Helga Weissov¨¢: la ni?a que pint¨® el Holocausto
Una exposici¨®n en Madrid muestra las pinturas y dibujos que ayudaron a sobrevivir a la artista jud¨ªa en Terezin, Auschwitz y Mauthausen
Un mu?eco de nieve fue lo ¨²ltimo que Helga Weissov¨¢ pint¨® como ni?a ajena al horror, seg¨²n cuenta ella misma. La frontera de una blanca infancia feliz con gorro, nariz y botones. Corr¨ªa diciembre de 1941 y viv¨ªa en Praga. Acababa de cumplir 12 a?os cuando la deportaron al gueto de Terezin, donde los nazis agolparon a decenas de miles de jud¨ªos en la que fuera Checoslovaquia. A partir de entonces, su padre le dio un consejo que cumpli¨® toda su vida: ¡°Pinta lo que ves¡±. Y lo que escrut¨® a partir de fecha fue la muerte al acecho en todos los barracones de aquella ciudad previa al transporte hacia Auschwitz, Mauthausen o Freiberg, donde Helga pas¨® los cuatro a?os siguientes. Hoy, esos dibujos pueden admirarse en el Centro Sefarad de Madrid, que ha abierto una exposici¨®n de la artista hasta abril, en colaboraci¨®n con el Centro Checo y el Ayuntamiento de Huesca.
Weissov¨¢ tiene hoy 88 a?os. Vive todav¨ªa en Praga y es consciente tanto de su suerte como de su buena salud. Fue una de los 100 ni?os supervivientes de Terezin. Una cifra nada desde?able si contamos que por all¨ª ingresaron 15.000 menores de 16 junto a sus padres y familiares. Llegaban provenientes de toda Bohemia y Moravia, junto a algunas zonas lim¨ªtrofes durante la Segunda Guerra Mundial. Terezin fue, a medias, un espejismo y un espanto. Los nazis utilizaban ese purgatorio como propaganda ante las inspecciones internacionales. Montaban obras de teatro, lecturas, conciertos, ¨®peras, juegos. Luego llegaban los trenes¡ Desde all¨ª los deportaban con v¨ªa preferente a los hornos y al exterminio.
En una de las estaciones, Helga se salv¨® junto con su madre en parte, gracias al cuidado de dos espa?oles. ¡°Se llamaban Jos¨¦ Rasal Rio y Manuel Obatlero Dominiguer¡±, comenta desde Praga a EL PA?S. ¡°Fueron presos pol¨ªticos en Mauthausen. Durante los primeros d¨ªas despu¨¦s de la liberaci¨®n se ocuparon de nuestro grupo, nos cuidaron con mucha sensibilidad. Me ayudaron mucho. Antes de despedirnos, los dos me escribieron sus nombres y direcciones. He guardado hasta hoy este trocito de papel con un manuscrito a l¨¢piz¡±, comenta Helga. Tambi¨¦n que despu¨¦s de la guerra los busc¨® sin ¨¦xito. ¡°S¨®lo hace poco he logrado encontrar y, por fin, conocer a los parientes de Jos¨¦ Rasala Rio. Vinieron a Praga y me regalaron una foto suya¡±.
