Manual de ¨¦pica period¨ªstica
El cine sobre la prensa exige una reacci¨®n heroica y desesperada contra los poderes pol¨ªtico y econ¨®mico
Ocho de cada 10 cr¨ªticos consultados dir¨¢n, con toda probabilidad, que Luna nueva (1940) de Howard Hawks es la mejor pel¨ªcula sobre periodistas de la historia. Ben Hecht y Charles MacArthur escribieron una pieza ¡°para la eternidad¡± con The Front Page; Billy Wilder rodar¨ªa 34 a?os despu¨¦s Primera plana y convirti¨® lo que en Hawks era una comedia alocada, precisa como un reloj at¨®mico, en una pieza de regusto siniestro, rebosante de crueldad por sus muchas esquinas. Pero la venerable Luna nueva y la brutal Primera plana ya nos informan de que no es lo mismo el cine con periodistas que el cine sobre periodismo. Este ¨²ltimo requiere un empaque pol¨ªtico y conceptual que las comedias no pueden instilar en la conciencia del espectador. El cine sobre periodismo exige construir la imagen de la prensa como un poder aut¨®nomo investido de una funci¨®n social emocionante desde su ejemplaridad, con un argumento heroico (como vocaci¨®n o como catarsis) de enfrentamiento con el poder (poder que en la vida real casi nunca es el pol¨ªtico; por lo menos no es el del gobierno de turno el poder m¨¢s efectivo y sinuoso). El cine sobre periodismo tiene que exponer severos dilemas (entre la libertad y la opresi¨®n, por ejemplo, o explorar los efectos no siempre complacientes de la libertad) y contarse como una epopeya. O bien desplegar el ¨¢nimo autocr¨ªtico sobre una profesi¨®n conflictiva que trabaja asomada de forma permanente al abismo de la corrupci¨®n (el caso de Primera plana). El cine sobreperiodismo reclama una autoconciencia pol¨ªtica de la prensa.
Veamos. El gran carnaval (1951), de Billy Wilder, es cine sobre periodismo, modalidad autocr¨ªtica. El derrumbe de una mina donde quedan atrapados un grupo de mineros, detona un argumento con veneno a flor de piel. Un periodista mediocre, pero avispado, define el oportunismo arribista dominante orquestando un envilecido reality show. Wilder afina el mensaje expl¨ªcito sobre la manipulaci¨®n, pero se deja por el camino la sutileza. En cambio El cuarto poder (1952), de Richard Brooks (1952) es cine period¨ªstico modalidad ¨¦pica; la m¨¢s querida por la industria, porque es la que gratifica m¨¢s la segura confianza del espectador en sus instituciones. Humphrey Bogart es Ed Hutcheson, director de un peri¨®dico que sus propietarias quieren vender, enfrentado a un mafioso. Desde la incorruptible integridad que inspira Bogart, la pel¨ªcula tiene tiene todos los sacramentos de la ret¨®rica periodismo contra poder. Si se trata de grandilocuencia, nadie ha superado el plano en el que Bogart responde a las amenazas telef¨®nicas del mafioso acercando el auricular al ronroneante sonido de la rotativa.
Los cl¨¢sicos siempre ofrecen excelentes resultados. Fritz Lang entr¨® de lleno en el fregado period¨ªstico con Mientras Nueva York duerme (1956). El equilibrio del filme lo convierte en una pieza magistral. Un grupo de periodistas quieren atrapar a un asesino en serie (s¨ª, como se persegu¨ªan antes las noticias propias). El director relaciona sin esfuerzo la trastienda del medio de comunicaci¨®n, plagada de ambici¨®n y furia (quien consiga la exclusiva ascender¨¢ a la direcci¨®n, seg¨²n la promesa del displicente nuevo propietario) con el entorno sentimental de los implicados, las tensas relaciones con las fuentes o la polic¨ªa y la torturada personalidad del asesino.
Doce historias en las redacciones
'Luna nueva' (1940) de Howard Hawks, con Cary Grant y Rosalind Russell.
