le dije: ¡®?Para qu¨¦ se habr¨¢n inventado los bolsillos?¡¯. Y ¨¦l me dijo:¡®Pa rascarse los cocos, huev¨®n¡¯. Un di¨¢logo absurdo del a?o 1968¡±), de establecer que la televisi¨®n lleg¨® a Chile en 1959, se populariz¨® con el Mundial de F¨²tbol de 1962 y existi¨® en su casa desde 1969, el tiempo es, para Merino, la dimensi¨®n que importa.
¡ªViv¨ªa en San Isidro. Mi casa era del siglo XIX. Ya desapareci¨®. La demolieron en 1990. Es un mundo del que ya no hay nada.
Viv¨ªa all¨ª con padre, madre, abuelo periodista, abuela pintora, y una cantidad variable de residentes temporales, parientes llegados del campo.
"Dir¨ªa que escribo sobre cualquier huevada porque no hay una direcci¨®n tem¨¢tica. Trato de escribir sobre la vida como aparece"
¡ªLa que trabajaba era mi mam¨¢. Era profesora, con un sueldo exiguo. Mi pap¨¢ no trabajaba. Inventaba cosas, pero le ten¨ªa fobia a conocer gente. Casi no sal¨ªa.
Es autor de dos libros de poes¨ªa¡ªTransmigraci¨®n, Ediciones Archivo, 1987; Melancol¨ªa artificial, Ediciones Carlos Porter, 1997¡ª y de varios vol¨²menes que recopilan sus columnas: Santiago de memoria (1997), Horas perdidas en las calles de Santiago (2000), Luces de reconocimiento (2008), Todo Santiago. Cr¨®nicas de la ciudad (2012), En busca del loro atrofiado (2005), Pista resbaladiza (2014), Padres e hijos (2015); adem¨¢s de Barrio Rep¨²blica. Una cr¨®nica (2013) y un libro sobre Enrique Lihn: Lihn. Ensayos biogr¨¢ficos (2016). Es esa obra inusual, en la que confluyen poes¨ªa y periodismo, la que despierta elogios que lo mientan como lo m¨¢s exquisito de la prosa de su pa¨ªs.
¡ªSe habla de vos como del gran escritor chileno.
¡ªS¨ª, pero yo creo que eso es equivocado. Me falta espesor. Yo escribo unos poemas sueltos. Escribo cr¨®nicas. Agradezco que digan eso, pero lo tomo con distancia.
El escritor Alejandro Zambra dijo a la revista argentina ?: ¡°Es inimitable: su sintaxis es medio borgeana o medio inglesa, y en sus frases suele haber un dejo coloquial, algo muy chileno pero nada pintoresco. Yo pienso que Merino es el mejor escritor chileno actual¡±.
Durante la primera infancia vivi¨® una precariedad econ¨®mica contradictoria: vest¨ªa ropa heredada de los primos y a veces no ten¨ªa dinero para tomar un autob¨²s, pero varias empleadas viv¨ªan en la casa a cambio de techo y de comida.
¡ªToda la casa ten¨ªa un mobiliario muy viejo. Estaba repleto de retratos de personas muertas. Crec¨ª escuchando historias de aparecidos, de remedios para la picadura de la ara?a. Mi abuelo dec¨ªa que hab¨ªa que envolverse la picadura con tela de ara?a. Una vez fui a un fundo. Hab¨ªa unas telas de ara?a enormes y me acord¨¦ de eso. Por cierto, en la casa de ese fundo nos penaron.
Lo dice como quien dice ¡°llovi¨®¡±, pero el verbo ¡°penar¡± se aplica a fen¨®menos paranormales, a cosas de fantasmas.
¡ªEscuch¨¢bamos ruidos al otro lado de la pared y no hab¨ªa nadie. A mi casa tuvieron que llevar a un cura para echar a los fantasmas. Mis t¨ªos escuchaban la voz de la empleada que llamaba a comer a las tres de la madrugada. Una trabajadora que hab¨ªa muerto en la casa. Era una casa muy siniestra.
Se sabe que cree en la existencia de la Virgen, que fumaba hasta que un infarto en 2016 lo hizo dejar, que es un padre devoto refractario a los modos tradicionales de la educaci¨®n que, sin embargo, intent¨®¡ªsin ¨¦xito¡ª que sus hijos lo trataran de usted. Mucho menos se sabe que, a sus 11 a?os, sus padres tuvieron un accidente feroz, estando su madre reci¨¦n embarazada, y que ¨¦l vio todo.
