Pessoa, el artista m¨²ltiple de Lisboa
El Reina Sof¨ªa indaga en la relaci¨®n del gran escritor de los heter¨®nimos, convertido tambi¨¦n en reclamo tur¨ªstico de la capital portuguesa, con las vanguardias lusas
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Si los turistas que abrazan diariamente la escultura de Pessoa, frente al caf¨¦ A Brasileira de Lisboa, fueran tambi¨¦n sus lectores, el t¨ªmido escritor no saldr¨ªa de las listas de superventas. Apoyan sus cabezas sobre su hombro, le atusan el bigotito, le tocan el ala del sombrero¡ Su imagen resulta muy familiar. Est¨¢ por todas las calles. Aqu¨ª viv¨ªa, aqu¨ª escrib¨ªa, aqu¨ª beb¨ªa, por aqu¨ª paseaba... Es la marca de su natal Lisboa, el icono de una ciudad de moda, el prestigioso reclamo de la mercadotecnia.
Desde hace unos a?os, todo el mundo parece reconocerlo, pero su fama fue p¨®stuma. Pessoa (1888-1935) solo public¨® en vida un libro, el poema patri¨®tico Mensagem. Y siempre vivi¨® atormentado por su personalidad. ¡°No s¨¦ qui¨¦n soy ni s¨¦ c¨®mo es mi alma. Hablo con sinceridad y reconozco con sinceridad que no s¨¦ de qu¨¦ hablo cuando hablo de m¨ª. Soy muy distinto de esos otros que tampoco s¨¦ si existen. Me siento m¨²ltiple¡±, escribi¨® en sus diarios publicados en castellano el pasado octubre por Hermida Editores.
Tanto es as¨ª que Pessoa incluso se dirig¨ªa a su ¨²nica amada reconocida, Of¨¦lia Queir¨®s, con alguno de sus m¨²ltiples heter¨®nimos, categor¨ªa reina de su largo centenar de personalidades y personajes inventados a la que pertenecen los m¨¢s aclamados, Alberto Caeiro, Ricardo Reis o ?lvaro Campos, y para los que lleg¨® a crear una caligraf¨ªa propia, una vida, una r¨²brica.
El poeta, que se ganaba la vida traduciendo cartas comerciales gracias a su impecable ingl¨¦s y su dominio del franc¨¦s, teji¨® un personal entramado de ficci¨®n e introspecci¨®n que se enmarcaba en el esp¨ªritu de las vanguardias surgidas en la Europa que se mataba en la Gran Guerra, siendo Par¨ªs la capital mundial del arte. Y todo sin salir de su estimada y perif¨¦rica Lisboa, adonde regres¨® a los 17 a?os tras pasar la infancia en la sudafricana Durban.
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?Fue vanguardista Pessoa? El Museo Reina Sof¨ªa indagar¨¢ en su pr¨®xima exposici¨®n, que se inaugura el 7 de febrero, en la relaci¨®n central con las vanguardias que mantuvo este cronista del fracaso cotidiano, seguidor de tradiciones ocultistas, nacionalista m¨ªstico portugu¨¦s, ¡°conservador pero al estilo ingl¨¦s¡± (como ¨¦l mismo se defin¨ªa), lector empedernido, cristiano agn¨®stico¡ ¡°Siempre me ha agobiado el vulgarismo deber de la reciprocidad, la lealtad de esp¨ªritu que impone la correspondencia¡±, plasm¨® en sus diarios el autor del Libro del desasosiego, que grab¨® definitivamente su nombre en la historia de la literatura cuando se public¨® en los a?os ochenta.
No es f¨¢cil clasificar a Fernando Antonio Nogueira Pessoa. Aunque mostr¨® simpat¨ªa por el futurismo (si bien no participaba de la deriva fascista de su impulsor, Marinetti), no se adscribi¨® a ninguno de los movimientos vanguardistas, que conoc¨ªa por revistas y cartas. Tampoco era muy aficionado a las artes visuales. En realidad, prefiri¨® crear su propio corpus te¨®rico-est¨¦tico y filos¨®fico.
