No es sexista la lengua, sino su uso
El idioma espa?ol sufre acusaciones comprensibles desde la ¨®ptica del feminismo, pero tal vez injustas
El feminismo de hombres y mujeres que obran de buena fe ha progresado a costa del lenguaje, porque sus reivindicaciones constituyen un fin superior que no debe detenerse ante da?os secundarios que ni causan v¨ªctimas ni son irreversibles.
Y realmente no se pueden equiparar la protesta ante el abuso del feminismo en tal o cual palabra y la lucha frente a los maltratos, las vejaciones, la discriminaci¨®n, la ocultaci¨®n o los salarios que sufren las mujeres.
As¨ª pues, situarse en la defensa del idioma supone, en la pr¨¢ctica, enfrentarse a la causa feminista. Y criticarla en ese terreno ser¨ªa como censurar a los bomberos por usar sus hachas para derribar la puerta cerrada y salvar as¨ª a las v¨ªctimas que se hallan desvanecidas en el interior entre las llamas. Qu¨¦ importa la integridad de la puerta si se trata de rescatar a seres humanos. Qu¨¦ importa la integridad del idioma si se trata de una lucha justa.
Por tanto, se puede comprender y compartir esa corriente del feminismo que fuerza las palabras para lograr una conciencia general que a su vez consiga cambiar la situaci¨®n; del mismo modo que no se criticar¨ªa a los bomberos en la tesitura referida¡ salvo que el portero del inmueble les hubiera dado una llave.
Con una llave, los bomberos seguir¨ªan allanando un domicilio sin permiso expreso de los due?os, pero en tal caso nadie juzgar¨ªa violenta esa acci¨®n.
El uso habitual del hacha contra la lengua ha llevado a muchas personas bienintencionadas a considerarla como un sistema construido por el var¨®n, y por tanto masculino; y por tanto machista y discriminatorio. Se arroja as¨ª una sombra de rechazo sobre ese patrimonio cultural, una maquinaria compleja cuando se analiza y sencilla cuando se usa; una lengua que, parad¨®jicamente, llamamos ¡°materna¡±.
Y eso que en Espa?a no se ha distribuido una circular del Gobierno que, como s¨ª sucedi¨® en Francia en noviembre pasado, condene el lenguaje inclusivo en los documentos de la Administraci¨®n; ni la Academia espa?ola ha criticado, cosa que s¨ª hizo la francesa, la flexi¨®n en femenino de los nombres de profesiones y oficios. M¨¢s bien todo lo contrario.
Pero qui¨¦n sabe si muchos adolescentes interesados en la filolog¨ªa, la psicoling¨¹¨ªstica o la filosof¨ªa de la lengua no se habr¨¢n desviado de su vocaci¨®n al toparse con esos denuestos. Si se desprestigia el idioma, se desprestigia todo lo que a ¨¦l va asociado.
Acusan de machismo a la lengua espa?ola, s¨ª, pero el mismo sistema que no ha dado duplicaciones como ¡°corresponsal¡± y ¡°corresponsala¡± ha acogido sin problema ¡°guardi¨¢n¡± y ¡°guardiana¡± o ¡°capit¨¢n¡± y ¡°capitana¡±, o ¡°bailar¨ªn¡± y ¡°bailarina¡±. Quienes tienen formaci¨®n en filolog¨ªa saben que esas decisiones ling¨¹¨ªsticas se deben a razones hist¨®ricas o etimol¨®gicas, a veces incluso aleatorias, pero no sexistas.
Idioma y realidad
La lengua no es la realidad, sino una representaci¨®n de la realidad. Tenemos la palabra ¡°padre¡±, que representa a un hombre, y el t¨¦rmino ¡°madre¡±, que representa a una mujer. Pero si una amiga nos dice ¡°mis padres no est¨¢n¡± y yo s¨¦ que sus padres son un hombre y una mujer, la palabra ¡°padres¡± los representa a ambos, y no cabe invisibilidad alguna de la madre: la realidad conocida influye en el lenguaje y lo modifica.
Si cuento que ¡°en el concurso de belleza de las fiestas participaron veinte j¨®venes¡±, quien me escuche pensar¨¢ en veinte mujeres a pesar de que no hay marca de g¨¦nero en ese mensaje. Sin embargo, si escribo ¡°entre s¨®lo tres polic¨ªas detuvieron a los diez terroristas¡±, en la palabra ¡°polic¨ªas¡± se habr¨¢ visto a tres hombres (lo mismo que s¨®lo habr¨¢ varones en la palabra ¡°terroristas¡±), aunque tampoco se ofrezca ninguna pista gramatical al respecto. Esto sucede por la influencia de la realidad en la percepci¨®n de las palabras que la representan: abundan los concursos de belleza femenina, hay m¨¢s polic¨ªas varones que polic¨ªas mujeres y son escasas las terroristas. Cuando la realidad cambie, esas mismas palabras representar¨¢n la realidad cambiada. Es la realidad la que cambia la lengua. La lengua en s¨ª misma s¨®lo puede avisar para que la realidad cambie.
