Del convento al concepto

El arte como tema de la obra de arte: la pescadilla mordi¨¦ndose la cola. En La autora de las meninas, Ernesto Caballero siembra algunas reflexiones interesantes sobre la creaci¨®n pict¨®rica y su reproducci¨®n, el valor del patrimonio y la fuerza de lo rabiosamente contemp¨°r¨¢neo, la marca personal y el acervo colectivo¡­ Teatro de ideas, vertidas por arquetipos: ?ngela, c¨¢ndida monja copista; Alicia, directora del Prado puesta a dedo, y Adri¨¢n, mefistof¨¦lico propagandista del arte conceptual y del uso del cuerpo como lienzo, son figuras sin grosor psicol¨®gico, voces a trav¨¦s de las cuales su autor abre un debate en el que se reserva siempre la ¨²ltima palabra.

En Arte, la controversia en torno al lienzo en blanco es un pretexto que Yasmina Reza utiliza para hablar sobre la amistad. En esta s¨¢tira, la pol¨¦mica ¨Ca tres voces tambi¨¦n¨C le sirve a su autor para sembrar la idea de que la creaci¨®n art¨ªstica y el patrimonio peligran ante el advenimiento de un Gobierno de Puebloenpi¨¦, nombre de opereta alusivo a la coalici¨®n de partidos situada a la izquierda del PSOE, a la que tambi¨¦n alud¨ªa sin nombrarla su montaje de Rinoceronte.

Por los arrebatos eg¨®ticos que acaba sufriendo la protagonista, la bidimensionalidad de los personajes y el tono bufo de algunas escenas, cabe parangonar esta pieza con Daaal¨ª y a su autor con aquel Boadella, pero tambi¨¦n con el de la ¨²ltima d¨¦cada, vitri¨®lico con la oposici¨®n, ben¨¦volo con el poder: echamos de menos al Caballero incisivo de Tierra de por medio..

Carmen Machi convierte a la pintora en entra?able vecina nuestra: es una monja despejada, graciosa, descendiente en l¨ªnea directa de la Sor Mar¨ªa de Melocot¨®n en alm¨ªbary de Sor Citro?n. Est¨¢ espl¨¦ndida en ese registro y mejor estar¨ªa a¨²n si Caballero recortara alguno de los prolijos mon¨®logos que le sirve. Mireia Aixal¨¤ le presta encanto personal al arquetipo femenino que en los montajes de Boadella interpreta con virtuosismo Pilar S¨¢enz.

Francisco Reyes hace una verdadera creaci¨®n de un personaje en el cual no parece encajar¡­ hasta que mordemos el cebo. Su inquietante Adri¨¢n nos desconcierta de entrada, imanta despu¨¦s nuestra atenci¨®n, nos lleva de hito en sorpresa con la cadencia antinaturalista de su prosodia: hace pausas donde nadie se lo espera, arrastra algunas s¨ªlabas como si fueran fardos de carb¨®n de coque, ronronea otras como lince con la zarpa sobre su presa. Su muy estilizado trabajo contrasta con las interpretaciones costumbristas de sus compa?eras de reparto.

Las tres pantallas con las que Paco Azor¨ªn acota la escena evocan la Polivision, formato cinematogr¨¢fico creado por Abel Gance para Napole¨®n.