El Cuarteto Eb¨¨ne, por los cuatro costados
Se estrena en Espa?a uno de los mejores y m¨¢s sensibles documentales musicales de los ¨²ltimos a?os
En su primera actuaci¨®n en el Auditorio Nacional de Madrid, en octubre de 2010, el Cuarteto Eb¨¨ne toc¨® obras de Haydn, Beethoven y Schubert (el famoso Cuarteto La muerte y la doncella). Hasta ah¨ª, todo normal. Sin embargo, al final del concierto, como los aplausos del p¨²blico arreciaban, hicieron algo mucho m¨¢s inusual: sus cuatro miembros empezaron a cantar en franc¨¦s, a cappella, Some day my prince will come, la cl¨¢sica canci¨®n de Blancanieves, de Walt Disney. Y acabaron improvisando instrumentalmente sobre la melod¨ªa de Frank Churchill con inequ¨ªvocos dejos jazz¨ªsticos. Dejaron claro que no eran un cuarteto al uso, y han seguido sin serlo desde entonces.
A Kutschinski no le interesa la perfecci¨®n que es capaz de lograr el cuarteto, sino sus inseguridades
El realizador alem¨¢n Daniel Kutschinski film¨® al grupo durante una gira por Italia (Perugia, Bolzano, Siena, Florencia) y el resultado es 4, que recibi¨® el premio al mejor documental del Festival de Los ?ngeles en 2015. Su propuesta no tiene nada que ver con el enfoque mucho m¨¢s hagiogr¨¢fico adoptado por Allan Miller en High Fidelity?(1989), sobre el Cuarteto Guarneri, o con el tono previsible y convencional de In the Mainstream (1983), otro documental de Fred Salaff sobre el Cuarteto de Cleveland. Kutschinkski es un reportero sagaz e invisible, a la manera en que lo fue durante una gira con el Cuarteto St. Lawrence el cr¨ªtico musical Alex Ross, cuya cr¨®nica escrita, Casi famosos, encontr¨® acomodo primero en las p¨¢ginas de The New Yorker y, despu¨¦s, como uno de los cap¨ªtulos de su libro Escucha esto (Seix Barral).
A Kutschinski no le interesa la perfecci¨®n que es capaz de lograr el cuarteto, sino sus inseguridades; reh¨²ye sus certidumbres para concentrarse en sus dudas, que quedan de manifiesto en las diversas r¨¢fagas intercaladas de la clase en que Eberhard Feltz les ense?a a comprender y habitar el Cuarteto n¨²m. 4 de Bart¨®k; quiere reflejar no tanto la armon¨ªa que se sobreentiende entre sus miembros, sino sus brotes de discrepancia, y son muy significativas en este sentido las desavenencias entre ellos a fin de adoptar un tempo del agrado de todos en el arranque del Cuarteto K. 465 (conocido como De las disonancias) de Mozart, casi el hilo conductor en el tramo conclusivo del documental. El acuerdo parece imposible, pero a rengl¨®n seguido o¨ªmos una maravillosa interpretaci¨®n de la introducci¨®n (¨²ltima escena) y el comienzo del posterior Allegro (t¨ªtulos de cr¨¦dito), cuya fuerza se ve redoblada justamente por las disensiones de que acabamos de ser testigos y porque Kutschinski, como hace con enorme astucia en otros momentos, opera un expresivo y eficac¨ªsimo divorcio entre lo que se ve y lo que se oye.
Es dif¨ªcil imaginar el nivel de exigencia ¨Cmusical y vital? que supone la dedicaci¨®n profesional al cuarteto de cuerda
Es dif¨ªcil imaginar el nivel de exigencia ¨Cmusical y vital? que supone la dedicaci¨®n profesional al cuarteto de cuerda. Imaginemos a cuatro actores, siempre los mismos, condenados a interpretar un pu?ado de obras en gira e ¨ªntima convivencia permanente; o a cuatro deportistas obligados a enfrentarse a?o tras a?o, d¨¦cada tras d¨¦cada, sin cambios ni repuestos, a otros equipos, sabedores de que la debilidad de uno equivale al fracaso de todos. Pocos cuartetos lo resisten, las tensiones empiezan a aflorar y arranca el goteo de cambios y, en muchos casos, la decadencia: es el caso del Cuarteto Artemis, asediado por la enfermedad, el trasiego de atriles e incluso la muerte.
