Portacoz
He visto mucha barbarie y muertos en mi vida porque fui intr¨¦pido corresponsal de guerra, pero nada comparable con el ensa?amiento de la Montero con su presa
Como tengo prohibido hablar de pol¨ªtica en esta columna, y mis series favoritas son poco recomendables, recurro mayormente al costumbrismo patrio y a los informativos. El mundo animal tambi¨¦n me gusta mucho, especialmente el referido a las chaladuras de los b¨ªpedos. El documental sobre la migraci¨®n de los ?us y los cambios estacionales del Serengueti es de cabecera. Cuando me duele Catalu?a y no puedo conciliar el sue?o, me doy una vuelta por Tanzania y Kenia y caigo rendido en minutos.
En eso andaba este jueves, cabeceando con Mara, el r¨ªo de la muerte, cuando me desvel¨® un fuerte chapoteo. No era el cl¨¢sico cocodrilo emergiendo de las aguas del r¨ªo africano para atrapar un ?u. El sobresalto lo causaba Irene Montero emergiendo de la nada con un diccionario de la Real Academia de la Lengua entre las fauces. La escena fue horrorosa.
He visto mucha barbarie y muertos en mi vida porque fui intr¨¦pido corresponsal de guerra, pero nada comparable con el ensa?amiento de la Montero con su presa, una especie denominada portavoza que habita en las simas de Neptuno, y pretende anidar en el Manzanares. Soltando espumarajos y dentelladas, intentaba tragarla sin conseguirlo. Giraba y giraba sobre s¨ª misma pero la degluci¨®n era imposible.
Con los nervios de punta, cambi¨¦ de canal. Nada. El viernes amanec¨ª con ojeras. Las portacoces de Irene segu¨ªan all¨ª. El escarnecimiento aparec¨ªa en todas las cadenas con un espanto in crescendo. ?C¨®mo salir de la pesadilla? Pues como el conde Lozano en Mocedades del Cid: ¡®defendella, y no enmendalla?, pretendiendo convertir el disparate en cruzada redentora.
Lejos de reconocer su equivocaci¨®n, ofrec¨ªa la captura como delicatesen de paladares exigentes. Durante el delirio del Serengueti, un pedazo de mondongo salt¨® por los aires y lo atrap¨® al vuelo Adriana Lastra, que hizo como que se relam¨ªa porque el sabor le resultaba familiar, y para no perder el carro de la modernidad y parecer de derechas.
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