Por ejemplo, hace a?os pudo producirse ocultaci¨®n de la minor¨ªa femenina en una expresi¨®n como ¡°los diputados espa?oles¡±, pero ahora ning¨²n ciudadano ignora que en ¡°los diputados¡± entran hombres y mujeres. Por la misma raz¨®n, si asistimos a una conferencia sobre Los derechos de los espa?oles y las espa?olas, sabemos que son los mismos para ambas colectividades. Pero no suceder¨¢ lo mismo si la charla se titula Los derechos de los saud¨ªes y las saud¨ªes, pues nuestro conocimiento de la realidad har¨¢ que pensemos en derechos diferentes. Una misma estructura sint¨¢ctica da resultados distintos. ?Por qu¨¦? Por culpa de la realidad. Cambi¨¦mosla.
Las duplicaciones han servido de mucho en la comunicaci¨®n feminista, han influido en la conciencia general; pero en muchos terrenos la realidad puede hacerlas ya inservibles, por superadas; o, peor a¨²n, contraproducentes por cansinas. El peligro consiste en que esa sensaci¨®n se d¨¦ antes de tiempo: es decir, que el cansancio llegue antes de cumplirse los objetivos que la duplicaci¨®n pretende.
No obstante, s¨ª cabr¨ªa combatir algunos usos asim¨¦tricos en la lengua sin derribar el sistema con el hacha. Es decir, usando la llave.
Adem¨¢s de reducir la reiteraci¨®n de duplicaciones para evitar el cansancio y el rechazo, se podr¨ªa decir, por ejemplo, ¡°la persona¡± en vez del gen¨¦rico masculino ¡°el hombre¡± o ¡°los hombres¡±. Y tambi¨¦n ¡°la abogac¨ªa¡± en lugar de ¡°los abogados¡±, o ¡°la juventud¡± en lugar de ¡°los j¨®venes¡±. La fil¨®loga feminista Mercedes Bengoechea ha elaborado una relaci¨®n de casos as¨ª que vale la pena atender.
G¨¦nero
Tambi¨¦n se puede dar una reacci¨®n contraproducente con la insistencia en la nueva acepci¨®n de la voz ¡°g¨¦nero¡± alumbrada hace 23 a?os ¡ªtras la conferencia de Pek¨ªn¡ª mediante una mala traducci¨®n de la voz gender, que a su vez funcionaba en ingl¨¦s como eufemismo de ¡°sexo¡± por influencia del puritanismo victoriano.
Una silla tiene g¨¦nero, pero no sexo. Los g¨¦neros gramaticales agrupan el masculino, el femenino, y el neutro (anta?o se incluyeron tambi¨¦n el epiceno y el com¨²n). Pero la biolog¨ªa s¨®lo acoge el sexo masculino y el femenino (sin que eso excluya el sentimiento de cada cual y el cambio del uno al otro). As¨ª, la confusi¨®n entre g¨¦nero y sexo es fuente de grandes malentendidos.
Adem¨¢s, el vocablo ¡°g¨¦nero¡± (admitido ya por la Academia en el sentido sociol¨®gico) altera su polaridad seg¨²n el contexto: en ¡°violencia de g¨¦nero¡±, esta voz sustituye a ¡°machista¡± y refleja una idea firmemente peyorativa. Sin embargo, la locuci¨®n ¡°pol¨ªticas de g¨¦nero¡± puede equivaler a ¡°pol¨ªticas de igualdad¡±, y del tal modo ese ¡°g¨¦nero¡± adquiere un tinte positivo, como sucede tambi¨¦n en ¡°conciencia de g¨¦nero¡±. Por tanto, esta palabra es en esencia positiva unas veces y negativa otras, lo cual dificulta su valor como idea omnicomprensiva del problema.
Por otro lado, la locuci¨®n ¡°violencia de g¨¦nero¡± se percibe como algo t¨¦cnico, incluso suave; un t¨¦rmino sociol¨®gico que se distancia de los hechos; mientras que el concepto ¡°machista¡± se condena a s¨ª mismo como algo temible y reprobable, y ser¨ªa una buena llave para abrir la casa en llamas.
