Holocausto: historia y advertencia
Este s¨¢bado es el D¨ªa Internacional de Conmemoraci¨®n en Memoria de las V¨ªctimas del Holocausto, el mayor caso hasta ahora conocido de genocidio
Holocausto es el t¨¦rmino acu?ado para designar un fen¨®meno singular de la historia: el programa de exterminio biol¨®gico de los jud¨ªos europeos ejecutado por las autoridades alemanas durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Su resultado final, conocido tras el triunfo aliado de 1945, fue atroz: una cosecha de sangre de casi seis millones de personas asesinadas en la Europa dominada por el r¨¦gimen de Hitler.
El antisemitismo nazi era un fen¨®meno moderno, pero bien enraizado en prejuicios veteranos: la judeofobia surgida durante la Antig¨¹edad cl¨¢sica. Esa hostilidad respond¨ªa al hecho de que el juda¨ªsmo fue en la historia la primera religi¨®n monote¨ªsta (creyentes en un solo Dios) y monol¨¢trica (adoradores de un solo Dios), claramente opuesta a las religiones animistas y polite¨ªstas entonces dominantes, que consideraron su pretensi¨®n de superioridad teol¨®gica como fruto de la soberbia y el exclusivismo absurdo.
El antijuda¨ªsmo cl¨¢sico fue asumido por la Iglesia cristiana hasta avanzado el siglo XX. Como seguidores de una secta jud¨ªa, los cristianos afirmaban que Jes¨²s de Nazaret era el Hijo de Dios, cuya muerte hab¨ªa dado comienzo a la universalizaci¨®n del mensaje salv¨ªfico de Mois¨¦s. Sin embargo, para los jud¨ªos, esa doctrina era una herej¨ªa y Cristo un mero profeta. El conflicto entre iglesia y sinagoga se extendi¨® desde el siglo I hasta el siglo IV, cuando la conversi¨®n del cristianismo en religi¨®n oficial del Estado romano determin¨® la derrota del juda¨ªsmo. Desde entonces, el antijuda¨ªsmo cl¨¢sico cultural se vio reforzado por motivos teol¨®gicos ya que el principal crimen religioso jud¨ªo radicaba en su culpabilidad por el asesinato de Cristo.
A diferencia de la judeofobia cl¨¢sico-cristiana, el antisemitismo de Hitler no consideraba que las taras del jud¨ªo fueran rasgos religioso-culturales modificables por aprendizaje. Y rechazaba que la conversi¨®n y el bautismo pudieran limpiar el pecado de ser jud¨ªo. Porque la doctrina antisemita configurada a fines del siglo XIX se basaba en una nueva concepci¨®n racial y social-darwinista de la humanidad, que estaba formada por razas definidas por factores biol¨®gicos hereditarios y eran diferentes en sus capacidades f¨ªsicas y morales, adem¨¢s de estar inmersas en una lucha natural por la supervivencia de las m¨¢s aptas, el sometimiento de las m¨¢s d¨¦biles y la eliminaci¨®n de las nocivas.
Recordar aquel crimen supremo no es s¨®lo un deber de conciencia c¨ªvica humanitaria, sino tambi¨¦n un ejercicio de prudente prevenci¨®n
De acuerdo con esta cosmovisi¨®n, el enemigo natural de la raza aria (supuestamente la m¨¢s excelsa de la especie humana) siempre hab¨ªa sido la raza jud¨ªa, que viv¨ªa como un par¨¢sito subhumano sobre el suelo de la patria germana y corromp¨ªa la sangre de sus hijos mediante el mestizaje de sangre. Una supuesta verdad racial que la juder¨ªa combat¨ªa mediante estratagemas como eran el capitalismo financiero que destru¨ªa la econom¨ªa nacional, el comunismo que subvert¨ªa las relaciones sociales y el pacifismo derrotista que minaba la fortaleza de las naciones.
En funci¨®n de esas ideas que alentaban el prejuicio popular antijud¨ªo, convertidas en doctrina de Estado desde 1933, la dictadura de Hitler puso en marcha varias medidas antisemitas que fueron radicaliz¨¢ndose. Primero aplic¨® una pol¨ªtica de discriminaci¨®n formal contra los jud¨ªos residentes en Alemania (una gran parte, desde el siglo XIV). Despu¨¦s, tras el pogromo de la Noche de los Cristales Rotos en noviembre de 1938, trat¨® de lograr la m¨¢s completa segregaci¨®n f¨ªsica de los jud¨ªos en el seno de la sociedad alemana. Finalmente, el inicio de la guerra mundial en 1939 hizo posible la apertura de la ¨²ltima etapa de la pol¨ªtica antisemita nazi. En alg¨²n momento del verano de 1941, Hitler dio la orden verbal y secreta de iniciar la soluci¨®n final: el exterminio masivo de la poblaci¨®n jud¨ªa residente en todas las zonas ocupadas, ya fueran j¨®venes, mujeres, ancianos o ni?os. A principios de 1942 comenz¨® el uso de seis campos de exterminio con sus correspondientes c¨¢maras de gas ocultas como salas de ducha y sus hornos crematorios: Auschwitz, Belzec, Sobibor, Lublin, Treblinka y Chelmno. En definitiva, se pas¨® de la artesan¨ªa del homicidio mediante hambruna, maltrato y fusilamiento a la pr¨¢ctica industrial de la matanza seg¨²n cadenas de montaje.
El Holocausto fue el mayor caso hasta ahora conocido de genocidio de la historia. No fue resultado de un arrebato pasional espor¨¢dico o incontrolado, fruto de la brutalidad inherente a toda guerra. Tampoco fue una mera masacre brutal de enemigos y civiles vencidos tras el combate. Fue un verdadero programa de genocidio ideol¨®gicamente motivado, deliberadamente planificado y eficazmente ejecutado con todos los recursos de un Estado industrial moderno y una sociedad avanzada.
Recordar aquel crimen supremo no es s¨®lo un deber de conciencia c¨ªvica humanitaria, sino tambi¨¦n un ejercicio de prudente prevenci¨®n por razones bien expuestas por el escritor italiano Primo Levi, superviviente de Auschwitz: ¡°Si el mundo llegara a convencerse de que Auschwitz nunca ha existido, ser¨ªa mucho m¨¢s f¨¢cil edificar un segundo Auschwitz. Y no hay garant¨ªas de que esta vez s¨®lo devorase jud¨ªos¡±.
Enrique Moradiellos es premio Nacional de Historia 2017.
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