Vud¨² para recordar a los esclavos
Un festival recuerda cada enero en Ben¨ªn a los africanos que fueron capturados y vendidos como esclavos
Los esp¨ªritus van apareciendo, ondeando la cruz roja que pinta la cortina blanca. Ellos se arrastran l¨¢nguidamente por el suelo mientras ellas caminan erguidas antes de sucumbir s¨²bitamente al son de la percusi¨®n y a las invocaciones mel¨®dicas. Son Abikus, las deidades de los ni?os resucitados, a quienes hay que adorar para que protejan a los vivos. En un callej¨®n de las afueras de Ouidah, en Ben¨ªn, centro espiritual del vud¨², el rito empieza con la ca¨ªda del atardecer. Un festival recuerda cada enero a los oriundos de esa tierra que fueron capturados y vendidos como esclavos.
En el templo de Babaw¨¨gb¨¨ ¡ªel brujo Abiku que oficia la ceremonia¡ª se esconde en un hogar humilde con gallinas, fetiches y rastros de los sacrificios, cerca de unos ra¨ªles intermitentes y oxidados por los que hace ya mucho tiempo que no pasa ning¨²n tren. De su patio emergen esas fuerzas sobrenaturales, escondidas bajo telas y adornos, sin rostro, sin extremidades, acompa?ados por j¨®venes y ni?os con bastones de madera. Ellos son los gu¨ªas de las deidades, los que les orientan en su paso por el mundo de los vivos y los encargados de que no toquen a los humanos. ¡°Si hay contacto, habr¨¢ maldici¨®n y mala suerte¡±, explica Jordan, el hijo del sacerdote. Por eso, cuando los Abikus agachados entran en convulsi¨®n con brincos y saltos imposibles, cuando sorprenden a los adeptos con un cambio brusco de ritmo y se lanzan a la persecuci¨®n, el corro que les rodea se rompe en estampida.
¡°Son muy peligrosos¡±, advierte el sacerdote de Babaw¨¨gb¨¨, con un amuleto reposando en su barriga al aire, ¡°hay que respetarles y adorarles¡±. Rodeado de penumbra y fetiches, insiste en que no son malos, que ¡°son fuerzas de otro mundo llamadas por los vivos y la liturgia es estricta. No cumplir sus reglas les puede violentar y las consecuencias pueden llevar hasta la muerte¡±.
La peque?a ciudad beninesa de Ouidah es el centro espiritual del vud¨², una religi¨®n casi inaccesible para los no iniciados que logr¨® sobrevivir a los intentos de aniquilarla de colonizadores y negreros. Esta ciudad de brisa, adoquines y arena, tallada de vestigios de la trata de personas y t¨®tems sagrados, fue uno de los principales puertos de salida de esclavos de la larga costa africana. Desde su trono de madera labrada en un palacio sin luz, el rey de Ouidah, Kpassenon Defodji Goisso, defiende con orgullo las creencias que, a menudo, incomprendidas y atacadas por el mundo exterior, viajaron al otro lado del Atl¨¢ntico. ¡°Nuestras divinidades son la tierra, el aire, el fuego y, sobre todo, el agua que, junto con los esp¨ªritus de los ancestros, nos acompa?an y protegen¡±.
¡°El vud¨² es algo que se adora en las casas, en los templos, en ceremonias cerradas a los adeptos de cada divinidad¡±, susurra Defodji Goisso. Esta pr¨¢ctica fue declarada religi¨®n oficial en Ouidah hace 24 a?os.
La ruta de los asistentes al festival arranca de la plaza de Chacha, donde antiguamente se encontraba el mercado de esclavos, y baja hasta la playa pasando por una casa donde eran almacenados, as¨ª como por el punto donde hab¨ªa un ¨¢rbol que los negreros blancos utilizaban para que los esclavos dejaran atr¨¢s el vud¨². Los hombres ten¨ªan que rodear nueve veces el ¨¢rbol y siete, las mujeres. Y tras este ritual, los mercaderes comenzaban a embarcarlos despojados de sus creencias para trabajar en los campos de Am¨¦rica.
Los tambores resuenan mientras los participantes envuelven en la arena talismanes, figuras de madera con collares y cabras sacrificadas en la misma playa de la que partieron m¨¢s de un mill¨®n de esclavos, los que se llevaron el vud¨² hasta Cuba, Hait¨ª y Brasil. Junto al monumento Puerta de no Retorno, erigido para recordar a los hombres y mujeres vendidos por el hombre blanco, estallan los ritos. El calidoscopio de cultos centellea entre adeptos vestidos de gala, pr¨ªncipes y esp¨ªritus que ¡°regresan a la playa¡±.
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