Accidente gramatical
El g¨¦nero es un accidente gramatical. La lengua espa?ola no se muestra muy coherente respecto al g¨¦nero. Las palabras terminadas en o suelen ser masculinas, pero tenemos ¡°la contralto¡±, ¡°la canguro¡±, ¡°la modelo¡±, ¡°la sobrecargo¡±, ¡°la mano¡±¡ Las palabras terminadas en a suelen ser femeninas, pero decimos ¡°el d¨ªa¡±, ¡°el pirata¡±, ¡°el pediatra¡±, ¡°el fisioterapeuta¡±. La e tambi¨¦n se reparte, como en ¡°la esfinge¡± y ¡°el jefe¡±. Algunas palabras tienen un solo g¨¦nero que vale para los dos sexos (los nombres epicenos), como ¡°la persona¡±, ¡°la criatura¡±, ¡°la v¨ªctima¡±, ¡°la jirafa¡±, ¡°la ballena¡± y otros muchos nombres de animales. Y usamos los femeninos ¡°su santidad¡±, ¡°su majestad¡± o ¡°su excelencia¡± para referirnos a varones. Y, por supuesto, algunas palabras en femenino engloban a hombres y mujeres (¡°la judicatura¡±, ¡°las m¨¢s altas personalidades¡±¡), lo mismo que al rev¨¦s (¡°el profesorado¡±, ¡°los altos cargos del partido¡±). Y adem¨¢s hemos fosilizado expresiones con una extra?a concordancia masculino-femenino, como ¡°a ojos ciegas¡± o ¡°a pies juntillas¡±. Realmente, no se puede decir que el genio del idioma se haya dedicado mucho a que el g¨¦nero se corresponda estrictamente con el sexo.
Sin embargo, la corriente feminista ha hecho causa del asunto, y ha logrado que se abran paso alternativas a t¨¦rminos comunes para el masculino y el femenino, como ¡°juez¡± (¡°el juez¡± y ¡°la juez¡±, pero ahora ¡°la jueza¡±), o ¡°l¨ªder¡± (¡°la lideresa¡±); si bien eso no ha alcanzado a otros como ¡°modelo¡± (¡°el modelo¡±, ¡°la modelo¡±) o ¡°atleta¡± (el ¡°atleta¡±, ¡°la atleta¡±)...
Al mismo tiempo, en te¨®rica contradicci¨®n con el caso de ¡°juez¡±, se desecha el desdoblamiento de ¡°el poeta¡± y ¡°la poetisa¡±, y no parece haber pol¨¦mica con ¡°el sumiller¡± y ¡°la sumiller¡± o ¡°el m¨¢rtir¡± y ¡°la m¨¢rtir¡±, entre otros much¨ªsimos ejemplos posibles.
Es decir, en unos casos se pretende el desdoblamiento, en otros la simplificaci¨®n y en otros no hay ninguna lucha al respecto. En justa correspondencia con el desorden gramatical.
El mejor ¨¢rbitro es una mujer
Por otra parte, el tan denostado gen¨¦rico masculino ofrece sus compensaciones. La final de Copa de rugby masculino, disputada el pasado 30 de abril, fue arbitrada por la granadina Alhambra Nievas, que est¨¢ considerada ¡°el mejor ¨¢rbitro del mundo¡±. Y al decir ¡°Alhambra Nievas es el mejor ¨¢rbitro del mundo¡±, estamos d¨¢ndole un papel preponderante no s¨®lo entre las mujeres sino tambi¨¦n entre los hombres. El masculino gen¨¦rico no la hace desaparecer, sino que agranda su importancia. Por tanto, como sostienen las profesoras y feministas Aguas Vivas Catal¨¢ y Enriqueta Garc¨ªa Pascual, no se debe confundir la ausencia con la invisibilidad.
Cuestiones de uso
Catal¨¢ y Garc¨ªa Pascual han escrito tambi¨¦n: ¡°Lo que hay que analizar no es el sexismo en el lenguaje, sino el sexismo en el uso del lenguaje¡±.
He aqu¨ª algunos casos, entre otros muchos posibles, en que s¨ª se produce un claro sexismo al usar las palabras, a menudo de forma inconsciente.
