¡®Los reyes del barrio¡¯: basura, pero reciclada
El programa de Cuatro es un 'docureality' tan aut¨¦ntico como un bolso del 'top manta'. Para el caso, lo mismo da: es puro combustible para la audiencia
A estas alturas de la programaci¨®n, a nadie sorprender¨¢ tropezarse en la pantalla con Los reyes del barrio, emitido por Cuatro en prime time y realizado por La Competencia Producciones. T¨¦cnicamente es un docureality, tan aut¨¦ntico como un bolso del top manta. Para el caso, lo mismo da: es puro combustible para la audiencia. Puestos a ser rigurosos con los expertos en procesar residuos urbanos, el programa trata de respetar las reglas del g¨¦nero: impactar, indignar y, en lo posible, apestar. Lo consigue a medias, solo un rato. Y eso puede ser un problema: habr¨¢ que esperar la decisi¨®n de la audiencia.
Cuatro grupos de amigos, afincados en cuatro distritos muy significativos de Madrid (Barrio de Salamanca y La Moraleja), Barcelona (Raval) y Valencia (Burjassot) interpretan para la audiencia sus vicisitudes, sus inquietudes y su modus estupendi, bien sea porque unos son ricos y est¨¢n aburridos de tanto divertirse, otros persiguen la fama a trav¨¦s de las redes sociales (ojo, ella es una instagramer con pretensiones de influencer, ah¨ª es nada) y algunos, llegar al ¨¦xito a trav¨¦s de una actividad tan convencional como la canci¨®n (hab¨ªa que ponerle m¨²sica a la serie de alguna manera). Convertidos en personajes, ellos y ellas tratan de ser ingeniosos en cada frase que escupen, ocurrentes hasta el espasmo y tan divertidos que m¨¢s no se puede aguantar. El programa hace un esfuerzo por ser transversal (palabra muy de moda) y lo consigue: ser hortera e ignorante (lo de las casas colgantes de Le¨®n es un primer hallazgo, es obligado que haya m¨¢s) no es exclusivo de ninguna clase social. Tambi¨¦n es cierto que en este programa docufalso tampoco se puede hablar de demograf¨ªa: tan transversales son los protagonistas que ninguno trabaja. Para qu¨¦.
Se advierte el esfuerzo del casting por encontrar en el vertedero a nuevos personajes. Hay, desde luego, un abuso de homosexuales con mucha pluma y presunta gracia. Incorporan a la n¨®mina de protagonistas gitanos socializados (uno reconoce que tiene padres adoptivos payos, todo un hallazgo), quiz¨¢s para insistir en el ¨¦xito que tuvo la f¨®rmula de Los Gipsy Kings. Luego viene un elenco de chonis con glamour (un cl¨¢sico), m¨¢s una dosis de latinos estandarizados y de pijos horteras. Finalmente est¨¢n las madres de estas criaturas, tan liberales, tan abiertas, tan encantadoras, tan sumisas con los encantos de su prole: en este punto se echa en falta algo m¨¢s de criterio en la selecci¨®n.
El problema de la serie son los excesos bienintencionados. Enti¨¦ndase por ello pasarse con el maquillaje. Se les ha ido la mano: las escenas est¨¢n demasiado guionizadas, los personajes son excesivos pero dentro de un orden y hay mucha realizaci¨®n (algunos montajes son brillantes, no se puede discutir). Pero el exceso de maquillaje tiene ese problema: las caras se convierten en m¨¢scaras. Y el conjunto satura.
Han intentado colocar cada bolsa de basura en su contenedor. Puestos a ver basura, es mejor la buena, la que apesta de verdad.
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