'Ciudadano Kane' (1941) de Orson Welles, con Orson Welles y Joseph Cotten.
'El gran carnaval' (1951) de Billy Wilder, con Kirk Douglas y Jan Sterling.
'El cuarto poder' (1952) de Richard Brooks, con Humphrey Bogart y Ed Begley.
'Mientras Nueva York duerme' (1956) de Fritz Lang, con Dana Andrews y Rhonda Fleming.
'Primera plana' (1974) de Billy Wilder, con Walter Matthau y Jack Lemmon.
'Todos los hombres del presidente' (1976) de Alan J. Pakula, como Robert Redford y Dustin Hoffman.
'Ausencia de malicia' (1981) de Sydney Pollack, con Paul Newman y Sally Field.
'Bajo el fuego' (1983) de Roger Spottiswoode, con Gene Hackman y Nick Nolte.
'El desaf¨ªo: Frost contra Nixon' (2005) de Ron Howard, con Michael Sheen y Frank Langella.
'Spotlight' (2015) de Tom McCarthy, con Mark Ruffalo, Michael Keaton y Rachel McAdams.
'Los papeles del Pent¨¢gono' (2017) dirigida por Steven Spielberg, con Meryl Streep y Tom Hanks.
Pero es Todos los hombres del presidente (1976) la pel¨ªcula que figura en los museos de la memoria feliz como el cine sobre periodismo. Sus m¨¦ritos ¡ªexternos a la propia calidad de la pel¨ªcula¡ª est¨¢n a la vista: dos periodistas (curiosamente descontextualizados; viven en y para el Post) se baten contra la oscuridad del poder nixoniano (siempre en segundo plano) con las armas sagradas de la informaci¨®n (el Grial de las tres confirmaciones) para enderezar el caso Watergate. La redacci¨®n donde habitan Woodward y Bernstein tiene la blancura as¨¦ptica de un quir¨®fano; los personajes podr¨ªan ser tipos ideales weberianos, fabricados con una pizca de distanciamiento, un poco de colmillo retorcido, un moderado desali?o y un mucho de firmeza profesional. Por encima de todos (que ya es decir, con Robert Redford y Dustin Hoffman al lado), brilla Jason Robards como Ben Bradlee (Tom Hanks no lo mejora en Los papeles del Pent¨¢gono). El hipotenso Pakula no rod¨® la mejor pel¨ªcula sobre el periodismo, pero fabric¨® un icono port¨¢til para decorar todos los congresos sobre periodismo y cine.
Igual que la observaci¨®n cancela la funci¨®n de onda de una part¨ªcula subat¨®mica, la taquilla ha cancelado la modalidad autocr¨ªtica del cine sobre periodismo. El ¨²ltimo gran intento fue Ausencia de malicia (1981), de Sydney Pollack. El director de Memorias de ?frica es blando cual ewok, pero su historia ten¨ªa la oportunidad de exponer la connivencia en la sombra del periodismo con el poder pol¨ªtico. Un ayudante del fiscal manipula a una periodista empecinada para que acuse al hijo de un dirigente sindical. Sobre el tapete estaba el espinoso asunto de los periodistas como portadores inocentes del mensaje que no controlan ni contrastan. La estela de Todos los hombres... se prolonga, a trav¨¦s de El desaf¨ªo: Frost contra Nixon (Ron Howard. 2008) ¡ªm¨¢s Watergate, m¨¢s epopeya¡ª hasta Los papeles del Pent¨¢gono de Spielberg. El director convoca una especie de oficio de difuntos sobre el periodismo; una voluntariosa eleg¨ªa sobre un tiempo pasado en la que, entre l¨ªneas, se lee la nostalgia por un poder periclitado, tanto como los imperios persa o romano. El espectador que quiera rodear el argumento encontrar¨¢, a poco que se esfuerce, una idea sugerente: la ¨¦pica period¨ªstica, su funci¨®n resistente, radic¨® y todav¨ªa radica en que los periodistas y sus empresas (Katharine Graham) ten¨ªan intereses propios, con frecuencia opuestos a los pol¨ªticos y econ¨®micos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.