¡ª?bamos en dos autos. Yo estaba en el de atr¨¢s con una t¨ªa. Era una noche de mayo de 1962. Un viernes. Y de pronto vimos algo en la ruta, empezamos a acercarnos y eran ellos. Fue horrible. Mi pap¨¢ estaba inconsciente dentro del auto. Era un Peugeot 404. La cara llena de harina, porque hab¨ªan chocado con un cami¨®n que ten¨ªa sacos de harina. Hab¨ªa niebla. Una cosa bien espantosa. Y al otro d¨ªa, s¨¢bado, llov¨ªa en Santiago. Y ah¨ª empezaron meses de mi pap¨¢ internado. Ag¨®nico. Cuando se puso mejor, mi mam¨¢ me llev¨® a una pizzer¨ªa y me dijo que iba a tener un hermano. Fue muy emocionante. Lo recuerdo porque la emoci¨®n fue muy inc¨®moda de vivir. Un poco bochornoso.
Era todav¨ªa un ni?o cuando empez¨® a tomar, de la biblioteca de su abuelo, libros de memorialistas chilenos o el poema ¨¦pico de Alonso de Ercilla La araucana.
Como una nave espacial que se desprende de sus m¨®dulos, Merino empez¨® a desprenderse de lastre: del lenguaje acad¨¦mico, de la impostura intelectual
¡ªEntonces mi pap¨¢ me dijo: ¡°Lo que tienes que leer es esto¡±. Y me dio los libros de Joaqu¨ªn Edwards Bello.
El chileno Joaqu¨ªn Edwards Bello naci¨® en 1887 y se suicid¨® en 1968. Fue columnista de El Mercurio y La Naci¨®n, y su prosa elegante y c¨ªnica dej¨® huella en Merino, que, ya adulto, emprendi¨® la recopilaci¨®n de su obra¡ªsalieron, hasta ahora, cinco tomos en Ediciones Universidad Diego Portales¡ª y escribi¨® acerca de ¨¦l: ¡°Habr¨ªa que decir que, m¨¢s que maldito, fue un individuo inc¨®modo e incomodante, un cr¨ªtico permanente e impredecible de las costumbres nacionales, muchas veces caprichoso, motivado por traumas personales y convicciones arbitrarias, pero siempre due?o de un estilo veloz que a veces chispeaba como una fusta¡±. Quiz¨¢s lo mismo podr¨ªa decirse de Merino, que, en la columna Gritos, desbordes, galpones, escribi¨®: ¡°Hoy se considera en todas partes a los ochenta como ¡®los a?os maravillosos¡¯, tal como en los setenta se consideraba a los cincuenta y en los ochenta a los sesenta. A?os ochenta: la vida tambi¨¦n estaba en otra parte¡±.
Estudi¨® en el Instituto Nacional, un colegio p¨²blico del que salieron varios presidentes pero donde, dice, no aprendi¨® nada. A los 17 empez¨® a estudiar Literatura en la Universidad de Chile. A los 20 escribi¨® un libro de poemas, Transmigraci¨®n, que public¨® seis a?os m¨¢s tarde. Era el amigo joven de escritores mayores que ¨¦l, algunos de los cuales ya eran leyenda, como Enrique Lihn, o que lo ser¨ªan, como Rodrigo Lira, y no encontraba dificultad para abrirse camino en un terreno de intelectualidades hostiles, tan brillantes y agresivas como la suya. Ese fragor contrastaba con el hecho de que, despu¨¦s de Transmigraci¨®n, no hab¨ªa vuelto a escribir nada.
¡ªMe parec¨ªa que la inteligencia literaria no pod¨ªa estar ausente, escrib¨ªa de manera constre?ida. El gran temor era que me dijeran que era ingenuo.
Fueron a?os duros tambi¨¦n por otras cosas. Las muertes hab¨ªan empezado a sus 20. El primero fue Rodrigo Lira, en 1981, 32 a?os, venas cortadas en la ba?era. El segundo fue Enrique Lihn, en 1988, 59 a?os, c¨¢ncer. El tercero fue su padre, en 1989.
¡ªUn paro cardiaco. En mi pieza hab¨ªa un retrato de un hijo de mi abuelo que hab¨ªa muerto muy peque?o, y la noche siguiente a la que muri¨® mi pap¨¢ de repente siento un estruendo. El cuadro del ni?ito se hab¨ªa venido abajo.
Cuando un a?o despu¨¦s la casa fue demolida, hac¨ªa tiempo que Merino ya no viv¨ªa ah¨ª, sino con Natalia Babarovic, hoy una de las artistas pl¨¢sticas m¨¢s importantes de Chile, por entonces una chica de 15 a?os.
