Menos de lo que parece
Los directores que m¨¢s me gustan no hacen alardes, no necesitan tirarse el rollo en las historias que narran
Despu¨¦s de un a?o aquejado por una sequ¨ªa de calidad especialmente lamentable en el cine norteamericano (los dem¨¢s tambien, aunque el espa?ol me ha donado algunas alegr¨ªas en los ¨²ltimos meses), abarrotado de vendibles y rutinarios superh¨¦roes, apabullantes efectos especiales ejerciendo el absoluto protagonismo, ruido y furia de cart¨®n, interminables guerras gal¨¢cticas, que quieren ejercer de opi¨¢ceos para que los espectadores abandonen de vez en cuando las series de televisi¨®n (y tengo la sensaci¨®n de que est¨¢ finiquitando su edad de oro, que el todo vale acompa?ado de pretensiones ha reemplazado a aquellas joyas que llevaban la firma de HBO) para acudir a la sala oscura y la gran pantalla, ten¨ªa la esperanza de que Hollywood hubiera guardado sus manjares para el final, que las obras maestras aparecer¨ªan con la selecci¨®n para los Oscar.
Otra ilusi¨®n que se desvanece. Hasta el momento no me he topado en las ¨²ltimas semanas con ninguna pel¨ªcula norteamericana en estado de gracia, a falta de ver lo que ha hecho Spielberg con Los papeles del Pent¨¢gono.
Las opiniones entusiastas eran un¨¢nimes ante Tres anuncios en las afueras. Y tambi¨¦n la han bendecido con no s¨¦ cu¨¢ntos Globos de Oro. Los antecedentes de su guionista y director Martin McDonagh eran ilusionantes. Escondidos en Brujas es un thriller muy original, tragic¨®mico, protagonizado por dos asesinos a sueldo que parad¨®jicamente est¨¢n dotados de humanidad, patetismo y vulnerabilidad, con situaciones y personajes que rozan el surrealismo, en medio de una ciudad tan inquietante y fantasmal como Brujas.
Martin McDonagh mantiene su vocaci¨®n de autor ins¨®lito en Tres anuncios en las afueras. El pueblo de la Am¨¦rica profunda en la que se desarrolla, el ambiente, los personajes y el tono recuerdan inevitablemente a Fargo, aquel espl¨¦ndido invento de los hermanos Coen. Aqu¨ª, narra la odisea de una mujer reivindicativa, comprensiblemente implacable y vengativa para encontrar al autor de la violaci¨®n y asesinato de su hija, obsesionada por su certeza de que las autoridades no hacen todo lo posible (o lo imposible) para resolver el macabro caso. Es el hilo conductor para retratar ese universo paleto con sus propios c¨®digos al que pone muy nervioso el acoso al que le somete esa incansable y feroz madre coraje. El panorama parece exclusivamente desgarrado y tr¨¢gico, pero el director tambi¨¦n introce presunta comicidad, sorna, humor surrealista. La mezcla funciona a ratos y en otros me resulta cargante (son tan flojos como poco cre¨ªbles el exmarido de la protagonista y su novia adolescente) y de vez en cuando me asalta la molesta sensaci¨®n de que el director est¨¢ empe?ado en demostrarte en cada secuencia lo listo que es y la complejidad que ha introducido en su historia, que esta se retuerza en su desenlace para sorprenderte con la conclusi¨®n de que aquellos personajes que ha descrito como villanos pueden esconder un coraz¨®n de oro, que la aparente negrura est¨¢ abarrotada de matices, que nada es lo que parec¨ªa por la inapelable raz¨®n de que lo dicta su capricho o sus genitales, que lo de encontrar al asesino es una vulgaridad indigna de la obra de arte que ha construido. Me ha ocurrido algo parecido con la tambien atractiva Molly¡¯s Game, en la que Aaron Sorkin y su permanente metralleta verbal tratan de demostrarte continuamente que su personalidad y su inteligencia son brillantes sin interrupci¨®n. Que man¨ªa o, en el fondo, qu¨¦ inseguridad. Los directores que m¨¢s me gustan no hacen alardes, no necesitan tirarse el rollo en las historias que narran.
Y Frances McDormand, actriz mod¨¦lica, est¨¢ perfecta en su rocoso y ¨¢spero papel. Y las cartas del sheriff son muy tiernas. Y no pierdes la atenci¨®n en esta pretenciosa y juguetona pel¨ªcula. Pero no me fascina. Por muchos oscars que le puedan otorgar.
Babelia
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