Los cuatro fundadores del Eb¨¨ne se prometieron deshacer el grupo cuando uno de ellos decidiera abandonarlo. Mathieu Herzog dio ese paso en 2015 para dedicarse a la direcci¨®n de orquesta, pero sus colegas incumplieron su antigua promesa y eligieron a Adrien Boisseau para sustituirlo. Las cosas no fueron bien y ahora es Marie Chilemme quien ocupa el atril de la viola.
Pierre, Gabriel, Mathieu y Rapha?l tienen nombres ang¨¦licos y apost¨®licos, pero no son ningunos santos, sino tan reales, neur¨®ticos y falibles como nosotros
4 est¨¢ rodada justo antes de ese punto de inflexi¨®n en la vida de todo cuarteto: la sustituci¨®n de uno de los v¨¦rtices del cuadrado, lo que trastoca por completo el complej¨ªsimo juego de equilibrios construido durante a?os. O lo que Rapha?l, el violonchelista del grupo, llama las ¡°placas tect¨®nicas¡± del planeta que conforman sus cuatro miembros. En 4 los vemos ensayar, comer, viajar, dormir, beber, practicar sus rituales previos y posteriores al concierto, discutir, cantar, criticarse, bromear, autoflagelarse, mostrar aquello que nunca se ve sobre el escenario. Daniel Kutschinski ha conseguido ser veraz en un ¨¢mbito proclive casi siempre a la mitificaci¨®n, la falsedad y la lisonja.
Tras el estreno del jueves habr¨¢ un debate entre el director alem¨¢n y el fil¨®sofo Ram¨®n del Castillo. Y hasta el Domingo de Pascua la Cineteca ha programado en esta Semana Santa cinco pases m¨¢s de uno de los mejores documentales sobre m¨²sica jam¨¢s concebidos y rodados. Pierre, Gabriel, Mathieu y Rapha?l tienen nombres ang¨¦licos y apost¨®licos, pero no son ningunos santos, sino tan reales, neur¨®ticos y falibles como nosotros. Nada m¨¢s acabar 4 empezamos ya a echarlos de menos.?
Otros cuartetos
A¨²n est¨¢ reciente en la memoria la pel¨ªcula A Late Quartet, de Yaron Zilberman, traducida con muy poca fortuna en Espa?a como El ¨²ltimo concierto y centrada en torno a la interpretaci¨®n del Cuarteto op. 131, una composici¨®n de ¨²ltima ¨¦poca (de ah¨ª el "late" del t¨ªtulo original, que juega tambi¨¦n con el doble sentido de un cuarteto ya disuelto, o en trance de disoluci¨®n) de Beethoven. Sus excelentes actores (sobre todo Philip Seymour Hoffman, en uno de sus ¨²ltimos trabajos, y Christopher Walken) favorecieron la buena acogida que tuvo, pero no pudieron remediar la pobreza del guion, en el que abundaban los errores musicales, am¨¦n de la nula credibilidad de los actores cuando aparentan tocar sus instrumentos. La m¨²sica la interpretaba en realidad el Cuarteto Brentano, cuya violonchelista, Nina Lee, aparece al final de la pel¨ªcula dando vida a una alumna del violonchelista (el personaje de Walken). Para encontrar una trama literaria honda y cre¨ªble en torno a la vida de un cuarteto hay que acudir a Una m¨²sica constante (An Equal Music en el original ingl¨¦s), la magn¨ªfica novela de Vikram Seth. El protagonista, Michael, es asimismo miembro de un cuarteto de cuerda y la partitura recurrente en esta ocasi¨®n, c¨®mo no, tambi¨¦n es de Beethoven: el Quinteto op. 104. Y quien quiera leer sobre las interioridades de los cuartetos de cuerda o sobre la trayectoria y la trastienda de uno de los mejores cuartetos del siglo XX, el LaSalle, defensor a ultranza de la m¨²sica de su tiempo, tiene que recurrir a dos libros en alem¨¢n: "Muss es sein". Leben im Quartett, de Sonia Simmenauer (agente de muchos de los m¨¢s destacados cuartetos de las ¨²ltimas d¨¦cadas, incluido el Eb¨¨ne) y Das LaSalle-Quartett. Gespr?che mit Walter Levin, de Robert Spruytenburg. Levin, como Eberhard Feltz, ha sido el maestro de varias generaciones de cuartetos. En espa?ol, la lectura m¨¢s recomendable es sin duda la del libro de Cibr¨¢n Sierra, violinista del Cuarteto Quiroga, El cuarteto de cuerda. Laboratorio para una sociedad ilustrada (Alianza), a caballo entre el repertorio cuartet¨ªstico y su interpretaci¨®n.
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