Cuando fuimos negreros
El equivalente a la esclavitud ser¨ªa el narcotr¨¢fico, arriesgado pero rentabil¨ªsimo
Cuando le¨ªmos el t¨ªtulo del ¨²ltimo libro de Eduardo Mendoza, Qu¨¦ est¨¢ pasando en Catalu?a (Seix Barral), nunca pensamos que se refer¨ªa a todo lo que est¨¢ pasando y no solo al proc¨¦s.Pero el caso es que antes de afirmar que ¡°no hay raz¨®n pr¨¢ctica que justifique el deseo de independizarse de Espa?a¡±, Mendoza explica que la derrota de Catalu?a en la Guerra de Sucesi¨®n fue ¡°el origen de su fortuna¡±: la denostada centralizaci¨®n trajo consigo la apertura comercial de las colonias ultramarinas, hasta entonces ¡°coto privado¡± de Castilla. ¡°La capitalizaci¨®n de Catalu?a¡±, escribe, ¡°se hizo a costa de los esclavos y los catalanes se opusieron hasta el ¨²ltimo momento a la abolici¨®n de la esclavitud, una actitud reaccionara incluso en t¨¦rminos de la Espa?a decimon¨®nica¡±.
La retirada en Barcelona de la estatua de Antonio L¨®pez ¡ªnaviero y esclavista¡ª devuelve a la actualidad un episodio vergonzoso de nuestro pasado. El curr¨ªculum, bueno y malo, de L¨®pez es uno de los que Jos¨¦ Antonio Piqueras recoge en La esclavitud de las Espa?as (Catarata). El catedr¨¢tico de la Universidad Jaume I recuerda en ¨¦l que dos de los diez millones de africanos que fueron llevados por la fuerza a la otra orilla del Atl¨¢ntico terminaron en Latinoam¨¦rica. Ni que decir tiene que tal comercio produjo beneficios a sus promotores y, de paso, a sus conciudadanos, pero tambi¨¦n produjo 280.000 muertos solo en la traves¨ªa. Los que llegaban viv¨ªan una media de 20 a?os. Macabra forma de obsolescencia programada.
Aunque parezca formar parte del decorado, una estatua necesita m¨¢s contexto que el tuit de un chistoso. Est¨¢ ah¨ª para que los ni?os pregunten ¡°?qui¨¦n es ese?¡±. Son el comienzo y el final de un relato y los pedestales no llevan notas a pie de p¨¢gina. Deber¨ªan llevarlas para contarlo todo. Ya sabemos que un documento de cultura puede ser documento de barbarie, pero justificar el homenaje acr¨ªtico a cualquier individuo por su filantrop¨ªa es pensar que el fin justifica los medios o que la parte vale por el todo. Ni el fascismo de Franco se justifica por la Ley de Bases de la Seguridad Social ni la pederastia de algunos curas por la labor de C¨¢ritas. Sabemos que el tiempo es un gran disolvente y que la sensibilidad social tiene su propia l¨®gica: hoy no resulta tolerable rendir homenaje a un etarra; lo era m¨¢s en los a?os ochenta. ?Lo ser¨¢ en el futuro? Los que luchan en el Pa¨ªs Vasco por un relato justo para las v¨ªctimas saben que ese es un riesgo. ?Resulta inapropiada la comparaci¨®n con una dictadura o con el terrorismo? Busquemos otra. Espa?a declar¨® ilegal la trata de esclavos en 1835 y aboli¨® la esclavitud en 1886. En medio hizo su agosto el comercio ilegal. Su equivalente actual, lo apunta el profesor Piqueras, ser¨ªa el narcotr¨¢fico, arriesgado pero rentabil¨ªsimo. El blanqueo de dinero (y de reputaciones) tiene muchos caminos. ?No es un cl¨¢sico el narco mecenas? ?Qu¨¦ pensar¨ªan nuestros nietos si supieran que su bienestar se pag¨® con la muerte de otros? El cient¨ªfico Jorge Wagensberg, fallecido este s¨¢bado, dec¨ªa que no se puede vivir sin contradicciones pero s¨ª con las m¨ªnimas. Por alg¨²n sitio habr¨¢ que empezar.
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