El salto sem¨¢ntico. Expresi¨®n que acu?¨® ?lvaro Garc¨ªa Meseguer, autor del primer gran ensayo sobre el sexismo ling¨¹¨ªstico en Espa?a. Por ejemplo: ¡°Los ingleses prefieren el t¨¦ al caf¨¦. Tambi¨¦n prefieren las mujeres rubias a las morenas¡±. De ese modo, ¡°los ingleses¡± re¨²ne a hombres y mujeres; pero en la siguiente oraci¨®n desaparecen ¨¦stas de aquel gen¨¦rico.
Visi¨®n androc¨¦ntrica. Se da cuando el papel de la mujer se subordina en el lenguaje al protagonismo del hombre, incluso estando situada al mismo nivel profesional.
As¨ª, hemos podido o¨ªr: ¡°Brad Pitt lleg¨® acompa?ado por Angelina Jolie¡±. Podr¨ªa decirse al rev¨¦s, ¡°Angelina Jolie lleg¨® acompa?ada por Brad Pitt¡±; pero ser¨ªa mejor comentar que ¡°Angelina Jolie y Brad ?Pitt llegaron juntos¡±. Cuando llegaban juntos, claro.
Del mismo modo, si una empresa recomienda a sus comerciales llevar corbata, est¨¢ eliminando de un plumazo a las comerciales.
Part¨ªculas discriminatorias. A estas tendencias sexistas se suma otra m¨¢s emboscada a¨²n, y que opera con las conjunciones adversativas y concesivas: ¡°Trabaja muy bien, aunque est¨¢ embarazada¡±, o ¡°es una mujer, pero muy competente¡±.
Asimetr¨ªas en los nombres. Ocurren cuando se cita a las mujeres por el nombre y a los hombres por el apellido. El nombre de pila acerca al personaje y refleja un tono familiar; el apellido le otorga un trato m¨¢s respetuoso. Esa asimetr¨ªa se dio en este titular: ¡°Destituyen al senador que acus¨® a Dilma de corrupta¡±.
El uso sexista se produce asimismo al colocar un art¨ªculo femenino delante de los patron¨ªmicos de mujeres artistas: ¡°la Pantoja¡± o ¡°la Callas¡±, que no tienen su correspondencia en ¡°el Bisbal¡± o ¡°el Serrat¡±. Tambi¨¦n en el caso de pol¨ªticas como ¡°la Thatcher¡± o ¡°la Cifuentes¡±.
Y al denominar las obras de pintores o escultores de fama, se dice ¡°un picasso¡±, ¡°un mir¨®¡±; pero no ¡°un khalo¡± (un cuadro de Fidra Khalo).
Se dan asimetr¨ªas igualmente en expresiones arraigadas, como ¡°una mujer de vida alegre¡±; que se diferencia de ¡°un hombre de vida alegre¡±, adem¨¢s de la ya conocida diferencia entre ser "un zorro" o "una zorra".
En medio de todos estos problemas referidos al uso, est¨¢ apuntando en ¨¦l un fen¨®meno que permite albergar ciertas esperanzas: el femenino gen¨¦rico. Pero no forzado, sino natural.
Anot¨¦ algunos casos durante los Juegos de Londres, todos ellos en boca de varones: un entrenador y distintos periodistas de la cadena SER: ¡°Jugamos tranquilas, ?eh?¡± (seleccionador del equipo femenino de balonmano, durante un tiempo muerto). ¡°?Si ganamos, estamos clasificadas!¡± (un periodista, sobre el equipo femenino de waterpolo). ¡°Si estamos entre las siete primeras vamos a ser oro¡± (sobre la regatista espa?ola Marina Alabau en windsurf). ¡°Somos terceras despu¨¦s de las rusas¡± (sobre el equipo de nataci¨®n sincronizada). ¡°Hemos pecado un poco de inexpertas¡± (tras una derrota en waterpolo femenino). Y m¨¢s recientemente: ¡°?Hoy podemos ser campeonas de Europa de b¨¢dminton!¡± (Carolina Mar¨ªn).
Conclusi¨®n
Quiz¨¢ resuman todo lo dicho hasta aqu¨ª las palabras escritas por Aguas Vivas Catal¨¢ y Enriqueta Garc¨ªa Pascual: ¡°Se puede ser feminista sin destrozar el lenguaje. Pero dif¨ªcilmente se puede evitar un uso sexista de la lengua sin ser feminista¡±.
Y tambi¨¦n lo que defiende la profesora feminista Mar¨ªa ?ngeles Calero, partidaria de que se deshaga desde la escuela la falsa relaci¨®n entre g¨¦nero y sexo: El g¨¦nero se debe considerar como un mero accidente gramatical.
Un accidente, esperemos, sin da?os personales.
BIBLIOGRAF?A
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Babelia
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