¡ªEmpezamos a pololear cuando ella ten¨ªa 15 y yo 20. En 1986 nos fuimos a vivir juntos. Era una casa de mierda, pero viv¨ªamos felices.
¡ª?De qu¨¦ viv¨ªan?
¡ªNo s¨¦. Yo no ten¨ªa trabajo. Pero lo pasaba bien.
En 1987 tuvo su primer trabajo: corrector de pruebas de la revista Hoy. De all¨ª pas¨® a la revista Apsi, donde escribi¨® algunas cr¨®nicas. Fund¨® una editorial casi secreta, Carlos Porter, donde public¨® a autores como Claudio Bertoni y Bruno Vidal, que se revelar¨ªan indispensables. A principios de los noventa se mud¨® a un piso en la calle Ricardo Lyon. Y all¨ª empez¨® a sentir un cansancio sobrenatural, la vista nublada. Un oftalm¨®logo le asegur¨® que ten¨ªa un tumor en el cerebro.
¡ªRecuerdo la extra?eza de volver a la casa despu¨¦s de esa noticia. Nunca he sido muy catastrofista, pero sent¨ªa el dolor del apego y el desapego. Hasta que vi a un nefr¨®logo. Y me diagnosticaron insuficiencia renal cr¨®nica. En 1992. Pero trato de no darle mucha realidad. No quiero asumir el rol de enfermo. Podr¨ªa derivar en la angustia y el grito, pero para qu¨¦. La gente fatalista me produce mucha irritaci¨®n.
Empez¨® a someterse a di¨¢lisis hasta que le hicieron un trasplante de ri?¨®n, en 1994, que dur¨® hasta 2004. Entonces¡ªya casado, divorciado y padre de dos hijos¡ª volvi¨® a la di¨¢lisis tres veces por semana, cuatro horas por vez, hasta hoy. Eso hace que le resulte dif¨ªcil permanecer lejos de Santiago durante periodos largos y, a veces, participar en ferias de libro y congresos literarios. Parece importarle poco.
¡ªNo puedo viajar, o podr¨ªa, pero tengo que programar todo. Mi vida sigue. Entonces trato de ir lo m¨¢s normalmente posible.
Y mientras la salud se hac¨ªa endeble, la escritura lo bendijo con una revelaci¨®n.
¡ªA principios de los noventa empec¨¦ a escribir unos endecas¨ªlabos, y de ah¨ª surgieron los poemas de Melancol¨ªa artificial. A partir de ah¨ª aprend¨ª que no hab¨ªa que preocuparse por la escritura.
Como una nave espacial que se desprende de sus m¨®dulos, Merino empez¨® a desprenderse de lastre: del lenguaje acad¨¦mico, de la impostura intelectual. El periodismo empez¨® a transformarse en el centro de su obra y, a comienzos de siglo, desem?barc¨® en Las ?ltimas Noticias, El Mercurio, La Segunda como cronista coronado. Desde entonces escribe sobre la capital de Chile, la literatura, las mujeres, los hijos, la educaci¨®n, con la voz de un melanc¨®lico exento de a?oranza, de un esc¨¦ptico con fe que, si echa mano de la enso?aci¨®n nost¨¢lgica, s¨®lo lo hace para aplastarla de inmediato. ¡°Nada de lo que uno quiere o necesita merecer¨ªa un cambio de pa¨ªs, a no ser que se est¨¦ obsesionado con la egiptolog¨ªa o la f¨ªsica nuclear¡±, escribi¨®. ¡°Pero parece que estoy escribiendo leseras. En realidad, da lo mismo, siempre llegamos a esta terrible verdad: en el maldito universo, que flota a la deriva de la eternidad, todo termina por dar fatal y esencialmente lo mismo¡±. En maniobras de reacomodamiento constante, pas¨® de poeta sesudo a columnista popular, de escritor biso?o que escrib¨ªa en una Remington a cronista adulto que se entrega con euforia a los tel¨¦fonos inteligentes, Facebook, Instagram y la banda de rock que comparte con su hijo Clemente y otros cuatro integrantes (m¨²sicos, libreros) que rondan los 30.
¡ªAntes las columnas me daban mucho trabajo. Pero cuando la urgencia exig¨ªa escribir r¨¢pido, lo hac¨ªa y quedaba igual. Y ah¨ª empec¨¦ con el m¨¦todo de no saber qu¨¦ voy a escribir. Entrego como a las 12.45 y me siento a escribir a las 11.30. He dejado de torturarme con la exigencia. Ahora no quiero m¨¢s que pasarlo bien, vivir con liviandad. No tengo m¨¢s aspiraciones.
?En la escritura no ten¨¦s ambici¨®n?
¡ªNo, ninguna. F¨ªjate.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.