Acu?¨® el t¨¦rmino sensacionismo, que defini¨® as¨ª: ¡°Nada existe, no existe la realidad, sino solamente sensaciones. Las ideas son sensaciones, pero de cosas no situadas en el espacio y, a veces ni siquiera en el tiempo¡±. Tambi¨¦n se invent¨® el interseccionismo, de resonancias futuristas, que alude a la superposici¨®n de planos, y el paulismo, un refinamiento de procesos simbolistas.
Todos estos conceptos y su influencia en los artistas portugueses conforman el eje de la exposici¨®n Pessoa. Todo arte es una forma de literatura, organizada en colaboraci¨®n con la Fundaci¨®n Calouste Gulbenkian. Este fil¨¢ntropo de origen armenio fallecido en 1955, que hizo fortuna en la industria del petr¨®leo y el gas, fue clave para rescatar y reivindicar muchas obras de la escasamente conocida vanguardia portuguesa, seg¨²n explic¨® el pasado lunes el subdirector del museo espa?ol y comisario de la muestra, Jo?o Fern¨¢ndez, frente a un gran mural de Jos¨¦ de Almada Negreiros que preside la entrada de esta fundaci¨®n abierta en 1969 en el centro de Lisboa.
En sus almacenes, los conservadores mostraron los cuadros a punto de ser embalados con destino al Reina Sof¨ªa. Destacaba entre los peines del almac¨¦n el gran retrato que realiz¨® en 1964 el propio Almada (1893-1970) a su amigo Pessoa y que bien podr¨ªa ilustrar la idea del interseccionismo de ¨¦ste.
Compartir¨¢ protagonismo con los esplendidos ¨®leos de Amadeo de Souza-Cardoso (1887-1918), que comparti¨® habitaci¨®n con Modigliani en el Par¨ªs de las vanguardias, y cuya temprana muerte trunc¨® su carrera. Se nota la influencia del matrimonio formado por los pintores vanguardistas Sonia y Robert Delaunay que, huyendo del clima b¨¦lico centroeuropeo, se estableci¨® en Portugal (antes de instalarse en Madrid). Eduardo Viana, Sarah Afonso o J¨²lio son otros artistas presentes. La Gulbenkian ha prestado 56 del total de 200 obras que formar¨¢n la exposici¨®n, que incluye material documental original.
En la ¨²ltima casa donde vivi¨® Pessoa (se mud¨® unas 20 veces) hay un museo que ha contribuido a revitalizar el barrio de Campo de Ourique y a dar a conocer al autor. Por la habitaci¨®n del poeta, con la c¨®moda sobre la que escrib¨ªa, desfila un goteo continuo de visitantes, la mayor¨ªa turistas. ?Y el arca, donde se guardan m¨¢s de 20.000 papeles que seg¨²n dicen a¨²n no se ha publicado de Pessoa? ¡°Est¨¢ bien guardada¡±, explica sonriendo un gu¨ªa en la biblioteca de y sobre Pessoa que no para de crecer, 130 a?os despu¨¦s del nacimiento del gran embajador de Lisboa en el mundo.
El poeta que so?¨® ser ¡°super Cam?es¡±
A unos metros de la escultura dedicada a Pessoa, en el Chiado de Lisboa, se encuentra un monumento que homenajea a uno de los padres de la literatura portuguesa, Luis de Cam?es (1524-1580). Nadie parece acordarse del autor del poema ¨¦pico Los lusiadas, que fue reivindicado por los escritores portugueses de la generaci¨®n de 1870, que guarda un paralelismo con la generaci¨®n espa?ola del 98. Los portugueses estaban perdiendo sus colonias africanas y un sentimiento de "verg¨¹enza nacional" se adue?¨® del pa¨ªs, recuerda Jo?o Fern¨¢ndez, subdirector del Reina Sof¨ªa. Surgi¨® entonces la recuperaci¨®n de Cam?es como s¨ªmbolo de la identidad nacional. A?os despu¨¦s, Pessoa, que hered¨® esa conciencia de p¨¦rdida, escribi¨® sobre su sue?o de ser "super-Cam?es".
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