Cilicio para los ojos

Si en una romanos se abren las compuertas de acceso a la arena del Coliseo para que los cristianos vayan desfilando y, al otro lado, se contempla el terreno de juegos que pronto ser¨¢ lugar de sacrificio, lo m¨¢s probable es que uno est¨¦ ante eso que se llamaba p¨¦plum. Si en otra de romanos ocurre lo mismo, pero, al otro lado, lo que aparece es la luz cegadora, celestial de la trascendencia, quiz¨¢ uno est¨¦ ante ese subg¨¦nero que fund¨® Mel Gibson all¨¢ por el 2004 con La pasi¨®n de Cristo: el cine de Guerra Santa.

La presencia de Jim Caviezel, portavoz del integrismo cristiano, feroz opositor a la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre y actor que le exige a sus partenaires ponerse ropa interior al rodar escenas de sexo ¨Cque ¨¦l asocia con el pecado- sirve de nexo de uni¨®n entre el fundacional trabajo de Gibson y este Pablo, el ap¨®stol de Cristo que reduce el sensual vocabulario de los viejos p¨¦plums de toga y cart¨®n piedra a dos registros igualmente mortificantes: el viaje inmersivo a una mazmorra romana y el flash-back enf¨¢tico al servicio de la crueldad pret¨¦rita de un Pablo preca¨ªda de Damasco. El cine de Semana Santa no tiene por qu¨¦ ser necesariamente un cilicio para los ojos, pero esta pel¨ªcula lo es y con sa?a. El ¨²nico alivio que proporciona es el de descubrir que Olivier Mart¨ªnez se est¨¢ convirtiendo, contra todo pron¨®stico, en el actor m¨¢s adecuado para protagonizar un biopic de Jos¨¦ Mourinho.