Terezin, esa terrible arma de propaganda
Cuando atraviesas los muros de Terezin, sientes la argucia de aquella pantalla en los ba?os que los prisioneros no pod¨ªan utilizar. El gueto en el que Helga Weissov¨¢ ingres¨® con 12 a?os fue toda una maniobra de distracci¨®n. Un trampantojo destinado a la Cruz Roja y a los observadores internacionales, que se tragaban la patra?a. Hoy es una ruina permanente del espanto, a 70 kil¨®metros de Praga. Como el talento de los jud¨ªos checos resultaba un elemento de irradiaci¨®n aprovechable, los nazis utilizaban aquel lugar previo a la deportaci¨®n hacia los campos de exterminio como un elemento de propaganda a nivel mundial. Rodaron hasta un documental: El Fh¨¹rer regala una ciudad a los jud¨ªos. M¨¢s de 2.000 deportados lo animaron con actividades culturales. La mayor¨ªa de ellos ¨Ccomo la mayor parte de los 150.000 que pasaron por ah¨ª- no lo pudo contar. No lo lograron los compositores Hans Kr¨¢sa, Viktor Ullman, Pavel Haas, Heinz Alt¡, los cuatro muertos en Auschwitz. Su arte s¨ª se las arregl¨® en parte sobrevivir al humo de los hornos. Weissov¨¢, tambi¨¦n. Hoy cuenta su experiencia a j¨®venes de todo el mundo, como los m¨¢s de 500 alumnos de institutos de Huesca que han viajado durante varios a?os all¨ª para verlo. Por eso, del Centro Sefarad de Madrid, la exposici¨®n de Weissova pasar¨¢ a la ciudad aragonesa. Solo cabe esperar, que ese lazo especial con los oscenses se forje en otros lugares.
Pero fue sobre todo en Terezin donde comenz¨® a dibujar y, por tanto, a documentar aquellas desgracias. ¡°Estuve en ese lugar casi tres a?os. De ni?a me convert¨ª en adulta. All¨ª viv¨ª tambi¨¦n mi primer amor¡¡±, recuerda Helga. ¡°No llevaba bien mi separaci¨®n de los padres, echaba de menos mi casa, pas¨¦ por varias enfermedades, ten¨ªa hambre. Por otra parte, llegu¨¦ a conocer la solidaridad y amistad verdadera. Estaba alojada en lo que llamaban la casa de las ni?as. Ten¨ªamos cuidadores en cada fila de prisioneros 24 horas al d¨ªa. Nos impart¨ªan clases, nos le¨ªan poemas, jugaban con nosotros, cuidaban de los enfermos. Intentaban protegernos del sufrimiento ps¨ªquico y se esforzaron para que no perdi¨¦ramos los principios morales¡±.
Aparte de dibujar, Helga se impuso la disciplina de escribir un diario que a?os despu¨¦s fue publicado en espa?ol por la editorial Sexto Piso. Cuenta lo cotidiano. El ambiente en que por Terezin pasaron artistas jud¨ªos checos de varias disciplinas. Fue el lugar, por ejemplo, en el que Hans Kr¨¢sa compuso la ¨®pera Brundibar para que la cantaran all¨ª los propios ni?os del gueto. Se llegaron a hacer in situ 55 representaciones. ¡°Yo no particip¨¦ activamente en ella. No obstante, vi varias obras teatrales y conciertos¡±, asegura Weissov¨¢.
Eran los desahogos permitidos. Una v¨¢lvula p¨¦rfida de escape. Parte de una siniestra tortura psicol¨®gica. La que les llevaba con casi total seguridad hacia un camino sin retoro. ¡°Viv¨ªamos con miedo permanente de ser incluidos en el trasporte hacia el Este. Aunque no sab¨ªamos adonde iban esos trenes, ni ten¨ªamos idea de Auschwitz, ¨¦ramos conscientes de que se trataba de algo peor que Terez¨ªn¡±. Helga afirma que ese miedo ya se ha ausentado de sus pesadillas. Pero mantiene la guardia: ¡°No obstante, me temo, que la guerra y una situaci¨®n parecida pudieran repetirse¡±.
Pintar result¨® una evasi¨®n. Despu¨¦s un destino, porque dedic¨® su vida a ello. ¡°Hizo posible poder relajarme, encerrarme dentro de un mundo propio en un ambiente sin privacidad existente. Hasta cierto punto me levantaba la autoestima¡±. Las humillaciones y la sospecha de una muerte m¨¢s que probable, les sum¨ªan a veces en un estado de par¨¢lisis. Hoy, guarda aquellos dibujos que hizo y los que pint¨® despu¨¦s de salir con la memoria, en un rinc¨®n oculto de su casa. Lo que puede verse en Madrid y luego en Huesca son copias. Los originales, apenas los quiere mostrar.
Babelia
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